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Tolomeo, Ana Karenina, Madame Bovary y la Casa de Muñecas

Por Agencia | 9 de Dic. 2023 | 4:18 am

Alguna vez, don Paco el morrocotudo, viendo que el gran Tolomeo le confesó que quería dejar atrás su vida disoluta (y pecaminosa), le advirtió que si la dejaba atrás podría lograr que sus suegras lo llegaran a respetar, pero que sus mujeres más bien podrían abandonarlo por soso. "No se te olvide, agregó, que las mujeres soportan casi cualquier cosa, menos a un hombre aburrido."

Don Paco, entonces, acudió a sus conocimientos literarios y le recordó al gran Tolomeo que en la segunda mitad del siglo XIX, la literatura occidental sacó a relucir la soledad o la angustia existencial de mujeres aparentemente bien casadas, con hombres de reputación intachable pero déspotas, inflexibles o simplemente aburridos. Madame Bovary de Flaubert, Anna Karenina de Tolstoi, la Casa de Muñecas de Ibsen.

En "Madame Bovary", recordó, Flaubert cuenta la historia de Emma Roualt y de su esposo Charles Bovary, médico rural y pequeño burgués. Emma se desencanta de él y se enferma de la sencilla y llana vida que le ofrece su nada romántico marido. Estando Emma embarazada, Charles busca una solución a su padecimiento y sin nunca sospechar la verdadera causa de su enfermedad, se traslada a la ciudad de Yonville, donde los Bovary conocen a un practicante de leyes llamado León, amante de la música y de la literatura, un romántico que inmediatamente hace migas con Emma, amistad que se torna en amor mutuo inconfesado. Cuando nace su hija, Emma toma distancia de León y éste, confuso y desilusionado, emigra a Paris. Emma vuelve entonces a deprimirse. Llena de frustración y desilusión, conoce a Rodolphe Boulanger, en el cual Emma ve reflejados sus sueños románticos. Se hacen amantes y Emma comienza a gastar dinero desmesuradamente. Mientras planea la huida de ambos, Rodolphe la abandona. Emma cae nuevamente enferma y en su lenta recuperación se reencuentra con León en el teatro. Comienza un nuevo romance con León, mientras Emma sigue endeudándose hasta que la situación financiera de los Bovary, se torna insostenible. Al encontrarse abandonada por sus amantes y rodeada de gente que no ama, Emma toma la decisión de suicidarse con arsénico. Charles finalmente se da cuenta de todo, la perdona y luego muere de amor.

En Anna Karenina, de León Tolstoi (publicada en 1877), Anna es la esposa de Alekséi Karenin, un oficial del Gobierno ruso, pero ella se enamora de otro oficial, el Conde Alekséi Vronsky, después de conocerlo en la estación de tren de Moscú y de haber bailado una mazurca con él en una fiesta. Cuando Anna le cuenta a su marido de su affaire, él se niega a separarse de ella y la amenaza con no dejarla ver a su hijo Seriozha si lo abandona. Luego, Karenin encuentra la situación intolerable y empieza a pensar en el divorcio, pero cambia sus planes cuando descubre que Anna está muriendo durante su segundo parto. Al lado de ella, Karenin perdona a Vronsky, quien intenta suicidarse por el remordimiento. Sin embargo, Anna se recupera, dando a luz a una hija a la que llama Anna ("Annie"), y se marcha con su amante Vronsky sin haber obtenido el divorcio.

La Casa de Muñecas, señaló don Paco, es una obra de teatro de Henrik Ibsen (noruego), y se estrenó en 1879 en Copenhague. La obra describe la situación en la que se encuentra Nora. Su padre es un hombre conservador y bien situado socialmente, sin embargo trata a Nora como si fuera su propiedad. Su marido, Torvald Helmer, no se diferencia mucho de su padre y la considera también simplemente un objeto más de su propiedad. Torvald Helmer y Nora estaban casados desde hacía ocho años y tenían tres hijos. Tenían una posición acomodada y habitaban una vivienda de gran tamaño. Con ocasión de la Navidad, Torvald le cuenta a su mujer que será promovido a Director del Banco en el Año Nuevo, pero él se entera que ella lo había engañado para ayudarlo años atrás. A partir de entonces, él la acusa y la trata de criminal. Después la perdona, pero Nora le dice que su padre la trataba como una pequeña muñeca y que ahora él, Torvald, la trata como a una muñeca grande y que los tres niños son asimismo sus muñecos. Nora, entonces, abandona a su marido y a sus hijos al mismo tiempo que analiza la moral y el rol del hombre y la mujer en la sociedad.

Lo interesante de esos casos, recalcó don Paco, es que esas obras fueron escritas por hombres, quienes resaltaron el papel de esposas frustradas de sus protagonistas y nos hicieron que nos solidarizáramos con ellas. ¿Se imaginan, por el contrario, a la gran Simone de Vaudeville o a alguna gran escritora, escribiendo a favor de nosotros los hombres y justificando que abandonáramos a nuestras mujeres porque estamos frustrados sexualmente y nos sentimos oprimidos en nuestros hogares? Jamás, mi buen amigo.

En las tres obras, las protagonistas son mujeres que realizan algún acto incomprendido socialmente: adulterio, escaparse con otro hombre, con otra fémina, o simplemente huir. ¿De quién? Del marido, obviamente, pero probablemente de algo más. Probablemente de lo que algunos psicólogos llaman "bovarismo", es decir, del "estado de insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones (a menudo desproporcionadas respecto a sus propias posibilidades) y la realidad, que suele frustrarlas". El término fue utilizado por Jules de Gaultier en su estudio El Bovarismo, la Psicología en la obra de Flaubert (1892).

Puede ser verdad, recalcó don Paco, pero probablemente se trate del "síndrome de la casa de muñecas". Aunque afirmen lo contrario, un mundo sin retos, un matrimonio estándar, un patrón de comportamiento predecible y políticamente correcto, una monotonía aparente, una familia lineal, una casa de fábula, un príncipe encantado, pueden ser más soporíferos e insufribles para una mujer que un mundo inestable, un vicio inconfesable, un acuerdo disfuncional, un reto constante o una redención pendiente. Para muchas mujeres, como para Virginia Woolf, "la vida es un sueño, el despertar es lo que las mata".

Por tanto, Tolomeo, si querés cambiar, hacelo, pero no se te olvide que si lo hacés, les quitás a tus mujeres el reto de redimirte y el día en que lo logren, te volverás, a más de feo, un tipo soso y habrás perdido la partida en el juego del amor.

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