A propósito de la venta del Teatro Arnoldo Herrera González, del Conservatorio de Castella, y la lucha incansable que estamos dando los padres, madres, estudiantes, profesores y exalumnos de esta institución, además con la ayuda legal y buena voluntad política, para poder revertir esta decisión que no tiene pies ni cabeza, me puse a reflexionar acerca del valor del arte, la cultura y la educación pública para nuestro país.
He sido educadora por más de 20 años. En el camino he tenido la oportunidad de trabajar con diversos tipos de población, todos con alguna condición de discapacidad, matriculados en instituciones del Ministerio de Educación Pública.
Gracias al esfuerzo de mis padres, pude ser parte de la Fábrica de Sueños durante 11 años de mi vida. Al obtener una formación artística, he podido, a lo largo de los años, desarrollar proyectos de esta índole en cada institución de la que he sido parte. Desde mi aula se han forjado cantos, obras de teatro, pinturas, música y baile…¡muchísimo baile! Mis estudiantes y sus familias, así como el personal docente y administrativo de las escuelas y colegios en los que he tenido la oportunidad de laborar, han sido testigos y vivido de una manera muy personal, la magia del arte y sus efectos para la salud mental y física, el fomento de las relaciones sociales y, sobre todo, el aumento en el bagaje de conocimiento que brinda el arte en cada una de sus manifestaciones.
Nada de esto habría sido posible, si mi vida escolar y colegial no se hubiera formado sobre esas tablas del teatro Castella. Y es que, en ese escenario, uno no solamente actúa, desarrolla una danza o interpreta una sinfonía, en ese espacio, uno le pierde el miedo a hablar en público, desarrolla empatía y respeto por los demás, aprende de solidaridad, amor y valentía. En esas tablas se educan conciencias sociales que luego salen al mundo como seres humanos diferentes, que aceptan a cada cuál por su valor, que saben ser críticos ante una sociedad muchas veces enajenante.
Lo más interesante de todo, es que esta maravillosa educación es totalmente pública, por lo tanto, es accesible para todas las personas que tengan dotes artísticos y los quieran desarrollar.
No puedo imaginarme un Conservatorio de Castella de carácter privado, en el que solamente pudieran accesar personas pertenecientes a un grupo social en específico y que dejara por fuera artistas maravillosos, solo por no contar con los medios económicos suficientes para ingresar.
¿Qué cuanto a colaborado ese teatro a este país? Nada más cierren sus ojos por un momento e imaginen a Costa Rica sin las obras a nivel mundial de Jorge Jiménez Deredia o sin los conciertos de Mal País. ¿Qué sería del mundo sin la poesía convertida en canción, sin las lágrimas hechas danza, sin el enojo plasmado en un lienzo?
El arte es inherente al ser humano, es vida, es pasión. No imagino un solo minuto de mi vida sin que la esencia del Castella se manifieste en cada espacio, es por esto que mis 2 hijos también son parte de esta cuna de artistas, porque esta formación pública, es el mejor legado que yo les puedo brindar.
Entonces, cuando me preguntan el por qué de esta lucha, sin pensarlo dos veces respondo ¡Porque lo vale!
Educadora Especial, Master en Recreación
Egresada y madre del Conservatorio de Castella