
Restaurante de cocina contemporánea en Ciudad Colón, enfocado en el fuego, el producto bien tratado y una experiencia pensada.
Introducción
Hay restaurantes que nacen con una receta clara. Conservatorium nació con una pregunta.
En las colinas de Ciudad Colón, donde la ciudad empieza a diluirse en verde y silencio, este proyecto se levanta más como una idea que como un local. Conservatorium no intenta complacer tendencias ni encajar en etiquetas cómodas. No es solo un asador, aunque domina el fuego con precisión. No es solo cocina contemporánea, aunque piensa cada plato con técnica y profundidad. Es, ante todo, un espacio donde la gastronomía se entiende como búsqueda.
Esa búsqueda está liderada por Mei (Kid Mey Chan), Aldo Elizondo y Henry Quesada, tres chefs inquietos que entienden la cocina como un proceso vivo. Acá se cocina desde la duda, desde la curiosidad y desde la convicción de que incluso lo que ya funciona puede y debe repensarse. El fuego no es espectáculo, es herramienta. El producto no es excusa, es responsabilidad. Y el menú no es estático: es el resultado de un cruce constante entre investigación, territorio y sensibilidad.
Detrás del proyecto hay liderazgo compartido y un equipo joven que no repite por repetir. Todos piensan, todos proponen, todos cuestionan. Conservatorium no se construyó para quedarse quieto, sino para evolucionar. Por eso cada servicio se siente como un borrador mejorado del anterior.
https://www.youtube.com/watch?v=q2rSyiRWhUg
Ambiente
Nada está de más. Nada busca imponerse.
El espacio es sobrio, cálido y silencioso en el mejor sentido. Ventanales que dejan entrar el paisaje, materiales nobles, madera, verde y luz natural. Todo dialoga con el entorno sin distraer de lo importante: lo que pasa en la mesa.
La sala fluye sin rigidez. No hay prisa ni poses. El ritmo es pausado, pensado para observar, probar y conversar. La cocina se siente cercana, viva y presente, y el laboratorio —ese otro corazón del restaurante— añade una capa invisible, pero fundamental: fermentos, destilados, pruebas líquidas y errores necesarios que alimentan la carta, aunque no siempre se vean.
Conservatorium no grita su propuesta. La deja respirar. Y en esa calma bien construida, el mensaje es claro: acá se viene a comer con atención, con tiempo y con la mente abierta.
Qué pedir:
Tiradito de pipa
Este plato funciona como una declaración de principios. La pipa se trabaja desde el respeto absoluto al producto: la parte más tierna se presenta como tiradito y el resto se transforma, tras pasar por las brasas, en una leche de tigre vegana profunda y vegetal. Fermentos, dulzor contenido y acidez bien medida construyen un plato fresco pero complejo, que no busca imitar, sino reinterpretar, y que deja claro que en Conservatorium nada se descarta y nada se hace sin intención.

Remolacha a la huerta (4–5 semanas)
Acá la cocina se vuelve juego consciente. Tres piezas idénticas llegan al plato, pero solo dos son remolacha joven; la tercera es queso de cabra. El comensal descubre la trampa al cortar, mezclar y probar, acompañado de una falsa tierra de chocolate, remolacha, maíz y aceituna, y una crema agria que equilibra todo. Es un plato lúdico sin perder seriedad, donde técnica, producto y narrativa se cruzan con naturalidad.

Punta de solomo madurada
Este es el plato donde el tiempo habla más que cualquier discurso. La punta de solomo se madura en condiciones controladas para desarrollar jugosidad, aromas y una grasa que sostiene el sabor sin saturar. El fuego se usa con precisión, sin artificios, dejando que la carne exprese su origen y su proceso. Es una preparación honesta, intensa y directa, que conecta la mesa con la finca y demuestra que la paciencia también es una forma de lujo.


