Hogares recortan gastos para cubrir alzas en precios de alimentos
Disminuyen gasto en salud, educación o recreación
Los hogares de menores ingresos recortan gastos para poder cubrir los aumentos de los precios de los alimentos, aunque estos sean mínimos.
Así lo concluye una investigación realizada por Juan Rafael Vargas Brenes, Erick Sequeira Benavides y Yanira Xirinachs Salazar, de la Escuela de Economía de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Ellos analizaron el consumo de alimentos por parte de las familias costarricenses y su reacción frente a los incrementos de los precios o ante la caída de los ingresos que ocupan para comprarlos. A esto se le conoce como "elasticidades precio e ingreso".
¿Qué significa elasticidad? Como su palabra lo indica, es como un elástico: es ver hasta dónde llega el consumo de un alimento específico frente a un cambio de al menos un 1% en su precio o de las entradas económicas de un hogar.
Las variaciones de los precios de los alimentos influyen en el poder adquisitivo de las familias que resulta afectado con las alzas.
Las personas con menores ingresos deben establecer prioridades para financiar sus gastos.
Metodología
Para determinar cuánto afecta un cambio porcentual el precio de un producto o de los ingresos en los hogares (aunque sea ligero), el grupo investigador utilizó los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (Enigh) del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), en tres encuestas: 2004, 2013 y 2018.
Después se seleccionaron los alimentos que fueran consumidos por, al menos, uno de cada cinco hogares en el país y que representara, como mínimo, el 0,1% del gasto en comida para cada familia. En total, fueron 25 productos: pan, tortillas, galletas, arroz, leche, natilla, huevos, bistec, carne molida, atún, margarina, plátano maduro, chayote, chile dulce, culantro, tomate, frijoles, cebolla, papa, azúcar, consomé, sal, tostadas, café y gaseosas.
Luego se definieron como "hogares vulnerables" aquellos que perciben un ingreso per cápita menor o igual a ¢75.000 mensuales. Por último, se estableció la curva de la demanda de cada alimento y se calcularon las elasticidades con métodos estadísticos.
Elasticidades
Como resultado, la investigación determinó que existen tres grupos de elasticidades:
1. El de los alimentos poco sensibles y con elasticidad negativa. O sea, que el consumo de los demás bienes y servicios se ve afectado muy fácilmente ante un incremento en los precios. Aquí se ubicaron solo el pan y el chayote. En este caso, si el precio del pan aumenta en un 1%, el consumo se reduce en un 0,38%. En el caso del chayote, si este sube su precio en un 1%, la cantidad adquirida se reduce en un 0,17%.
2. El de alimentos pocos sensibles, pero con elasticidad positiva. Es decir, aunque el producto aumente su precio, su consumo también aumentará. Aquí están las tortillas y el atún. En este caso, si el precio de las tortillas aumenta en un 1%, la cantidad consumida incrementaría en un 0,02%. En el caso del atún, si este se encarece en un 1%, la cantidad consumida sube en un 0,06%.
3. En el tercer grupo se encuentran los alimentos insensibles al precio. En otras palabras, su consumo será similar siempre, sin importar cuánto pueda incrementarse su precio. Ahí están todos los demás alimentos mencionados. Esto significa que el grueso de productos alimenticios de primera necesidad para los hogares siempre será consumido, aunque estén más caros.
Afectación
Entonces, si los alimentos suben su precio y los ingresos no aumentan, o incluso disminuyen, y si a eso le sumamos los escasos recursos de las familias bajo la línea de la pobreza: ¿Cómo hacen esos hogares para seguir adquiriéndolos?
Esos hogares bajan los gastos en otros rubros, como bienes y servicios y, por lo tanto, se perjudica la calidad de vida. Esto significa menos gasto en temas como salud, vivienda, educación o recreación, por citar cuatro ejemplos.
Además, se corre el riesgo de que una pequeña parte de esas familias busque formas ilícitas de ganar dinero para satisfacer otras necesidades, según Sequeira.
Eso mismo ocurrió durante la pandemia. La reducción en los puestos de trabajo y en las ventas de diversos productos o servicios, acompañado de un incremento en los precios de algunos insumos, hizo que las familias renunciaran a bienes y servicios que pueden ser trascendentales para su bienestar.
Sequeira urgió al Gobierno diseñar políticas económicas que controlen mejor la escalada de precios o aumentar los ingresos de las familias más vulnerables por medio de las transferencias sociales, así como dar seguimiento al uso de estos recursos.
