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“Valientico sin la doña”

Por Agencia | 23 de Mar. 2025 | 4:51 am

El asunto simplemente había pasado de castaño a oscuro. La situación se había vuelto intolerable, pues cada vez que pasaba frente al negocio de abarrotes, aquel "galán de mostrador" la hacía acreedora de todo tipo de piropos. El problema no eran los halagos, que, por bella, los tenía más que merecidos, sino las faltas de respeto. Aquel "buenos días guapa" era muy repulsivo tanto por el tono siseante (cual serpiente del paraíso) y la mirada lujuriosa de "viejo cochino". Lo particular del asunto, es que aquella escena se repetía todas las veces que ella pasaba frente al establecimiento comercial, siempre y cuando se diera una única condición: que la esposa del susodicho galanazo no estuviera presente. Así pues, aquel fulano tenía muy claros los límites de sus avances donjuanescos, todos ellos marcados por la no presencia de su mujer, quien de vez en cuando solía acompañar a su marido al trabajo.

El piropo suele definirse como un dicho breve con el que se ensalzan las cualidades de alguien, especialmente la belleza de una mujer. Los hay de todos los tipos y colores, y no suelen estar condicionados a una clase social en particular. Los hay agradables y que pueden tener su génesis y expresión en el contexto y condiciones, por ejemplo, del estilo "se escapó un ángel del cielo" o algunos otros tan obscenos como el "salario" del pachuco de cuello blanco, que es mejor no repetir en estas líneas en honor de las "sanas y buenas costumbres".

Excepto las letanías, que según explicó un sacerdote, son piropos a la Virgen, nadie, ni hombre ni mujer deberían ver vulnerada su intimidad por comentarios de terceros, aunque se hagan con buena intención, la mayor de las veces están fuera de lugar. Toda persona tiene derecho a ir y venir por la vida sin temer la posible agresión verbal por sus cualidades físicas, por su indumentaria o por la capacidad en cuanto a aquello que si "Salamanca no da, natura no presta". Para algo existe la Ley 9877 denominada "Ley contra el acoso sexual y callejero" que debería leerse y estudiarse en familia, para que los padres y madres, al ser los primeros educadores de sus hijos e hijas, enseñen a respetar a la prójima y al prójimo (sí, los varones también son acosados), además por supuesto, de dar el ejemplo, que es la mejor manera de educar.

Como buena conocedora de las leyes, la protagonista de esta historia decidió seguir el debido proceso para evitar el acoso de aquel moscardón (palabra utilizada para referirse coloquialmente al hombre impertinente que molesta con pesadez y picardía). Primero sería la indiferencia (no funcionó); luego los gestos de desaprobación (tampoco funcionaron) y por último el enfrentamiento directo y verbal.

Como era mujer de pocas palabras, planeó con exactitud milimétrica lo que le diría a aquel hombre ante un nuevo avance "enamoril". La ocasión no tardó en llegar, y como era de esperarse, sin la presencia de la cónyuge de aquel comerciante venido a Don Juan. Aquella tarde soleada al pasar frente al negocio, la muchacha escuchó para su pesar el combo del "buenas mi amorsh" acompañado de la pronunciación y mirada libidinosas. Ella se detuvo, le miró de frente y de la manera más amable le espetó de la manera más enfática: "¡¡¡Buenas tardes… valientico sin la doña, verdad!!!". Cuenta la historia que desde aquel entonces se acabaron los indeseables piropos hacia la noble y gentil dama.

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