Un lazo que se dibuja con amor: la historia de cómo un papá y su hijo cambiaron sus vidas gracias al arte
El amor de un padre por su hijo puede romper barreras y abrir caminos inimaginables. La historia de Juan Manuel Gallardo y su hijo Marcelo es un ejemplo poderoso de cómo el arte no solo transforma vidas, sino que también fortalece lazos.
Juntos han dejado huella en quienes los rodean, marcando no solo su propio destino, sino también el de muchos estudiantes que hoy se inspiran en su recorrido.
Actualmente, ambos se desempeñan como profesores de arte en la Casa del Artista, un centro cultural en Costa Rica que promueve las artes plásticas y visuales. Allí, niños y adultos llegan para aprender de grandes artistas que comparten su conocimiento y talento.
Juan Manuel y Marcelo los reciben con entusiasmo y entrega. Además, cuentan con un pequeño estudio en su hogar, donde trabajan como artistas independientes, atendiendo distintos encargos.
Cada vez que se unen para crear, no solo se refleja su dominio artístico, sino también el profundo amor que comparten como padre e hijo. Pero detrás de ese éxito existe una historia de afecto y compromiso familiar que los impulsó a llegar hasta donde están hoy.
Juan Manuel siempre fue un apasionado del dibujo, pero, debido a las responsabilidades de llevar el sustento al hogar, tuvo que dejarlo de lado. Con el paso del tiempo, vio crecer a Marcelo, quien pasaba horas frente al papel, dibujando en silencio.
Aunque no hablaba mucho, el lápiz era su forma de comunicarse con el mundo, y Juan Manuel reconoció en él el mismo amor por el arte. Fue entonces cuando le dijo: "Marcelo, yo dejé de dibujar, pero nunca dejé de observar. Aprende a dibujar y vas a ver cómo te vas a convertir en un monstruo".
Cuando Marcelo terminó el colegio, no sabía qué estudiar. Su dificultad para socializar lo frenaba. Aunque amaba dibujar, no estaba seguro de seguir ese camino.
Con valentía, le confesó a su padre su deseo de tomar clases en la Casa del Artista. Con una gran sonrisa, Juan Manuel le contestó: "¿Y si llevamos clases juntos?".
Así inició una aventura que los llevó a redescubrirse como familia y a construir un camino compartido en el arte. Juan Manuel hizo a un lado parte de su rutina para asistir a clases junto a su hijo.
Aunque al principio la experiencia fue un poco "rara", como ellos mismos lo admiten, descubrieron poco a poco que esa decisión les cambiaría la vida. La timidez que tenía "Chelo", como él le dice, desapareció.
Cuando vamos a una clase, yo ya me siento solamente a escucharlo. Marcelo ha cambiado, ya es otra cosa, destacó Juan Manuel.
Para él, su hijo es su alma gemela:
Me encanta disfrutar de ese espacio con él,menciona.
Ambos han madurado juntos y se han admirado mutuamente.
Cuando comenzamos a admirar el uno al otro las cualidades que teníamos, fue más fácil, añade Juan Manuel.
Marcelo siempre destaca que no hay "un secreto o truco" para reflejar el arte, pues asegura que todos pueden hacerlo.
No hay un secreto para dibujar. Dibujar es como escribir: todos podemos, pero cada quien tiene la letra diferente, explica.
Hoy en día, las personas reconocen la pasión con la que ambos imparten sus clases. Y es que no solo se trata de enseñar técnicas artísticas, sino de transmitir valores, amor y dedicación. Son considerados dos de los artistas más reconocidos de la Casa del Artista, y cualquiera que los observa nota de inmediato el lazo inquebrantable que los une como padre e hijo.
Tenemos el don, hoy en día, de generar amigos y dar clases. Ya hasta cotizamos, nos hacen encargos y, hasta el día de hoy, seguimos juntos. Hasta que ya no tenga vida, mencionó Juan Manuel.





