Un gato manchado no puede ser un jaguar
Aunque parezca caricaturesco, algo común en los exabruptos del aspirante a Estadista que aún ocupa la silla en Zapote, Costa Rica más se parece a un gato con manchas que a un jaguar, ese ser mítico y poderoso que formó parte de la cosmogonía de las culturas indígenas costarricenses.
Además de creer que la Presidencia de la República solo es un concurso de popularidad, la promesa de Rodrigo Chaves Robles de ser un "outsider" al final era puro humo, y terminó como aquellos políticos que durante su meteórica campaña criticó, y para mal de todos sigue divagando sobre la ruta que Costa Rica necesita ante los apremiantes problemas nacionales: la violencia generada por las mafias que operan con absolutas libertades en nuestras comunidades, la ausencia de proyectos país y simplemente a limitarse a concluir los grandes proyectos de infraestructura que se gestaron en administraciones pasadas adjudicando los mismos como logros de su gobierno.
Más allá de tres propuestas, a saber la aprobación legislativa del cambio de jornadas laborales 4-3, la construcción de una ciudad gobierno y el profundo deseo de vender posiblemente a precio ridículo con oferentes escogidos a dedo el Banco de Costa Rica; el gobierno chavista ha sido incapaz de articular una propuesta política viable. A la mitad de la administración Chaves Robles no se conocen iniciativas que transformen la economía costarricense en un verdadero jaguar, sin dejar a nadie a atrás. Porque para decirlo con todas sus letras, resulta muy fácil tener una economía holgada cuando un hogar no paga los servicios públicos, reduce sensiblemente la compra del diario, compromete los gastos en educación, de salud, de reparación del inmueble que se habita, o dejar de pagar los compromisos financieros. Es decir, lo "bollante", como afirma una abuelita de Purral, es más una fantasía que el menor imprevisto terminará por derrumbar, que en el caso nacional es producto de la vuelta al bolsillo que el gobierno Carlos Alvarado le hizo a la ciudadanía y a los trabajadores e instituciones del sector público con el salvaje ajuste fiscal cuyos réditos ahora son ahora recogidos por Chaves.
Es totalmente ridículo que como país nos comparemos con grandes felinos mientras el sistema educativo se derrumba, la inseguridad compromete seriamente el normal desempeño de la vida ciudadana y destruye nuestra imagen turística internacional, cuando nuestro sistema de salud está siendo vulnerado desde las bases para fortalecer un modelo privado dolarizado e incluso cuando miles de personas han sido expulsadas del mercado laboral ya cansadas de buscar empleos ante la ausencia de oportunidades.
Las narrativas de ficción escritas por pésimos asesores en comunicación política se sostienen con alfileres en una pared azotada por ventiscas de pobreza galopante, aunque las cifras macroeconómicas dibujan un país jaguar pintando con crayolas de kindergarten. Al desagregar los datos la realidad desnuda a una sociedad donde la desigualdad es evidente: en una década la inversión se redujo doce puntos porcentuales, se recortaron presupuestos al Ministerio de Educación Pública, a las universidades estatales y casi una tercera parte de las becas a estudiantes en condición pobreza. Además, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Costa Rica tiene el mayor índice de pobreza entre sus países miembros: más del 20% de la población, y tal como juega este jaguar ese número crecerá en los próximos lustros como resultado de las políticas de recortes indiscriminados de Chaves, sin importar a cuantos deje muertos el felino ficticio que habita entre los pasillos de Zapote.
Matonismo versus la felinidad
Aunque quien suscribe no tiene formación en psicología, si es posible afirmar que la matonería chavista al final del día es un viejo y conocido recurso retórico para no aceptar ante los 350000 costarricenses que lo eligieron en primera ronda (menos del 10% del padrón electoral del 2022) su incapacidad y el absoluto desconocimiento del sistema político costarricense, de sus pesos, contrapesos y los poderes fácticos que lo sustentan. Y para peores, ahora enfila sus ataques a la Constitución Política la que considera como algo accesorio, una aspiración o una piedra en los zapatos de quien ostenta la Presidencia de la República y su principal acólita legislativa, Pilar Cisneros, la ahora experiodista y otra de las aprendices en política nacional cuyos discursos contra la institucionalidad y la división de poderes se interpretarían como sedición en cualquier democracia moderna.
Así las cosas, al parecer durante los últimos 24 meses de la administración chavista seguiremos escuchando fábulas de grandes felinos cuando ni siquiera podemos pararnos ante un estrado mundial sin taparnos la cara ante el retroceso en el respeto al ejercicio periodístico, el uso de la pauta publicitaria estatal para acallar voces o premiar a esbirros, la reducción considerable de la inversión social, la imparable ola de homicidios y sobre todo, por los discursos sediciosos que más pronto que tarde tomarán la vida de jueces, magistrados y políticos de oposición a manos de grupúsculos apoyados desde Zapote, una apuesta peligrosa que en otros países se ha convertido en el caldo de cultivo de insurrecciones civiles que han cobrado miles de vidas inocentes en aras de mantener el culto a caudillismos mesiánicos y autoritarios.
Si, Chaves Robles y su equipo de asesores deben considerarse un riesgo real para el futuro del país. Las amenazas solapadas a funcionarios de otros poderes de la República y los llamados a desconocer su rol en el sistema político, los promoción implícita a un insurrección civil con la excusa darle voz a la ciudadanía y las amenazas ya expresadas por algunos "líderes independientes" que apoyan el discurso incendiario de Chaves contra diputados y jueces tienen tomarse muy en serio. Ninguna democracia del mundo está exenta de tambalearse, prueba de ello son el ataque al Capitolio estadounidense en 2021 o la irrupción armada de Bukele al parlamento salvadoreño en febrero 2020.
Ya nuestros abuelos dejaron su sangre para construir la República que hasta hoy hemos vivido, que sin duda requiere reformas urgentes pero no a costa de un gato jugando al jaguar dejando en su camino muertos y sangre de inocentes.
Periodista con 30 años de experiencia en la cobertura de temas culturales, políticos, ambientales y género