En días pasados un grupo de diputados costarricenses, de diversos partidos representados en el Parlamento fueron invitados a un intercambio con sus pares nicaragüenses. El viaje fue realizado en días no hábiles y no representó gastos para las arcas nacionales, pues todo fue financiado por el parlamento nicaragüense y por un organismo internacional interparlamentario.
Lo primero que debe quedar claro es que el turismo político es de larga data y que ese viaje no tiene ninguna novedad.
Tampoco es representativo de los altísimos costos de otros periplos que con frecuencia realizan nuestros gobernantes.
Viajes del actual Poder Ejecutivo son ejemplarizantes de altísimos costos y de evidentes contradicciones políticas.
Se hizo una gran alharaca de este viaje que acaparó muchos espacios de noticia por más de una semana. Hasta el Canciller de la República, Manuel González, que se encuentran con sus acciones a la baja -luego de "affaire" brasileño en la ONU- aprovechó el evento para intentar reposicionarse y sacar réditos políticos. Pero lo peor de todo fueron las abundantes muestras de una xenofobia exacerbada en diversos sectores, lo que ha venido creciendo sin ton ni son y que ya ni siguiera se solapa.
Algunos casi que proponen una guerra fría con el vecino del norte, otros también la quieren, pero la prefieren caliente. En momentos en que más se requiere mejorar las relaciones políticas entre ambas naciones, se sataniza cualquier intercambio con el vecino del norte.
Igual sucedió hace algunos meses cuando el Ministro de Seguridad, Gustavo Mata, visitó ese país, y el Canciller le desacreditó como representante de las relaciones exteriores sobre las cuales él reclama un monopolio. Mismo argumento utilizado para el viaje de los diputados.
Ahora bien, ¿Cuánto ha hecho o dejado de hacer el actual Canciller para mejorar estas relaciones? Eso no quiere decir que se deban obviar las disputas limítrofes, pero sí promover puntos de encuentro. ¿Lo habrán hecho los diputados?
A diferencia de los límites, las fronteras son porosas y permiten el intercambio constante entre quienes viven a sus orillas. Por su parte, los límites son muy oportunos y explotados por algunos políticos -de ambos lados- para elevar su popularidad o salir de un bache político sobre la defensa de un chauvinismo enfermizo.
¿ Sabe usted que todos los vuelos San José-Managua salen llenos de empresarios y comerciantes costarricenses que todos los días, y otros tantos también, intercambian y hacen negocios con empresarios nicaragüenses? No desaprovechan así la oportunidad de hablar con funcionarios y gobernantes de Nicaragua. Son empresarios que alaban las facilidades, los pocos impuestos y la poca tramitología existente en Nicaragua para invertir y montar un negocio.
¿ Sabe usted que a nuestro aeropuerto Daniel Oduber, en Liberia, llega gran cantidad de turistas que entre sus tours tienen visitas por tierra a Granada -lindo lugar- y más, todo organizado por agencias de turismo costarricense?
¿Sabía usted que los nicaragüenses y costarricenses que habitan en ambos lados de la frontera viven en paz, intercambian día a día, tienen amistad, relaciones familiares y ambos han sido históricamente abandonados por las políticas públicas de sus gobiernos?
Al final de cuentas el pleito es entre algunos "políticos" -de ambos países- que creen que es rentable electoral y políticamente mantener la llama de la discordia encendida, y así hacen poco por mejorar un "matrimonio" que ni la muerte podrá separar.
Desde los medios se generan terceras opiniones que alimentan una xenofobia imprudente y revanchista, que como producto solo discordia y guerra podrán traer.
Nuestra antigua tradición democrática y nuestra apreciada idiosincrasia no nos deberían permitir obviar el respeto por la autodeterminación de cada nación.
Podemos expresar nuestras posiciones y desacuerdos; mas nunca intentar anteponer lo que los propios habitantes de otras naciones no tienen valor ni disposición para alcanzar y defender con acuerdos que les permitan vivir en armonía.
Ahora bien, la única equivocación que encontré en las declaraciones de uno de los diputados viajeros fue el pedir fronteras abiertas entre ambas naciones; desconociendo que hace años, décadas, esa frontera por nuestra parte está más que abierta -descuidada- tanto como la del sur e igual que nuestros mares. Eso se debe regular y controlar por el bien de nuestra seguridad social y ciudadana, para que la migración a nuestro país sea mucha, pero planificada y bienvenida para el crecimiento humano, social y económico de toda la nación y sus habitantes.
Claudio Alpízar Otoya
Politólogo