¿”Chepea” celulares ajenos? Psicólogos advierten de violencia digital y posibles delitos

Revisar el celular de una pareja, familiar, amistad o compañero de trabajo no es una simple curiosidad, sino una forma de violencia digital y psicológica que vulnera derechos fundamentales como la privacidad, la autonomía y la dignidad humana. Así lo advirtió Tatiana Cartin, docente de Psicología de la Universidad Fidélitas.
Según explicó la profesional, cuando este tipo de conductas se repiten dejan de ser una invasión aislada a la intimidad y pasan a formar parte de dinámicas de control que buscan limitar la libertad de la persona afectada.
Desde el punto de vista legal, en Costa Rica esta práctica puede encuadrarse como delito bajo distintas normativas. Entre ellas se encuentran la violación de comunicaciones, contemplada en el artículo 196 del Código Penal, y el acceso indebido a sistemas informáticos, establecido en el artículo 217 bis.
Además, en el caso de las mujeres, podría constituir violencia psicológica según la Ley de Penalización de la Violencia contra las Mujeres (N.° 8589).
A esto se suma la Ley General de Protección de Datos Personales (N.° 8968), que garantiza el derecho a la protección de las comunicaciones privadas y subraya el carácter inviolable de la información personal.
Desde una perspectiva ética y de derechos humanos, "chepear" un celular también implica una violación directa a principios como el respeto por la autonomía individual, la confidencialidad y la dignidad humana, tal como lo establecen la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Graves consecuencias emocionales
Las repercusiones para quienes sufren este tipo de invasión van mucho más allá de una molestia momentánea.
"Se genera un ambiente de desconfianza, miedo y humillación. En algunos casos, la persona afectada puede desarrollar síntomas de trastorno de estrés postraumático (TEPT), perder su autoestima e incluso aislarse socialmente", señaló Cartin.
Este tipo de espionaje es más común en relaciones de pareja marcadas por celos, control o violencia, aunque también puede presentarse en contextos laborales o familiares. Adolescentes y personas jóvenes figuran entre las poblaciones más vulnerables.
Una práctica que se normaliza
La docente alertó sobre la normalización de estas conductas mediante frases como "si no tienes nada que esconder, no debería molestarte". Para Cartin, este tipo de discursos perpetúan la violencia digital y trasladan la culpa a la víctima.
Finalmente, Cartin insistió en la importancia de identificar las señales de alerta en quienes recurren a estas prácticas.
"Celos excesivos, inseguridad, necesidad de control y normalización de la vigilancia son indicios de conductas abusivas que no deben ser toleradas. La privacidad es un derecho, no un privilegio. Protegerla es clave para construir relaciones sanas y respetuosas en todos los ámbitos de nuestra vida", concluyó.