La libertad de expresión es algo sencillo pero, a veces, no lo comprendemos. Consiste en poder decir, con respeto, lo que pensamos con toda libertad y sin temor alguno. En eso se resume el derecho que los demócratas debemos promover y defender.
Este derecho nos obliga a tolerar la diversidad de opiniones, porque con esa variedad de criterios se construye un sistema democrático, permitiendo el libre flujo de ideas sin obstáculo alguno. Pero, para lograrlo, se requiere tolerar las opiniones de las demás personas, aunque nos incomoden.
Los autoritarismos no toleran voces disidentes, ni que les lleven la contraria. Desean imponer su verdad a toda costa y silenciar todo aquello que se les oponga.
El panorama mundial no es halagüeño para las democracias. Según el Informe V-Dem 2025 el 72 % de la población mundial viven bajo regímenes autocráticos.
Hoy día vivimos una lucha dentro de muchos de los 88 países que todavía se pueden considerar democracias, para evitar que personas autoritarias tomen el control y pongan en jaque este derecho fundamental.
¿Cuáles son algunas de las acciones que atentan contra de la libertad de expresión?
• Restringir y dificultar el acceso a la información pública para que los habitantes no conozcan cómo se administra el Estado. No se le da la información a la prensa oportunamente, se manipulan las conferencias de prensa, se niegan entrevistas solicitadas por los informadores y se amedrenta a la prensa critica. El propósito es suprimir toda narrativa contraria a quienes detentan el poder.
• Otra acción es debilitar el estado de derecho, golpeando constantemente a otros poderes de la República para eliminar los contrapesos constitucionales. Atacar al Poder Judicial, más si conduce procesos de investigación que involucran a los gobernantes. Enfrentar al Poder Legislativo si se opone a los caprichos de turno y desde ahí se critica y se denuncia. Minar a los órganos de supervisión y control como la Contraloría General de la Republica por ser vigilante del respeto a la ley y los procedimientos de contratación. Las dictaduras generalmente contratan a dedo las obras públicas y con las manos llenas reparten entre sus amigos y aliados para mantener lealtades.
• Los nuevos aprendices de dictadores también desarrollan mecanismos de propaganda y manipulación, utilizando las nuevas tecnologías y las redes sociales. Es así como promueven cadenas televisivas y de redes sociales, no para informar en forma seria y responsable, sino para orquestar campañas de desinformación y estigmatizar a quienes los critiquen. Se aprovechan del podio usando ese "megáfono" sofisticado para denigrar y burlarse de sus opositores con el fin de polarizar y sembrar desconfianza entre la población. Así se destruye la democracia y se debilita la convivencia social.
• Algunos países que van perdiendo la democracia con más rapidez y violencia criminalizan al periodismo y a los activistas de derechos humanos con encarcelamientos arbitrarios, sin el debido proceso y con violencia física. Recurren a cargos falsos como difamación o terrorismo, para silenciar toda oposición posible.
• Muchas personas que no comparten las acciones de quienes detentan el poder también sufren, en algunas naciones, vigilancia física y son espiados con medios tecnológicos para generar miedo y autocensura.
• Otra señal preocupante es limitar el acceso a financiamiento de los medios informativos independientes y usar las licencias de frecuencias de radio y televisión para atemorizar, chantajear y amenazar el derecho de todos a estar permanente bien informados.
La libertad de expresión es la primera línea de defensa de cualquier sociedad democrática y, por tanto, también el primer objetivo de los autoritarismos. Por eso se requiere rechazar desde cualquier intento de censura indirecta hasta las formas más sofisticadas de represión.
La defensa de este derecho no puede recaer únicamente en los medios y periodistas que resisten en contextos adversos. Los ciudadanos, las instituciones democráticas, las empresas y la sociedad organizada deben participar de la defensa para que todos y todas vivamos en democracia y con plena libertad.
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Por Gabriel C. Salvia