Logo
Entretenimiento

¡Qué no panda el cúnico! El Chapulín Colorado saltó en el episodio 3 de ‘Chespirito: Sin querer queriendo’

Por Por Víctor Fernández G., Por Víctor Fernández G. | 20 de Jun. 2025 | 12:48 pm

Luego de dos entregas que abrieron el telón tras bambalinas, Chespirito: Sin querer queriendo alcanza en su tercera semana su capítulo más sólido hasta ahora. El foco de la serie original de la plataforma Max (o HBO Max, de nuevo) está puesto casi por completo en el nacimiento del Chapulín Colorado, ese héroe torpe, pero valiente que terminaría por robarse el corazón de América Latina. Y con él, también llega la mejor actuación de Pablo Cruz Guerrero en lo que va de la serie.

A diferencia del tono más rígido o cronológico de los episodios previos, este capítulo  apuesta por una narración que roza el realismo mágico. La creación del Chapulín parece más inspiración divina que un producto del taller de escritura. Las frases que todos conocemos —“¡Que no panda el cúnico!”, “¿Y ahora quién podrá defendernos?”— no emergen como líneas de libreto, sino como ocurrencias familiares que se van asentando con gracia en el imaginario. Las hijas de Roberto Gómez Bolaños, una de ellas productora de la serie, se atribuyen aquí buena parte de la gracia verbal del personaje.

El Chapulín Colorado es, según este retrato, mucho más que una parodia de los superhéroes gringos. Es la encarnación del padre que espanta monstruos con solo revisar debajo de la cama, el que vence el miedo con valentía titubeante y mal chiste en la boca. Es, como dice el propio Roberto en la ficción, el superhéroe con el que los hijos idealizan a sus padres. Este episodio, de alguna forma, revela la receta secreta de la Coca-Cola: la razón por la cual este héroe latinoamericano de pacotilla sigue siendo un mito entrañable décadas después.

Pablo Cruz Guerrero, como Chespirito, se luce. Finalmente, tiene un episodio completo para él, y lo aprovecha al máximo. Su dominio del gesto mínimo, del tono de voz y del ritmo del personaje alcanza un nivel tan natural que uno por momentos olvida que se trata de una actuación. Es una interpretación cargada de respeto, que no busca imitación sino encarnación.

La historia del Chapulín se presenta como una carrera contra el tiempo. Tras su salida de Los Supergenios de la Mesa Cuadrada, por conflictos con la televisora, Chespirito necesita con urgencia un personaje nuevo. Lo desarrolla casi a escondidas, con el apoyo de Mariano Casasola (Rolando Breme), personaje que hace del legendario director Enrique Segoviano, aunque sin usar su nombre real —como también sucede con los personajes que representan a Florinda Meza y Carlos Villagrán, para evitar posibles líos legales.

“Mariano” se convierte en cómplice técnico de Gómez Bolaños, y le demuestra que con ingenio y pocos recursos también se puede sacar adelante una producción. El Chapulín Justiciero fue el primer nombre del personaje; luego se cambió a Chapulín Colorado. El traje, inicialmente verde y amarillo, tuvo que modificarse debido a problemas con el uso del chroma key (técnica de fondo verde empleada en efectos visuales), y pasó a ser rojo. El logotipo de la CH en el pecho fue diseñado por el propio Roberto, y cosido por su esposa Graciela Fernández (Paulina Dávila).

Graciela no solo confeccionó el traje. También inventó las antenitas de vinil —adaptando un brasier con creatividad artesanal— y aparece en este capítulo como una figura esencial para la gestación del héroe. La serie casi sugiere que el Chapulín es tan hijo de ella como del propio Roberto y se echa de ver la intención de Roberto Gómez Fernández y su hermana Paulina, productores y guionistas de Sin querer queriendo, por posicionar a su madre dentro de esta “nueva historia oficial”.

Y es que el episodio también intercala escenas en 1978, durante la grabación de El Chavo en Acapulco, que sigue siendo el hilo conductor del drama. Ahí, la dinámica familiar ya está fracturada. Graciela carga con el peso de los seis hijos mientras Chespirito se muestra cada vez más distante, casi aburrido del trajín doméstico. La empatía que mostró años atrás, cuando ella le pedía brazos extra para ser mamá, esposa y costurera, parece haberse diluido. Las diferencias se hacen más notorias cuando entra en escena Margarita Ruiz (Bárbara López) —el personaje que representa a Florinda Meza—, pareja de Mariano y cada vez más cercana a Roberto. Y acá, de nuevo, se evidencia la intención de la familia Gómez Bolaños de posicionar a “Margarita” como la villana en contraposición a la buena Graciela: sus apariciones son esporádicas y usualmente solo en función de reforzar el descalabro de la familia de Chespirito.

Volviendo a lo que sí está bien logrado, en el episodio hay guiños que se agradecen: mientras escribe en su máquina, Chespirito hojea un libro de Charlie Chaplin, su declarado modelo. Un resbalón accidental en las escaleras se convierte en el momento eureka para adoptar la comedia física que marcaría a todos sus personajes. Y en uno de los easter eggs mejor logrados hasta ahora, un ruido afuera de la casa hace pensar a la familia que algo anda mal. Cuando Roberto se asoma, ve a un ratero huyendo… con la silueta y torpeza del futuro Chómpiras.

Este episodio logra explicar por qué el Chapulín Colorado se convirtió en una figura única en la cultura latina: por su imperfección, su ternura, su torpeza valiente, y porque detrás de su corazón gigante hay toda una red de relaciones familiares, conflictos, inventiva y cariño que lo hacen mucho más real que cualquier superhéroe en capa.

El próximo capítulo estará dedicado a la creación de El Chavo del 8. Y también es de esperar que se ahonde en el conflicto con Quico, a quien los guionistas le dieron descanso esta semana.

Los capítulos de estreno de Sin querer queriendo debutan los jueves en el servicio de streaming Max.

 

OPINIÓNPRO