¿Qué huella deja Robert Redford en Hollywood y en el cine mundial?
(AFP) Robert Redford, fallecido el martes a los 89 años, fue un ícono del cine de las últimas seis décadas. Con su insolente belleza, encarnaba un ideal del Estados Unidos ambientalista, comprometido, independiente y próspero.
Demócrata convencido, defensor de las tribus indígenas y los paisajes nativos, el vaquero de largos cabellos dorados buscó toda su vida forjar su propio camino, a cierta distancia de Hollywood.
En este camino fundó el "Festival de Cine de Sundance", que se ha convertido en el referente internacional de las producciones independientes.
También trabajó para los grandes estudios, que le ofrecieron unos 70 papeles, siete de ellos bajo la dirección de Sydney Pollack.
En su mayoría fueron personajes positivos, comprometidos ("Los tres días del cóndor"), románticos ("El gran Gatsby"), simpáticos incluso cuando encarnaba a ladrones, como en "Butch Cassidy and the sundance kid" (1969) o "El golpe" (1973).
Participó en filmes icónicos como "Jeremiah Johnson (Palma de Oro en 1972), "Todos los hombres del presidente" (cuatro Óscar en 1977) o "Out of Africa" (siete Óscar en 1986), que lo entronizó como el arquetipo de amante ideal.
La Academia nunca le premió un papel concreto, pero le otorgó el Óscar a mejor película y mejor dirección en 1981 en su debut como realizador con "Ordinary People" (Gente corriente, Gente como uno) y le concedió en 2002 una estatuilla por toda su carrera.
Defensor de la naturaleza
La imagen glamorosa siempre le molestó. "Soy un chico común y corriente con cabello rubio", pregonaba, recordando que nadie lo consideraba guapo cuando era un desconocido y estaba desempleado.
El "chico de oro" llegó a afirmar que su físico podría haber obstaculizado su talento, como sucedió con "El graduado" (1966). El director Mike Nichols comentó entonces que Redford nunca habría sido creíble en la piel de un estudiante fracasado.
Desde mediados de la década de 1970, cuando "Butch Cassidy", "Nuestros años felices" y "El golpe" lo transformaron en el rey de la taquilla, optó por "refugiarse cada vez más en la naturaleza".
Por entones, se construye una casa y una vida en las montañas de Utah, en un lugar que bautiza "Sundance", en homenaje a "Sundance Kid", su primer gran personaje, que le debe a su amigo Paul Newman.
"No quería la fama. Me cayó encima y me vi obligado a aceptarla", confió en 2013 a la revista francesa Télérama. "Algunos hacen terapia. Yo tengo a Utah".
Junto a su esposa, una mujer mormona -cuya vida compartió durante 27 años-, y sus hijos (el mayor murió en 2020), este californiano nacido el 18 de agosto de 1936 en Santa Mónica, construyó una especie de utopía ecológica: su propiedad cuenta hoy con miles de hectáreas, incluyendo una estación de esquí, una granja y un criadero de caballos.
Meca del cine independiente
Lejos de los dictados de Hollywood, Redford creó en 1981 el Instituto Sundance, un laboratorio para jóvenes directores estadounidenses y extranjeros.
En 1985, asumió la dirección de un festival local y le dedicó todas sus ganancias. Desde entonces, Sundance se fue convirtiendo en el lugar de encuentro mundial de documentales comprometidos y películas independientes.
De allí surgieron Quentin Tarantino, Robert Rodríguez, David O. Russell, Steven Soderbergh y Jim Jarmusch.
Superados sus cuarenta años, Redford se planteó ir dejando la actuación para dedicarse a la dirección y a su festival.
Autor de nueve largometrajes, ganó el Óscar a mejor película y mejor director con su ópera prima, "Ordinary people", en 1981.
Ocho años después dirigió "Milagro", donde narra las tribulaciones de un campesino mexicano que lucha contra las multinacionales.
Sin ser un revolucionario, le gustaba cuestionar el poder ("Leones por corderos", 2007) y las instituciones ("The company you keep", de 2013) y las sirenas del dinero ("Quizz show", 2014).
Pero es como defensor de la naturaleza que alcanzó sus mejores resultados, con "A river runs through it" (1992) y "The horse whisperer" (1998), dos inmensos éxitos populares.
En 2018, justo después de "The old man and the gun", el octogenario con el rostro curtido por el sol y el viento del aire libre, anunció su retiro y su regreso a la pintura, su primera vocación.