Logo

¿Por qué Trump está tan obsesionado con el Nobel de la Paz?

Por Gustavo Arias | 9 de Oct. 2025 | 3:24 am

Donald Trump persigue un reconocimiento que se le resiste: el Premio Nobel de la Paz. El galardón se ha convertido en una de sus mayores fijaciones políticas y personales.

"Se lo dieron a Obama y ni él sabía por qué", repite en entrevistas. Para Trump, la imagen de su antecesor recibiendo el Nobel en 2009 por promover la diplomacia global sigue siendo una herida abierta. Desde entonces, el premio simboliza algo más que un trofeo: representa la validación internacional que siente merecer.

Una búsqueda que raya en la obsesión

Desde su primer mandato, Trump intenta proyectarse como un "presidente de la paz". Su equipo y aliados repiten esa narrativa. El propio mandatario asegura que, sin su intervención, el conflicto en Ucrania "habría terminado en una guerra mundial".

Ante las cámaras, afirma que el Nobel sería "un gran honor", pero insiste en que su objetivo real consiste en "salvar vidas". Sus críticos, sin embargo, interpretan esas palabras como una mezcla de vanidad y cálculo político.

La campaña desde la Casa Blanca por el Nobel

La administración estadounidense promueve la idea de un "clamor mundial" para premiar a Trump. Exhibe una lista de países —Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Gabón, Pakistán y Ruanda— cuyos líderes habrían respaldado su candidatura.

Entre los apoyos también destaca el del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien incluso le aseguró en privado haberlo nominado. Otros mandatarios, como Ilham Aliyev de Azerbaiyán, también expresaron públicamente que Trump debería recibir el galardón.
Desde su primer mandato, congresistas republicanos y simpatizantes han enviado constantes nominaciones a Oslo, reforzando la narrativa de que Trump merece el Nobel.

Obama, la sombra que lo persigue

La raíz emocional de esta fijación tiene nombre: Barack Obama. En 2009, Obama recibió el Nobel nueve meses después de asumir. Trump considera que fue una injusticia. "Si yo me llamara Obama, me lo habrían dado en diez segundos", dijo en Detroit.

El exasesor John Bolton describe el premio como una auténtica obsesión personal para Trump. "El camino a su corazón es ofrecerle una nominación", declaró a la prensa.

Diplomacia con un ojo en Oslo

En la actualidad, Trump dirige sus esfuerzos hacia Ucrania y Gaza.

En Europa, impulsa una tregua temporal entre Vladimir Putin y Volodimir Zelenski que incluye garantías de seguridad para Kiev y posibles ajustes territoriales en el este de Ucrania.

Para Medio Oriente, Trump presentó un plan de 20 puntos para poner fin a la guerra en Gaza, que incluye la renuncia de Israel a ocupar el enclave y la salida de Hamás del poder. La noche del miércoles, el mandatario anunció que Israel y Hamás alcanzaron un acuerdo para la primera fase de un alto el fuego, que contempla la liberación de los rehenes israelíes que permanecen con vida a cambio de la excarcelación de unos 2.000 prisioneros palestinos.

La Casa Blanca ve en estos esfuerzos una oportunidad para consolidar la imagen de Trump como pacificador. Sus críticos, en cambio, denuncian que se trata de maniobras destinadas a alimentar su narrativa de grandeza personal.

La otra cara: mano dura en casa y operaciones militares

Trump se muestra al mundo como mediador, pero sus políticas internas y acciones militares proyectan una imagen muy distinta. Predominan la mano dura y la fuerza.

Al inicio de su mandato, firmó una orden ejecutiva para frenar la migración irregular y abrir vías para deportaciones aceleradas. Se implementaron vuelos y mecanismos para devolver personas a terceros países, mientras se reforzaba la seguridad fronteriza.

Simultáneamente, la Administración calificó ciertas ciudades como "zonas de guerra" en su retórica pública, justificando despliegues federales y la presencia de tropas cerca de núcleos urbanos. Estados y alcaldes locales se opusieron y presentaron demandas, y expertos jurídicos alertan sobre riesgos para la separación entre fuerzas militares y funciones policiales civiles.

En el Caribe, la mano dura se tradujo en ataques navales. El gobierno autorizó operaciones contra embarcaciones que, según las autoridades, transportaban drogas hacia Estados Unidos. El Pentágono describió las acciones como parte de la lucha contra carteles y delincuencia marítima, pero organizaciones de derechos humanos y especialistas en derecho internacional cuestionaron su legalidad.

Esta combinación —mano dura en casa, deportaciones masivas, tropas en ciudades y ataques navales— choca con la imagen de pacificador que Trump intenta proyectar para fortalecer su candidatura al Nobel.

Validación

La búsqueda del Nobel de la Paz resume mucho más que una ambición personal. Para Trump, es la búsqueda de validación internacional y de reconocimiento que cree merecer, incluso mientras su país permanece dividido y sus políticas internas despiertan críticas constantes.

La paradoja es clara: mientras negocia acuerdos de paz en el extranjero, sus acciones en casa proyectan una fuerza que contradice la imagen de mediador global que tanto desea mostrar. En última instancia, la historia dirá si sus esfuerzos diplomáticos bastan para que el mundo vea en él algo más que un presidente en busca de un trofeo.

Nota del redactor: Esta información fue actualizada para incluir el anuncio del alto el fuego en Gaza.

Comentarios
0 comentarios