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Playa, lujo y narcotráfico: así operaba la red de lavado de “Los Chapitos” en la costa mexicana

Por Gustavo Arias | 17 de Jun. 2025 | 5:33 am

Durante años, José Raúl Núñez Ríos y Sheila Paola Urías Vásquez fueron la imagen del éxito en Mazatlán. Él, abogado y empresario inmobiliario; ella, maquillista profesional y dueña de un spa de lujo. Vivían entre autos de alta gama, eventos sociales y un aparente olfato privilegiado para los negocios.

Pero el espejismo se vino abajo cuando el Departamento del Tesoro de Estados Unidos los sancionó por encabezar una red de lavado de dinero al servicio de “Los Chapitos”, la facción del Cártel de Sinaloa liderada por los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Según la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), Núñez y Urías se encargaban de insertar en la economía formal millones de dólares provenientes del narcotráfico, especialmente de la venta de fentanilo. Lo hacían mediante una red de empresas fachada en los sectores inmobiliario, turístico y de belleza.

Mazatlán: el paraíso inmobiliario bajo sospecha

La operación tomó forma en 2019, cuando Núñez fundó Inmobiliaria Grupo 247. En redes sociales, la empresa vendía el sueño de una vida frente al mar: casas exclusivas, desarrollos en zonas turísticas y oportunidades para inversionistas.

Pero tras esa fachada se movía una maquinaria de dinero en efectivo, facturación inflada y operaciones pensadas para aparentar éxito comercial. Compraban terrenos al contado, levantaban construcciones lujosas y utilizaban clubes de playa, spas y boutiques para justificar ingresos.

Para reforzar la imagen de legitimidad, la pareja adquiría empresas existentes, con historial operativo, lo que dificultaba todavía más rastrear el origen de los fondos. Así se posicionaron, poco a poco, como apoderados o administradores de negocios creados años atrás de manera legítima.

Las piezas del engranaje

Núñez y Urías no actuaban solos. Su estructura incluía al menos 12 empresas, cada una con una función específica: compra de terrenos, construcción, ventas, promoción, renta vacacional y comercialización de servicios.

Una pieza clave del esquema fue el club Sea Wa Beach, con permisos para operar como bar, restaurante, centro de pesca y renta turística. Esta empresa permitía simular ingresos en efectivo, manipular ventas y emitir facturas para justificar el dinero ilícito.

Urías también operaba una tienda de vestidos y un spa que se convirtió en punto de encuentro de modelos, influencers y figuras del espectáculo local. Aunque su rol público era el de empresaria del rubro estético, su nombre también figuraba como accionista o administradora en varias compañías del ramo inmobiliario.

Lavado en medio de la guerra

Desde setiembre de 2024, Sinaloa quedó atrapado en una guerra interna entre “Los Chapitos” y “Los Mayitos”, la facción histórica del Cártel de Sinaloa leal a Ismael “El Mayo” Zambada. La disputa ha dejado al menos 1.405 personas muertas y 1.862 desaparecidas, según registros oficiales.

Sin embargo, la violencia no frenó los negocios. Por el contrario, el auge inmobiliario en Mazatlán se convirtió en un campo de batalla silencioso, donde ambos bandos compiten por lavar dinero que financia armas, sobornos y laboratorios de drogas sintéticas.

Las empresas funcionan como fachadas legales: los proyectos se promocionan, las construcciones se levantan, pero el capital que las impulsa proviene del narco. Cada etapa —desde la compra del terreno hasta la promoción en redes sociales— está diseñada para insertar dinero sucio en el circuito económico formal sin levantar sospechas.

¿Quiénes son “Los Chapitos”?

Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, conocidos como “Los Chapitos”, lideran una de las ramas más violentas del Cártel de Sinaloa. Su padre, Joaquín “El Chapo” Guzmán, cumple cadena perpetua en Estados Unidos desde 2019. Pero ellos han construido su propio imperio, basado en la producción y exportación de fentanilo y el control armado de zonas clave en el noroeste de México.

Su operación es brutal. Su brazo armado, “Los Ninis” —dirigido por Néstor Isidro Pérez Salas, alias “El Nini”— ha protagonizado cruentos enfrentamientos con células rivales en Sinaloa, Sonora y Baja California.

Las autoridades estadounidenses los acusan de operar laboratorios clandestinos, reclutar menores de edad como sicarios y experimentar con mezclas químicas aún más potentes que el fentanilo.

Su principal adversario es el grupo de “Los Mayitos”, leal a “El Mayo” Zambada, detenido en julio de 2024.

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