Nunca se casaron, no usan zapatos y solo suman cuatro dientes
Viven cerca de un barrio rico, en Pozos de Santa Ana, no lejos del centro de la capital.
Esta historia me hizo recordar el anuncio aquel de “solo tengo tres trajes…”. ¿Se acuerdan?
Me di una buena conversada con Juan y Aurora, dos ciudadanos de oro que nada más tienen en común con los hermanos de Pimpinela que siempre andan juntos.
Juan tiene 76 años. Ella 70.
Hace días les seguía la pista. Me llamaba la atención el contraste entre un lujoso Jaguar 4×4 y estos dos ciudadanos de pies descalzos, que pasaban por delante del elegante auto británico con una carga de leña al hombro cada uno. El adelante y ella atrás. Pensé que eran esposos y di con ellos en la casita donde viven, rodeados de residencias de millonarios, en Río Oro de Santa Ana.
Viven con una pensión de 78 mil colones al mes. Leyeron bien: 2.600 colones diarios.
¿Y qué comen? Arroz, frijoles y huevo en la mañana, con café negro. Frijoles, huevo y arroz al medio día. Y arroz, frijoles y huevo, por la noche.
A veces atol de avena para ella. Y muy de vez en cuando, fideos.
¿Y carne?, pregunto. Juan vuelve a ver a Aurora como poniéndose de acuerdo. Pero ambos callan.
¿Pagan alquiler? “No. Es propio”. Y hasta pagan impuesto territorial.
Cuesta creerlo. Estos dos vecinos de Pozos de Santa Ana heredaron un terrenito de tres cuartos de manzana, en el cerro Gavilanes, detrás de donde vive doña Laura Chinchilla. En esa urba hay casas de 4 millones de dólares. ¿Y saben qué? Un fulano se compadeció y le dio a Juan 2,5 millones de colones por la propiedad. Con eso él compró el pedacito donde viven. Y supongo -porque no me lo dijo- que se dio algunos gustillos atrasados.
Primero eran solo latas de zinc. Luego, la municipalidad local les ayudó con una casita prefabricada de 30 metros cuadrados. Todo está “ahumado”. El fogón no tiene chimenea y el humo se apodera de cuanto rincón tiene la casita.
¿Y de dónde agarran los huevos? Aurora destapa una jaula junto a la mesita donde comen y me enseña un gallo y una gallina. ¿Y el gallo para qué? Lo usamos de despertador, cuenta la hermana.
Y dígame una cosa. ¿Por qué no tiene dientes? "Porque el doctor, afirma ella, me dijo que me los sacara para que no me mordiera la lengua. Es que me daban ataques de “pilepsia”.
Increíble. No tiene un solo diente. Y su hermano Juan no se le queda atrás. Arriba tiene un colmillo y una muela y abajo cuatro dientes.
¿Y por qué descalzos? Porque no nos gusta usar zapatos, dicen a coro.
Y no se casaron “porque seguro no nos convenía”.
Cuenta Juan que una vez su hermana fue a San José, a retirar la plata de la pensión. “Un par de señoras la invitaron a un café y de pronto le empezaron a salir chispas de los ojos. Cayó y se clavó una varilla de construcción en la pantorrilla. Lo peor de todo fue que alguien la bolseó y ese mes no tuvimos pensión”.
“Fue que me dio un ataque de pilepsia”, aclara Aurora.
Pedí permiso para volar ojo y tomar unas fotos. Se bañan con agua fría y la ropa la lavan a mano “aunque tengo el hombro jodido”, agrega Aurora. Patio no hay.
Adentro, cerca del fogón hay otras gallinas… jardineras, de huevos chiquiticos. Con razón, digo, comen huevos mañana, tarde y noche.
Estos hermanos Delgado Barrantes no volvieron a ver a sus hermanos. Nacieron 8 en total. “Seguro tenemos sobrinos, pero no los conocemos”, cuenta Juan.
Y dígame una cosa, Aurora. ¿Usted no gestionó una pensión para usted?
“Sí, pero me dijeron que solo una por familia".
Válgame Dios. Estamos llenos de personas como Juan y Aurora, tantos, que harían falta 5 estadios como el Saprissa para albergarlos.
Ya que nunca recibirán moto de lujo, ¿será posible que al menos los ayuden para comer mejor?
Digo, para empezar a cumplir…