Solo el 48% de la mercadería movilizada por la Terminal de Contenedores de Moín (TCM) el año pasado fue inspeccionada por los escáneres instalados con el propósito fundamental de impedir el narcotráfico, dice una auditoría reciente de la Contraloría General de la República.
Ningún puerto del mundo revisa la totalidad de la carga y, si lo intentaran, causarían un exceso de dificultades al comercio y abastecimiento de bienes. La rigurosidad del examen depende del puerto, el destino de la mercadería y su naturaleza. Moín es una ruta vital para la droga enviada a Europa y los bienes exportados desde sus muelles se han prestado, una y otra vez, para disimular embarques ilícitos.
Quizá el porcentaje de revisión deba ser mayor, pero no cabe duda de la imposibilidad de cumplir la absurda promesa presidencial de frenar el tráfico en seco con la instalación de dos escáneres. El 27 de setiembre del 2023, el mandatario Rodrigo Chaves afirmó que, después del lanzamiento de la “Operación Soberanía” –bautizo publicitario dado al emplazamiento de los aparatos y el traslado de la custodia de las instalaciones a la Fuerza Pública– “no ha salido un kilogramo, una onza, ni un gramo” de droga de la TCM.
Múltiples decomisos en Europa han desmentido la afirmación desde entonces, pero habría resultado igualmente fallida si el porcentaje de mercadería revisada fuera mayor. Los escáneres no logran detectar toda la droga y hay formas de contaminar los contenedores después de la inspección.
En setiembre, un embarque de harina de yuca destinado a Amberes, Bélgica, pasó la inspección con más de una tonelada de cocaína y fue detectado en la manga de embarque por el fino olfato de un perro adiestrado. En otras oportunidades, con menos suerte, la droga ha llegado a Europa, no en cantidades de un kilogramo, una onza, o un gramo, sino por toneladas.
Una información reciente de CR Hoy da cuenta del uso, en Europa, de los puertos costarricenses como ejemplo de la vulnerabilidad de los escáneres frente al narcotráfico. Según autoridades del Viejo Continente, citadas por el diario alemán Bild, la banda desarticulada el 11 de este mes traficó, en repetidas ocasiones, grandes cantidades de cocaína hacia sus costas. En total, la investigación permitió incautar 5,4 toneladas en 21 operaciones ejecutadas en Costa Rica, Bélgica, España, Portugal, Alemania y los Países Bajos. Parte de la droga pasó por Moín, sin importar los escáneres, burlados por ingeniosos métodos del crimen organizado descritos en el reportaje de Bild.
Los escáneres son un instrumento valioso para combatir el narcotráfico, pero no la solución mágica pregonada por el gobierno. Todavía más importante es la labor de inteligencia y perfilamiento, pero la Policía de Control de Drogas, especializada en esas labores, fue retirada, casi al mismo tiempo, de puertos, fronteras y aeropuertos.
La “Operación Soberanía”, con todos sus bombos y platillos, es una hoja de parra para disimular una gestión de seguridad ciudadana desnudada por la estadística de homicidios. A eso se debió la hiperbólica declaración del mandatario y la creación de expectativas irreales.
Dos escáneres instalados en Moín no son la solución. Tampoco los dos nuevos, entregados por Estados Unidos hace unos ocho meses para los puertos de Caldera y Japdeva. El narcotráfico persistirá cuando tengamos todos los puertos y fronteras protegidos por vigilancia electrónica, ojalá pronto. Admitirlo es realismo y, también, aceptar la necesidad de fortalecer la lucha contra el crimen organizado con todos lo recursos y técnicas omitidos por el gobierno hasta ahora.