Les decía un francés, bromeando, a sus amigos: Je toujours me lave les mains avant de faire pipi (siempre me lavo las manos antes de hacer pipí). Eso deberíamos hacer todos, antes y después (y a cada rato), para contribuir a disminuir la propagación del virus. Tomar acetaminofén o advil, si es que nos toca la rifa (menos probable que sacarse el acumulado), no sucumbir a la tentación de comprar 50 rollos de papel higiénico a la vez (el virus no provoca flojera de estómago), pero, sobre todo, no entrar en pánico. Es lo peor que podríamos hacer en la desventura actual.
Sé que no todos comparten esta posición. A los ticos, al igual que a muchas otras nacionalidades y, sobre todo, a la prensa con cierto sesgo ideológico, les gusta dramatizar los males, agrandarlos y hacer leña del árbol caído. Peggy Noonan, connotada periodista del Wall Street Journal, afirma que pedir a sus congéneres "no preocuparse" es un consejo enfermizo. Yo no pienso así. Ni siquiera coincide con ella el Consejo Editorial de ese prestigioso diario, para quien el mejor consejo es: Don't panic, be smart. Understand the risks and take the necessary precautions (no entre en pánico, sea inteligente, entienda los riesgos y tome las precauciones necesarias). En la misma vena, Jesse Watters, perspicás comentarista de Fox News (Watters World) afirma que muchos de sus colegas de la prensa tradicional americana se solazan en ver el problema crecer y, sobre todo, inculpar a Trump de todas las vicisitudes. El coronavirus se politizó en un año electoral.
Muchos economistas, también sesgados por sus preferencias políticas, celebran anticipadamente que la economía mundial pueda entrar en recesión (definida como dos trimestres consecutivos de caída de la producción), por el impacto que la pandemia está produciendo en las cadenas de producción y la actitud de consumidores y productores de posponer las compras e inversión por temor a lo que podría pasar, inducidos evidentemente por los gobiernos. Las bolsas de valores, siempre proclives a reaccionar al instante ante malas (o buenas) noticias, se desplomaron estrepitosamente en las últimas semanas ante el creciente número de casos positivos y la vacuna aún por descubrir por parte de las firmas productoras y compañías farmacéuticas. Overshooting, llamas los más sensatos a las reacciones excesivas de las bolsas, a sabiendas de que pronto volverían a repuntar.
Desafortunadamente, las recomendaciones sanitarias, como abstenerse de viajar y evitar las aglomeraciones, marchan a contrapelo de la economía, que necesita estimular el gasto y la inversión. Muchas compañías ligadas al turismo nacional e internacional, eventos artísticos, deportivos, culturales y políticos, han tenido que contraer o posponer sus ventas ante la menor demanda por razones obvias y, además, por el exceso de celo de las autoridades. Las principales compañías de aviación decidieron estacionar aviones en las pistas y KLM, entre otras, decidió despedir l.200 empleados para reducir costos ante la contracción de sus actividades. El desempleo sobreviniente no contribuye en nada a reactivar la alicaída economía mundial.
En Costa Rica, los maestros y profesores presionan por cerrar escuelas y colegios por 15 días antes de la Semana Santa (jugosas vacaciones) sin exigir siquiera telenseñanza -Hey, Teacher, Teach Those Kids at Home- sugiere Paul Vallas del WSJ en una ingeniosa alusión a la rebelde grabación de Pink Floyd, en 1980.
Los empleados públicos, confinados al teletrabajo por ordenanza gubernamental, se solazarán trabajando a media marcha, sin supervisión, a riesgo de reducir la de por sí baja productividad en el sector público. Los bancos centrales y gobiernos en muchas partes, incluida Costa Rica, abrieron -o están por abrir- sus cofres financieros para dotar de mayor liquidez a los mercados en la huidiza esperanza de acelerar el consumo e inversión. Mi preocupación es que el exceso de liquidez y beneficios resulten demasiado generosos y, cuando pase la ola contagiosa y el mercado vuelva a la normalidad, tendrán que recoger el numerario a toda vela y normalizar el crédito. ¿Terminarán los beneficios excesivos y la abundante liquidez atizando la inflación sin reactivar la producción?
Mi visión es muy distinta. Creo que la emergencia pasará a muy corto plazo, las bolsas se recuperarán en menor plazo del que por ahora se imaginan, y la vida volverá a la normalidad, sobre todo en la economía norteamericana, con un probado historial de resilencia y recuperación. Ya lo verán.
Al gobierno tico, asediado por los errores y descrédito por la osadía y errores de la Unidad de recolección de datos confidenciales, el coronavirus le cayó de perlas para desviar la atención y buscar un chivo expiatorio. ¡Hélas!, dicen los franceses, que, ante la adversidad, suelen lavarse las manos en más de un sentido.
Jorge Guardia Quirós