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Morir de hambre

Por Agencia | 9 de Jun. 2024 | 4:12 am

El título de esta nota puede resultar hasta grotesco, pero quédese, trataré de exponer la idea.

Imaginemos este diálogo:

¿Cuál fue la causa de la muerte de mi hermano? Preguntó ella. Él murió por inanición. Respondió el médico. En medio de la tristeza por la pérdida de su pariente y la vergüenza de no saber el significado de aquella palabra, acomodó la siguiente pregunta ¿Cuánto tiempo estuvo él padeciendo de eso? El galeno, percatado de la situación y conmovido ante la adversidad que atravesaba aquella mujer, procedió a explicar las circunstancias que llevaron al deceso de su hermano. Él tenía varios días sin ingerir alimentos, su corazón se debilitó y sufrió un infarto. En medio de un llanto silencioso y con el corazón en pedazos, ella se repetía para sí, casi como un susurro: Mi hermano murió de hambre…

Podríamos asumir que aquel fue un hecho aislado, que eso no es algo que suceda con frecuencia en nuestro entorno cercano, o al menos no en Costa Rica porque, objetivamente, no conocemos a nadie que haya fallecido por no tener qué comer y, de conocer a alguien en tal condición, la gran mayoría de nosotros, estoy seguro, habríamos hecho algo al respecto. Morir de hambre representa una forma atroz, lenta y horrible de despedirse de este mundo; hasta cierto punto se tiene conciencia del padecimiento y de cómo poco a poco la vida se escapa, mientras nuestro organismo colapsa lentamente.

Dato: En la edición 2023 del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se indica que entre 691 y 783 millones de personas (122 millones más que en el año 2019) pasaban hambre, con el consecuente riesgo de morir de inanición. Eso no se debe leer a la ligera, entre 691 y 783 millones es mucha gente.

 

Muerto de hambre. Dentro de la amplia variedad de vocablos y expresiones que utilizan algunos durante una discusión, cuando los argumentos de la razón los abandonan, sobresale esa, acompañada siempre de un tono altilocuente y amenazador. Hay que señalar, como dato curioso, que ese y otros tipos de vejaciones, no son propios de ninguna categoría social establecida y que afecta a la más variopinta población, sin distinguir títulos honorarios o académicos; una vez perdidos los estribos y entregado a una lujuriosa maledicencia, el humano promedio se olvida de los dichos del consejero espiritual, de las advertencias paternales, de que le había prometido a su esposo que ya nunca más lo volvería a hacer o de que, tal vez, ¡está bajo libertad condicional!

 

Y entonces, después de frenesí endemoniado, del festín embriagador, cual beodo con fuerte resaca, vienen las consecuencias…

 

Desde luego, quien ofende procura justamente eso, hacer todo el daño posible, muchas veces limitándose a verbalizar con el único fin de denigrar, a base de palabrotas y frases cuidadosamente compuestas, al adversario de turno. Ya en estas circunstancias, el sarcasmo y el lenguaje corporal son parte esencial del polvorín utilizado por los contrincantes.

 

Puede que alguna vez nos hayamos visto involucrados en una situación donde, en definitiva, no le deseamos el bien a ningún tipo de prójimo, con o sin razón, esa también es parte de nuestra (ciertamente extraña) naturaleza humana. Y es justamente en ese estado de exaltación donde solemos cometer los más grandes errores de nuestra vida, mismos que pudieron haber acarreado una serie de terribles consecuencias, graves todas ellas y de los que, en la mayoría de los casos, solemos arrepentirnos de corazón, mientras en el fondo de nuestro inconsciente susurra una voz que nos repite: Ya pa´qué…

 

Entonces ¿qué pasa con la "ofensa estrella" en una discusión irracional? Bueno, opino que debería excluirse del todo, algo así como un armisticio donde las partes acuerden omitir ese ingrato detalle. No tener qué comer y morir de hambre es una realidad para millones de personas en el mundo y, desde luego, no es bueno usar esa expresión de ninguna forma y en ninguna circunstancia. Si de ello hay que hablar, que sea para ayudar a quien esté en ese padecimiento. Esa era (es) la idea de estas letras.

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