Los dilemas de Álvaro Ramos y un maltrecho PLN
Aunque parece que las pasadas elecciones internas del Partido Liberación Nacional (PLN) aglutinó diversos sectores que vieron en la figura del Alvaro Ramos una posibilidad para sacar a Costa Rica del atolladero en el que nos terminaron de hundir el partido de gobierno, y en especial la diputada Pilar Cisneros Gallo y quien ocupa hoy la Presidencia de la República, la realidad es que los retos del PLN en el año 2026 van más allá de haber escogido un candidato carismático, joven y como dicen en la calle "sin cola para majar". No olvidemos que hace cuatro años oímos promesas similares, la dupla Cisneros-Chaves se presentaron de la misma manera y en solo tres años llevaron al país a una absoluta polarización, el escupir odio a cada paso y a la normalización del pachuquismo y las conductas etílicas como forma de liderazgos válidos, al punto de amenazar en plazas públicas, porque es lo único que hace el susodicho "dizque presidente", de manchar con sangre nuestras calles para justificar la permanencia de su cúpula en el poder a toda costa, incluso con vidas de conciudadanos.
Los retos para el PLN son enormes, pero al parecer aún alberga a grupúsculos que más bien siguen atizando las diferencias más que construir puentes, porque dinamitarlos es muy fácil, pero erigirlos es una tarea que solo los valientes son capaces de asumir.
En miras a un próximo proceso electoral, el país se enfrentará de manera cruenta entre el grupo liderado por Cisneros-Chaves y una salida para dilucidar el rumbo que necesitamos como nación. Sin duda, el PLN enfrentará una campaña sucia como nunca se ha visto, porque no es necesario un doctorado en ciencias políticas para vaticinar que para la dupla conformada por la diputada y la Presidencia no escatimarán en mecanismos para terminar de enterrar lo poco que queda de la decencia en la función pública: mentir, tergiversar y manipular a su base electoral será apenas el inicio de esa campaña,. Aunque a la fecha el actual gobierno no ha iniciado ni proyectos de envergadura nacional y tampoco tiene logros significativos, la verborrea altisonante con tintes misóginos, por referirse de manera algo digna para ese par de políticos que juraron ante su electorado ser diferentes, serán la tónica de un triste episodio más en la Costa Rica del siglo XXI.
Llegará el PLN a febrero 2026 con una estructura añeja y anquilosada en los mismos grupos que llevaron al partido al punto de desprestigio, aunque fue uno de los protagonistas en la construcción de la Segunda República. Además, la duda es si ese partido se presentará ante los electores como la tradicional máquina electorera, hacedor de candidatos y en constantes luchas intestinas para elegir al siguiente desde el día 1 posterior a la elección del Presidente de la República; o por si el contrario veremos caras nuevas realmente comprometidas con un proyecto nacional con miras a alejarnos de los discursos con visos fascistas que recorren todo el continente.
Retomar las banderas históricas
Desde hace décadas el PLN perdió su rumbo, dejó de lado su ideario para responder a esa dinámica electorera que en los últimos procesos nacionales le ha pasado la factura. Pero peor aún es que han carecido de liderazgos capaces de comprender el mensaje de los votantes que durante tres veces consecutivas le ha dado la espalda.
El dilema para Alvaro Ramos es sobre cuáles serán sus recursos ideológicos para diseñar una propuesta política fresca, innovadora, de apertura a todas las voces, incluso las disidentes, y lograr aglutinar a su pasada masa electoral y a los nuevos votantes. Será una labor como aquella del pastor, sin alusiones cristianoides de las que estamos ya también cansados de escuchar constantemente desde las curules legislativas, le tocará ir a buscar oveja por oveja que finalmente se reúna alrededor de su propuesta. La tarea no puede hacerla en solitaria, requerirá la experiencia de los mayores y el ímpetu de las juventudes. No obstante, el pero es que en la pasada campaña interna los ataques entre precandidatos se parecían más al enfrentamiento entre enemigos y no entre copartidarios; todo eso sucedía mientras el país se seguía debatiendo ante el tremendo flagelo de la inseguridad ciudadana, la toma del narcotráfico de nuestras comunidades, decenas de niños y niñas muertos como víctimas colaterales, la falta de empleo de calidad para las juventudes y un claro debilitamiento del maltrecho sistema de seguridad social ante el vigilante acecho del sector privado para echarle mano a lo que queda de la salud y la educación públicas, la producción agrícola, la generación energética, las telecomunicaciones, los bancos estatales y otros sectores productivos que el actual gobierno desde sus acciones y/o inoperancia ha debilitado en clara correspondencia a los intereses de sus donantes de campaña.
El mea culpa
La ciudadanía sigue esperando un "mea culpa" de la cúpula del PLN ante el caos político al que contribuyó con las acciones que solaparon la corrupción de sus dirigentes políticos nacionales y regionales, el nepotismo y los negocios diseñados a la medida para determinados sectores industriales y contratistas que año tras año ganaron licitaciones públicas pese a la deficiente calidad de sus obras. Aunque para ser justos, en los últimos tres años lo seguimos viendo lo mismo con el actual gobierno que sigue usufructuando de su permanente campaña electoral para trasladar el prestigio personal ganado por el actual presidente a punta de verborrea sin fundamento al siguiente supuesto "outsider".
Lo triste de la situación es que ante el actual contexto no existen otras las posibilidades de llegar al 2026 con propuestas partidarias diversas, con planes concretos y no hay ideas sobre la mesa, más bien es más de lo mismo que hemos escuchado en las últimos tres años. Por su parte, el Partido Unidad Social Cristiana es un acólito más a los intereses de las cúpulas que están detrás de Cisneros-Chaves, como lo es también Nueva República, que de nueva nunca ha tenido nada, y que fue fundado con el único interés de llevar a una persona con nombres y apellidos claros hasta la silla presidencial, el ego por el ego. El Partido Liberal Progresista, o lo que queda de él, aunque llegó a la Asamblea Legislativa con posibilidades interesantes, sus primeros acercamientos con Zapote más que beneficiarlos le colgó el lazo negro a su futuro. El Partido Acción Ciudadana, otrora palestra del progresismo, cavó su propia tumba al permitir que el Caballo de Troya entrara a sus filas durante el gobierno de Carlos Alvarado. Y finalmente, pese a que Frente Amplio ha sido coherente con su ideario y ha tenido diputaciones jóvenes y valientes, tiene escasas o casi ninguna opción de hacerse con la Presidencia de la República, sobre todo en un entorno global que ha desenterrado la guerra fría entre el manoseado concepto de los "defensores de la libertad" y el socialismo; aunque gran parte del avance en materia social tras la fundación de la Segunda República tienen un gran asidero en los pensamientos socialcristianos y socialistas de la primera mitad del siglo XX.
No hay que darle muchas vueltas al tema, el PLN es uno corresponsable de la debacle ante la que podríamos llegar en caso que las fuerzas oscuras que están detrás de Cisneros-Chaves logren su cometido de permanecer en el poder, e ir eliminando de su camino aquello que durante estos tres años han denominado como estorbos: la sana división de poderes, el sistema de pesos y contrapesos y la Constitución Política.
El gran enemigo a vencer en las elecciones del 2026 son los discursos fascistoides que han permeado en un importante sector de la población, incluso aquellos defendidos por algunos acólitos a Cisneros-Chaves que la única salida es el levantamiento armado, idea que esa dupla incentiva, alaba y legitima desde cada acto público electorero desde el 2022, porque no llegaron a gobernar llegaron a destruir el país que nuestros abuelos y abuelas sellaron con sangre a mediados del siglo pasado para garantizarnos un país donde la educación, las libertades y el progreso fueran el norte.
Queremos escuchar de parte del PLN ese "mea culpa" por su cuota de responsabilidad por la situación que estamos viviendo en un país donde el odio, la violencia verbal y las mentiras se asentaron en cada una de las instituciones públicas; un país donde las cifras macroeconómicas positivas se basan en el desmantelamiento de la inversión social dirigida a las clases con menos posibilidades de ascenso social, un país indiferente ante la violencia y la delincuencia organizada y un país donde nuestros niñez juega en las plazas a ser el sicario o la novia del capo de la comunidad.
Estamos a tiempo de rescatar nuestro país, es tiempo de asumir con hidalguía las responsabilidades ante el fracaso político, es hora que el PLN, o lo que queda de él, diseñe una propuesta honesta para aglutinar a todos los sectores que están huérfanos de agrupación política. Porque, con pesar de muchos que nunca hemos militado en esa agrupación y que durante décadas hemos criticado sus acciones contrarias a la transparencia y a la dignidad en el ejercicio de la función pública, nos toca reconocer que al parecer es la única opción viable para desde los errores construir una nueva Costa Rica, el PLN se lo debe al país, y se lo debe a nuestras hijas e hijos. Ya no se trata de liberacionistas o no, se trata de rescatar al país de las hordas chavistas y los peligros inminentes para nuestra democracia.
¿Es Alvaro Ramos una opción potable, posible y transparente para el país? Quizás si, pero solo el tiempo dirá, porque hace tres años oímos promesas similares y hoy estamos al filo del abismo.
Periodista con 30 años de experiencia en la cobertura de temas culturales, políticos, ambientales y género