Latas llenas de excremento: Así protestó este artista
(CRHoy.com) De una u otra manera, y nadie mejor que el culto público para confirmarlo, Piero Manzoni, artista conceptual italiano, hizo de su propia caca todo un arte contestatario.
Fastidiado por la voracidad del mercado, Manzoni no halló mejor forma de protestar contra la ya creciente sociedad de consumo que realizar en 1961 una exposición muy singular de su obra.
Se trataba ni más ni menos que de una pequeña lata de conserva en cuya etiqueta se leía "Mierda de artista" y a los costados "Contenido neto 30 gramos. Conservada al natural, producida y enlatada en mayo de 1961".
Simultáneamente con la exposición, el artista lanzó al mercado 90 latas de metal de su excremento a $32 la unidad, el equivalente de su precio en oro ese año, que si bien en su momento fueron un escándalo, con los años se convirtieron en un producto muy cotizado.
Sobre todo que esta obra de arte, tan radical y excéntrica como su autor, fue expuesta en galerías de la talla del Museu d'Art Contemporani, de Barcelona; el centro Georges Pompidou, de París; la TATE Gallery de Londres y el MOMA de Nueva York.
Además de su aguda critica a la sociedad de consumo, la obra del italiano suponía una radical protesta contra la valoración que de las obras de arte se hacía, y nada mejor que representarla con la ironía de las latas conteniendo sus propias heces.
Empero, Manzoni no vivió lo suficiente para ver el arrollador éxito póstumo de su excentricidad, pues tan recientemente como en 2007, se llegó a subastar una de sus latas de excremento en 124 mil euros, amén de las restantes que lograron montos similares.
Con el paso de los años, Agostino Bonalumi, amigo del artista, contrarió a la comunidad artística mundial al revelar en el diario italiano Il Corriere Della Sera que las latas contenían yeso en vez de caca pero como ninguna de las 90 parece haber sido abierta hasta ahora, la especulación sigue a la orden del día.
Y no han sido abiertas porque, de hacerlo, junto al misterio que las rodea se derrumbaría también su valor de mercado, toda una ironía para la ironía del mismo crítico y una doble bofetada para esa sociedad de consumo que habría pagado por una lata donde no había ni mierda.