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La OCDE y el futuro del trabajo en Costa Rica

Por Alfonso Carro | 26 de May. 2020 | 4:57 am

Ya era hora de que ocurriera algo que nos permitiera hablar de cosas positivas. Nuestro país ha sido invitado formalmente a integrar el grupo de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) tras un largo proceso que ha involucrado tres administraciones, iniciando con la de doña Laura Chinchilla.

Desde mi punto de vista, esta invitación es un reconocimiento a lo que siempre he creído: que Costa Rica está para cosas mejores. Nuestras ventajas comparativas con muchos otros países del mundo, iniciando con la ausencia de gasto público en el mantenimiento de un ejército; nuestro porcentaje de gasto de más del 8% del PIB en educación pública; nuestra inversión en salud pública a través de la Caja Costarricense de Seguro Social, con cobertura casi universal del acceso a sus servicios.

Lo prometedores que son muchos de nuestros indicadores de calidad de vida, como por ejemplo la expectativa de vida que alcanza casi los 80 años; la tasa de mortalidad infantil que ronda los 7,5 muertes por mil nacimientos antes de llegar a cumplir un año de edad; el ingreso “per capita” promedio anual para el 2019 fue de más de $12,600.00 dólares de los Estados Unidos de América.

Así podríamos seguir citando muchos otros datos que reflejan una realidad: Costa Rica tiene algo especial que la hace sobresalir del resto de países del área, y fuera de ella, si se nos compara con similares de otros continentes. ¡Somos un diamante en bruto¡ No obstante, seguimos siendo un país mediocre, porque no hemos sabido aprovechar bien todos estos logros y cualidades, de manera que nos permitan salir del sub-desarrollo; convertirnos en un país más equitativo, fijar una hoja de ruta por la que caminar durante los próximos 25 años y dejar de despilfarrar los fondos públicos en estupideces.

Yo soy de los que prefiere hacer algo y no esperar a que el futuro se nos venga apareciendo a su antojo, dejando las cosas y la historia al azar.

Entrar al grupo de la OCDE es apostar por algo muy serio, -y caro si se quiere-, pero que tiene mucha lógica. Es un grupo de países que comparten una misma filosofía de gobernanza, de administración de la cosa pública. Comparten buenas prácticas en la elaboración de políticas públicas que, en buena medida, permitirán a sus miembros, obtener de sus ventajas lo mejor para sus Estados, pero lo más importante, para sus habitantes. Es algo así como aprovecharnos de que otros inventaron el agua tibia, y no tenemos por qué pasar por el proceso de inventarla nosotros mismos. Ya está inventada; ¡saquemos provecho de sus ventajas¡

Tal vez la mayor ventaja que ofrece esta nueva experiencia que estamos por comenzar a vivir, consiste en un monitoreo que un comité de expertos harán de nuestro país cada cierto tiempo, me parece que cada dos años, que con objetividad y basados en su experiencia, pero también con ojos externos, nos orientarán y aconsejarán en la travesía.

Para nadie es un secreto que estamos dando vueltas en la cosa publica hace muchas décadas, sin un norte claro, improvisando cada cuatro años con un nuevo Presidente y un Gabinete, con 57 diputados en su gran mayoría por primera vez ocupando una curul. La OCDE puede ser esa estrella de oriente que guíe este diamante en bruto que es Costa Rica hacia nuevos horizontes de prosperidad, equidad y desarrollo económico.

¿Pero y qué tiene que ver la OCDE con el futuro del trabajo? Pues prácticamente todo. Si tan solo consiguiéramos reorientar nuestra educación, tanto profesional como técnica, para convertirla en serio en la “llave del futuro”, como decía el viejo lema del INA, y conectar las aulas con las empresas, otro gallo cantaría en nuestro mercado de trabajo.

Tenemos todo para ser un país que genere mucha más riqueza que la que generamos hoy, y si subimos nuestra producción de riqueza, será a través de mejores empleos, y mejores salarios.

Ser miembro de la OCDE y ser evaluado positivamente por sus comités de seguimiento, serán la mejor carta de presentación de nuestro país para la inversión post-pandemia del COVID-19.

Como dijo mi colega don Elías Soley G. Presidente de AMCHAM recientemente en un programa de entrevistas: “Pertenecer a la OCDE es una vacuna contra la improvisación”.

Estamos hartos de la improvisación en la gestión de la cosa pública, y del COVID-19. Pero vamos poco a poco, todavía falta su rato para podernos vacunar contra el virus; pero sí que podemos vacunarnos contra la improvisación.

Alfonso Carro
Asesor Laboral Corporativo

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