La lucha de una tica que perdió 135 kilos de peso: “Antes no podía ni caminar 100 metros”
Fue diagnosticada con hiperinsulinismo
Un día María Fernanda Figueroa dejó de respirar. En su casa, su madre fue testigo de uno de los momentos más angustiantes de su vida. “Dice mi mamá que yo estaba hablando con ella súper normal y de un momento a otro solo escuchó donde dejé de respirar”, cuenta Fernanda.
Aunque perdió la conciencia, podía oír lo que sucedía a su alrededor. Estaba atrapada en su propio cuerpo: no podía moverse, no podía abrir los ojos, no podía reaccionar. Aquella noche, Fernanda no murió. Pero sí fue el día en que decidió empezar a vivir.
Hoy, con 32 años, esta maestra de inglés ha perdido 135 kilos. Pero su verdadera transformación va mucho más allá del número en la balanza. Es un viaje marcado por la lucha contra una enfermedad metabólica, la presión social, la frustración, el estigma, el dolor y, finalmente, la resiliencia.
Desde bebé, Fernanda comenzó a ganar peso sin razón aparente. Sus padres, alarmados, la llevaron al Hospital Nacional de Niños, donde inició un peregrinaje médico que duraría años.
Mi proceso de pérdida de peso empezó desde chiquita. A los 4 años hice mi primera dieta. Cuando tenía como 10 años, vinieron unos médicos del exterior a ver casos que no habían podido resolver aquí, y yo fui uno de esos casos. Me diagnosticaron con hiperinsulinismo, un trastorno metabólico, relató.
Desde entonces, su vida giró en torno a tratamientos, dietas, ejercicios y visitas a nutricionistas. “Hice de todo: natación desde los 2 o 3 años, karate, ballet, gimnasio, todo lo que uno pueda imaginar. Pero era prueba y error. Y mentalmente eso desgasta mucho”, confesó.
La adolescencia trajo consigo una pausa. Fernanda estaba cansada. Cansada de intentarlo todo sin ver resultados sostenibles. Cansada de sentirse definida por un número. En su adultez, retomó el camino e ingresó al programa bariátrico de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) alrededor del 2012. En ese momento, pesaba aproximadamente 190 kilos.
Fernanda recibió la orden de internamiento para su cirugía bariátrica en 2018, pero su proceso se vio postergado una y otra vez. Huelgas en el sistema de salud, la pandemia y luego el hackeo a los sistemas informáticos de la CCSS retrasaron todo.
Mientras tanto, su salud mental se deterioraba.
Durante la pandemia caí en una depresión y ansiedad severa por el bombardeo de información. Todo lo que uno veía en redes sociales y medios era: ‘las personas con obesidad se van a morir primero’. Eso me destrozó. Yo dije: ‘Sí, si me voy a morir, me voy a morir comiendo’. Recuperé todo el peso que había perdido, confesó.
Su peso alcanzó un máximo de 215 kilos. Entonces vino la advertencia más seria que había recibido: su cirujana le dijo que esa era su última oportunidad para operarse, que si no tomaba en serio el proceso, la sacarían del programa.
Fernanda reaccionó, pero aún no con la fuerza que necesitaba. Bajó algunos kilos, pero no fue hasta aquella noche en que dejó de respirar que comprendió la magnitud de su situación.
Para mí ese fue mi fondo. Fue como un ‘hey, esto no está bien’. He sido muy egoísta conmigo misma, con las personas que me quieren. Desde ahí decidí tomarlo en serio, aseguró Figueroa.
Determinada, comenzó a aplicar todos los conocimientos adquiridos a lo largo de los años. Hizo ejercicio sola en casa, cambió su alimentación, se grababa para monitorear su progreso y se animó a ir al box de crossfit. Perdió 56 kilos por su cuenta antes de la cirugía.
El 27 de septiembre de 2023 finalmente se sometió al procedimiento bariátrico. Desde entonces, ha perdido 79 kilos más. En total, ha bajado 135 kilos. Pero la cirugía, aunque poderosa, también trajo desafíos.
La pérdida de peso es muy rápida. El cerebro no logra procesarlo tan rápido. La parte mental es lo más difícil. He batallado mucho con la dismorfia corporal. Hay días en que todavía me veo como la mujer de 215 kilos. Hay días en que me siento normal en la mañana y en la tarde ya no. Es una montaña rusa”, explicó.
Para Fernanda, el ejercicio ha sido una salvación. “El ejercicio para mí ha sido lo mejor que ha llegado a mi vida. Ir al box es como ir a mi segundo hogar. Me siento segura, fuerte. Me ayuda a ver mis cambios”.
Hoy celebra avances que antes parecían imposibles. “Antes no podía ni caminar 100 metros sin llorar del dolor. Y ahora puedo correr, puedo saltar, puedo agacharme, puedo alzar bastante peso”.
Pero también es honesta: no todo es fácil. “Este ha sido un proceso bonito, pero muy cansado. La gente tiende a decir ‘con cirugía cualquiera’, pero la cirugía bariátrica no es una salida fácil. Se necesita muchísima fortaleza mental. Es más lo que te golpea emocionalmente que físicamente”.
Fernanda ha aprendido que la vida no sigue una línea recta. “La sociedad nos ha hecho pensar que los procesos tienen que ser lineales, pero no lo son. Hay días buenos, malos y regulares. Altos y bajos que te hacen crecer, aprender, caerte y volver a levantarte”, dice.
Hoy, Fernanda no solo respira. Corre. Salta. Sonríe. Vive. Y, sobre todo, inspira.