La ilusión escandinava: el éxito nórdico no es socialismo
Hace unos días fui invitado como expositor al Oslo Freedom Forum, en Noruega, un evento que reúne a líderes globales en defensa de la democracia, los derechos humanos y la libertad. Participé en el panel titulado “La crisis del desfinanciamiento democrático: ¿cómo pueden intervenir las filantropías privadas?”, junto con referentes internacionales, incluido el presidente del National Endowment for Democracy, uno de los fondos más importantes del mundo dedicados a la protección de la democracia y la libertad, con sede en Washington D.C.
En los pasillos y reuniones posteriores con empresarios noruegos, parlamentarios y autoridades de la alcaldía de Oslo, surgió una conversación recurrente: ¿es el modelo escandinavo una forma exitosa de socialismo?
Muchos estudiantes e investigadores latinoamericanos lo sostienen con entusiasmo. Pero esta afirmación, aunque bien intencionada, es analíticamente imprecisa y políticamente engañosa. Lo que comúnmente se llama “modelo socialista escandinavo” es, en realidad, un modelo de capitalismo con responsabilidad social, fundado sobre instituciones liberales, mercados abiertos y un respeto riguroso por la propiedad privada.
Un modelo basado en el mercado
El socialismo, en su sentido histórico y teórico, se caracteriza por la propiedad estatal de los medios de producción, la planificación centralizada de la economía y la supresión parcial o total de los mecanismos de mercado. Ninguna de estas características describe a Noruega, Suecia, Finlandia o Dinamarca.
Por ejemplo, más del 90% del empleo en Suecia proviene del sector privado [^1]. En Noruega, el famoso fondo soberano (el mayor del mundo, con más de 1.6 billones de dólares en activos) invierte activamente en los mercados bursátiles globales, incluyendo acciones en empresas como Apple, Amazon, Microsoft y Nestlé. Lejos de rechazar el capitalismo, estos países lo gestionan estratégicamente con visión a largo plazo.
Además, tanto Suecia como Dinamarca se ubican entre los primeros 10 puestos del Índice de Libertad Económica 2024 del Heritage Foundation (Suecia en el puesto 11; Dinamarca en el 9) [^2]. De igual forma, en el informe del Fraser Institute sobre Libertad Económica en el Mundo (2023), Finlandia, Noruega y Suecia obtienen puntuaciones sobresalientes en cuanto a apertura comercial, integridad del sistema legal y solidez monetaria [^3].
De la riqueza al bienestar, no al revés
Es importante subrayar que la riqueza que sustenta el Estado de bienestar escandinavo fue generada antes de su expansión. Durante el siglo XIX y buena parte del XX, estos países crecieron gracias a políticas de libre mercado, impuestos bajos y apertura comercial. Fue luego, con economías prósperas y estables, que decidieron implementar sistemas de salud, educación y pensiones universales.
Cuando en las décadas de 1970 y 1980 intentaron expandir el Estado más allá de su capacidad fiscal, enfrentaron crisis de productividad, desempleo y estancamiento económico. En respuesta, implementaron reformas liberalizadoras: reducción de impuestos corporativos, privatización parcial de pensiones (caso sueco), y sistemas de vouchers escolares que hoy permiten a las familias elegir entre centros educativos públicos y privados [^4].
Impuestos altos, pero con reglas claras
Una de las grandes falacias del mito escandinavo es creer que el modelo se financia simplemente “cobrando más a los ricos”. En realidad, el sostenimiento del Estado de bienestar se basa en impuestos amplios y universales. El IVA en Suecia y Dinamarca ronda el 25%, y los ingresos medios pagan tasas efectivas elevadas [^5]. Esto solo es sostenible en sociedades con alta confianza institucional, baja corrupción y una cultura de cumplimiento fiscal.
Además, las reglas del juego son claras: propiedad privada protegida, independencia judicial, baja discrecionalidad política y un respeto casi sagrado por el Estado de derecho y mínima corrupción.
Lo que América Latina puede aprender
En América Latina, donde las soluciones mágicas tienen gran demanda, es crucial no confundir bienestar con socialismo. El modelo escandinavo demuestra que el capitalismo moderno, cuando se combina con una institucionalidad sólida, puede financiar políticas sociales efectivas. Pero eso no equivale a socialismo, ni en teoría ni en práctica.
Durante el Oslo Freedom Forum, quedó claro que la solución a la crisis democrática global pasa por más libertad, no menos. Que las filantropías privadas pueden complementar (no reemplazar) al Estado, y que defender la democracia también implica desenmascarar mitos económicos que limitan la imaginación política y los utilizan los socialistas de panfleto como ejemplos.
El éxito nórdico no es una reivindicación del socialismo. Es una celebración de lo que el liberalismo bien ejecutado puede lograr: libertad, prosperidad y cohesión social.
[^1]: OECD Labour Force Statistics.
[^2]: 2024 Index of Economic Freedom, Heritage Foundation. Disponible en: https://www.heritage.org/index
[^3]: Economic Freedom of the World: 2023 Annual Report, Fraser Institute. Disponible en: https://www.fraserinstitute.org/economic-freedom
[^4]: Swedish National Agency for Education, “School choice and voucher system,” 2022.
[^5]: OECD Taxing Wages Report, 2023.