La iboga, planta cuyo consumo habría provocado muerte de turista, ingresó irregularmente al país
No existe registro formal de su cultivo
La iboga, planta que consumió en el país una turista extranjera llamada Lauren Levis y que al parecer pudo provocar su muerte por un paro cardiaco el pasado 5 de agosto en un hotel ubicado en Paquera, no es un arbusto oriundo de nuestro país y, por el contrario, habría sido ingresado de forma irregular.
Tal y como reveló este medio el pasado 24 de agosto, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) investiga la muerte de la estadounidense a inicios de mes, quien falleció en un establecimiento llamado Soul Centro Iboga Retreats, ubicado el sector de Bahía Grande, en Paquera de Puntarenas.
Según narraron familiares de la mujer, ella habría ingresado al país 3 días previo a su deceso para someterse a un tratamiento con ibogaína, que es ofertado a través de sitios web como una supuesta alternativa para combatir o dejar atrás las adicciones a otras sustancias.
No obstante, el Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) confirmó que estos tratamientos no están autorizados en Costa Rica y los locales que lo ofrecen, lo hacen al margen de la ley.

Lauren Levis, turista estadounidense que murió en hotel en Paquera, Puntarenas.
Crhoy.com conversó con el botánico Maynor Carranza Varela, de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional (UNA). El experto explicó que estos cultivos no crecen en Costa Rica y que es muy posible que su ingreso haya sido de forma irregular.
Esto porque la iboga es una planta de origen africano, especialmente de las regiones de África Ecuatorial. Es decir, no pudo haber florecido naturalmente, sino que fue traída del extranjero y plantada en suelo nacional. Su nombre científico es Tabernanthe iboga: un arbusto de la familia Apocynaceae.
En el país no existe registro formal de su cultivo, pero no se descarta su presencia en colecciones privadas. Esa importación se hace fuera de las disposiciones formales.
"En la actualidad, no se tienen usos autorizados o formalmente reconocidos para la planta conocida como “iboga” en Costa Rica. Es una planta que no descarto, se dé su cultivo en colecciones privadas, al igual que otras plantas con propiedades enteogénicas (alteración de la conciencia) no autorizadas", detalló el experto.
Esta planta tampoco forma parte de la gastronomía costarricense, principalmente por el sabor bastante amargo de sus partes más usadas, como lo son las raíces.
Se ha pretendido utilizar como “medicamento” para tratar adicciones a opiáceos y de tipo alcohólicas. No obstante, posee un alto poder estimulante y psicoactivo, por eso su uso es de sumo cuidado, ya que podría provocar un efecto contrario y generar otro tipo de adicción.
"Su moda podría estar presente en círculos muy específicos e informales, generalmente relacionados con prácticas espirituales, experimentación psicodélica, o tratamientos alternativos no reconocidos, todos ellos fuera del ámbito autorizado por el Ministerio de Salud, en su concepción de medicamento", explicó Carranza.
Consumo riesgoso
Como ocurre con muchas otras plantas con principios activos demostrados, las raíces suelen ser un reservorio de estas sustancias, de acuerdo con el botánico de la UNA. Por esa razón es que en el caso del “iboga” se suele administrar de cuatro formas:
- Masticación de la raíz: En los rituales Bwiti, la raíz seca de iboga se mastica directamente. Esta forma de consumo genera una absorción más lenta de los alcaloides.
- Infusión o decocción: El polvo de la raíz hierve en agua para preparar una infusión o decocción, que luego es bebida.
- Polvo bajo la lengua: El polvo de la raíz se coloca bajo la lengua y esto provoca la absorción a través de la mucosa bucal.
- Cápsulas: Esto en un contexto más controlado de la dosificación.
El especialista afirma que, al igual que otros alcaloides, los efectos que desencadena en el cuerpo humano el consumo del arbusto, dependen de la dosis y la forma que se suministren.
Por ejemplo, esta planta ha sido utilizada tradicionalmente en ceremonias espirituales y rituales por las comunidades del culto Bwiti en África: este uso es más de tipo cultural y no recreativo, ni adictivo. Aparte, las personas que la usan lo hacen con otros objetivos, a sabiendas de su poder y a pesar de ser natural.
Los efectos concretos que provoca el consumo de iboga son: alteración del sistema nervioso, lo que puede aumentar la frecuencia cardíaca y la presión arterial, alucinaciones, visiones, estados de trance, vómitos, introspección y autoexploración, entre otros.
El experto señala que en el pasado, sí se han llevado a cabo estudios sobre los posibles beneficios y efectos del consumo de iboga y su principal alcaloide, la ibogaína, especialmente para el tratamiento de adicciones.
No obstante, su uso no está regulado y es hasta prohibido en algunos países, principalmente por los riesgos asociados. Así lo precisó Maynor Carranza:
Ambas plantas contienen sustancias psicoactivas y su uso no debe tomarse a la ligera. Lo importante es que estos alcaloides, pueden ser precursores para fármacos de gran beneficio para la humanidad, pero bajo regulaciones y un adecuado manejo y suministro a las personas.
Por ejemplo, la misma planta “adormidera o amapola real” (Papaver somniferum) de donde se extrae el alcaloide opiáceo, es la base para la tan importante morfina, de uso médico y de la heroína, una droga muy potente y con efectos muy dañinos a las sociedades.
Por ello, se trata de hacer un buen uso de los recursos disponibles. El mismo cuchillo para partir pan, se puede usar para cometer un crimen.
De acuerdo con un artículo publicado en marzo por The New York Times, en países como Estados Unidos, ese compuesto no es legal y está clasificado como una sustancia controlada de la Lista I, al igual que la heroína y otras drogas a las que se considera “sin uso médico actualmente aceptado y con un alto potencial de abuso”, según la Administración para el Control de Drogas.
Además, se le atribuye a la ibogaína la posibilidad de provocar arritmias cardiacas mortales. Al menos unas 20 muertes se han asociado a la ibogaína en las últimas décadas, una preocupación que llevó a la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA por su sigla en inglés) a poner fin a la investigación federal sobre su uso, a finales de la década de 1990, según informó NY Times.