La derrota socialcristiana
EL DESEMPEÑO EN LOS DEBATES Y UNA INADECUADA ESTRATEGIA DE CAMPAÑA CATAPULTARON SU DERROTA
Un calificado grupo de profesionales socialcristianos participó arduamente al iniciar la campaña en la elaboración del Programa de Gobierno de la Unidad Socialcristiana, hasta que fue marginado sin ninguna explicación. Esa insólita actitud resintió a los más de cien profesionales que contribuyeron en su redacción. Hoy quiero rendirles un merecido homenaje.
El grupo había elaborado un pormenorizado programa apto para gobernar (no un libelo publicitario), además de varios documentos sobre los principales problemas del país en formato power point con sus respectivos diagnósticos y soluciones, los lineamientos de una razonable estrategia de campaña, e insistió en la elaboración escrita de una narrativa de fondo para convencer al electorado. En su seno, hubo largas sesiones de discusión y preparación sobre los problemas nacionales, pero nada de eso se aprobó. Se lo llevó el viento.
De pronto, vinieron nuevos personajes que hicieron borrón y cuenta nueva. El Programa fue sustituido por otro que el grupo consideró de menor calidad, pero, irónicamente, fue el presentado oficialmente al Tribunal Supremo de Elecciones (TSE). Luego, se quisieron hacer enmiendas al del TSE, pero nunca se presentó esa tercera versión a la prensa ni al electorado. Hubo un vacío inexplicable. El Estado de la Nación hizo un examen comparativo de los programas de gobiernos de distintos partidos con base en los del TSE y, como era de esperar, el del Pusc no salió bien librado. Esa comparación salió publicada el propio 6 de febrero en La Nación.
Como bien dice el refrán, donde manda capitán, no manda marinero. No obstante, al grupo le queda la satisfacción de haber hecho un esfuerzo por mejorar la imagen de la candidata, redactar propuestas puntuales, recomendar hacer un examen de los programas los contrincantes para el arsenal d combate, y prepararla bien para la hora de los encuentros con la prensa y los debates. Sí debe quedar claro que el relevo del equipo implicaba que las decisiones las tomarían otros y que, también, serían ellos los responsables.
El Grupo reconoció que los nuevos estrategas pudieron motivar bien a los simpatizantes socialcristianos a punta de giras y reuniones, pero nunca lograron descifrar a los indecisos. Ese fue un error garrafal. En varias encuestas, desde diciembre y antes de la elección, el Pusc punteaba de segundo en la intención de voto, pero permanecía un elevado porcentaje de indecisos (32% según Ciep-UCR). La única casa encuestadora que acertó en los resultados fue Demoscopía, dirigida por José Alberto Rodríguez, que logró medir el vertiginoso ascenso de Rodrigo Chaves. Ahí estaba la clave del gane, pero los estrategas no pudieron o no lo supieron ver. En ellos también recae una de las principales responsabilidades de la derrota.
¿Qué pasó el 6 de febrero? Los indecisos viraron mayoritariamente al centro- derecha, a pesar de que el mensaje del Pusc, en cierta forma, también se inclinaba en esa misma línea (comprometido con el sector empresarial y crítico del papel actual Estado). Había que medirlos; había que sentirlos. Si las filosofías de los contendores no era tan distinta, las cualidades personales y el desempeño en los debates estaban llamados a jugar un papel trascendental. Los que aún no se habían decidido se inclinaron a última hora hacia personajes que mostraron mejor desempeño en los encuentros, como Eli Feinzaig y Rodrigo Chaves, ambos con un mensaje similar, pero más puntuales y específicos, sin ambages a la hora de definirse, y con personalidades que mostraban mucho carácter. Ellos hicieron una clara disección del electorado, seleccionaron nichos electorales (en vez de disparar erráticamente a toda la bandada) e hicieron una escogencia que nunca quiso hacer la Unidad: perder a unos, pero ganar a otros. La reforma del Estado es el caso típico.
La confusión con la difusión del programa de Gobierno y la débil participación en los debates le pasaron la factura. Muy lamentable, porque se pudo haber evitado. En vez de dedicar largas horas a extenuante proselitismo en zonas rurales, se pudo haber dedicado más tiempo a preparación y estudio. Era de rigor, pues la prensa entera señalaba la "tibieza de las respuestas".
Se quebrantó una regla esencial del mercadeo político: 'definir con suficiente anticipación la imagen que se desea mostrar ante el electorado, antes de que otros la definan por uno? Y eso fue lo que efectivamente sucedió. El grupo lo advirtió varias veces; es más, en diciembre hizo una propuesta por escrito de que el Equipo Económico, reforzado con otros profesionales y políticos fogueados y de gran talante, se ofrecía a prepararla ad honorem con debates simulados y focus groups, pero no hubo respuesta. Después, trascendió que se contrató a un periodista para realizar esa misma labor, alguien que evidentemente no conocía a fondo los temas económicos.
¿Por qué ignoraron al grupo de especialistas si actuaban de buena fe? Fue un error estratégico del nuevo Comando de Campaña y de la agencia de publicidad, incluidas todas las personas involucradas en sus decisiones, de las cuales nunca participaron al grupo inicial.
Hubo, además, otros errores que fueron debidamente advertidos, pero nunca subsanados (o demasiado tarde), como mantener el Equipo de Gobierno a la sombra hasta casi el puro final, que le habría dado el respaldo técnico que urgentemente necesitaban. Quizás, se dejaron deslumbrar por un Foro Socialcristiano convertido en un club de adulación, carente de visión y capacidad crítica, incapaz de señalar limitaciones, como exigían la realidad y lealtad de un buen asesor. Su imagen nunca cambió en el imaginario colectivo. ¡Lástima! Tenían muy buena oportunidad de clasificar para el balotaje.