Kennedy Jr. y la crisis de los CDC: vacunas, política y ciencia en disputa
Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (HHS), sacudió en agosto los cimientos de la principal agencia de salud del país norteamericano.
Su enfrentamiento con Susan Monarez, directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), y la posterior llegada de su aliado Jim O'Neill como líder interino, evidencian un conflicto que combina política, ciencia y decisiones que podrían afectar a millones de estadounidenses.
Desde que asumió el cargo, Kennedy ha impulsado cambios radicales, desafiando el consenso científico y modificando la relación entre la agencia sanitaria y la Casa Blanca. La disputa reciente pone a prueba la independencia de los CDC y expone la tensión entre la evidencia médica y la agenda política en Estados Unidos.
La salida de Susan Monarez
El punto más crítico de la disputa fue la destitución de Susan Monarez, una científica con amplia trayectoria que había asumido la dirección de los CDC a finales de julio. Apenas 28 días después, fue apartada de su cargo en medio de tensiones con Kennedy.
Según sus abogados, Monarez recibió presiones para aprobar medidas "poco científicas e imprudentes" y para despedir a especialistas que no respaldaban la visión del secretario de Salud. "Cuando la directora del CDC, Susan Monarez, rechazó firmar directivas no científicas e imprudentes y despedir a expertos de salud devotos, ella eligió proteger al público frente a servir a una agenda política. Por eso, la han atacado", denunciaron en un comunicado.
El despido desencadenó renuncias en la cúpula de la agencia y encendió alarmas sobre la autonomía de los CDC. Desde la Casa Blanca, en cambio, defendieron la medida argumentando que Monarez no estaba alineada con la política de "Hacer que Estados Unidos vuelva a ser saludable", lema de Kennedy.
Los CDC: guardianes de la salud pública
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades son el organismo federal encargado de proteger la salud de la población. Su labor incluye campañas de vacunación, prevención y control de epidemias, respuesta a emergencias sanitarias y generación de datos científicos clave.
Aunque dependen del HHS, históricamente han gozado de un margen de independencia para garantizar que la ciencia guíe sus decisiones. Esa autonomía es precisamente la que muchos temen que esté en riesgo con la influencia directa de Kennedy.
Kennedy y su visión sobre las vacunas
Robert F. Kennedy Jr. ha sido uno de los críticos más visibles de las vacunas contra el covid-19 en los Estados Unidos. Aunque asegura apoyar la inmunización en general, cuestiona su seguridad y eficacia, y defiende que solo se apliquen a poblaciones específicas.
Desde su llegada al HHS, impulsó revisiones de las recomendaciones federales, redujo el acceso a ciertos grupos y promovió directrices que limitan la vacunación contra el covid-19 únicamente a personas consideradas de alto riesgo, bajo supervisión médica. Estas medidas lo han enfrentado con buena parte de la comunidad científica y con funcionarios que, como Monarez, se resistieron a avalar cambios sin respaldo sólido en la evidencia.
Jim O'Neill, el nuevo líder interino
Tras la salida de Monarez, la Casa Blanca nombró a Jim O'Neill, subsecretario del HHS y aliado cercano de Kennedy, como director interino de los CDC.
O'Neill no tiene formación médica, pero cuenta con experiencia en gestión pública y biotecnología. Aunque se ha declarado "muy provacuna" y respalda el calendario federal de inmunización, su cercanía con Kennedy genera preocupación sobre la independencia científica de la agencia.
El funcionario seguirá como subsecretario del HHS mientras dirige los CDC de forma temporal y supervisa las nuevas directrices sobre vacunación, incluyendo la reciente decisión de restringir las dosis anticovid a la población de alto riesgo.
Implicaciones para la salud pública
El rumbo marcado por Robert F. Kennedy Jr. no es un simple reajuste administrativo. Según varios especialistas citados por medios estadounidenses, las consecuencias pueden ser profundas:
- Si los CDC pierden su autonomía técnica, se podrían debilitar los programas de prevención y control de enfermedades.
- Podría aumentar la desconfianza ciudadana en las vacunas, ya erosionada tras la pandemia y vulnerable a mensajes contradictorios.
- La respuesta ante futuras emergencias sanitarias correría riesgos, al depender de decisiones que deben ser rápidas, basadas en evidencia y con respaldo científico creíble.
"Este es el momento de movilizarnos para proteger la salud de todos los estadounidenses. El Congreso debe ejercer su autoridad de supervisión sobre el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS). Los gobiernos estatales y locales deben cubrir las brechas de financiación donde puedan. La filantropía y el sector privado deben intensificar sus inversiones en la comunidad. Los grupos médicos deben seguir defendiendo la ciencia y la verdad. Los médicos deben seguir apoyando a sus pacientes con orientación sólida y empatía", advirtieron varios exdirectores de los CDC en un artículo de opinión en The New York Times.
La advertencia resume la inquietud de buena parte de la comunidad médica: que la salud pública en Estados Unidos quede subordinada a intereses políticos. Y que, en esa disputa, los ciudadanos sean quienes paguen el costo más alto.