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Jesse Owens, el campeón que le aguó la fiesta a Hitler

Por Agencia | 11 de Ago. 2016 | 4:59 pm

Jesse Owens8El mundo del deporte y del olimpismo nunca lo olvidará. Hace 80 años, en aquel lejano 1936 se efectuaron en Berlín, Alemania, unos imborrables Juegos Olímpicos, los XI de la Era Moderna. Un atleta de color y nieto de esclavos, James Cleveland "Jesse" Owens, se inmortalizó y humilló al propio "Führer" (líder), el dictador alemán Adolfo Hitler.

Su hazaña fue histórica. Owens tenía 22 años cuando cruzó el Océano Atlántico y recolectó medallas de oro, al ganar las cuatro pruebas en las que participó, en los 100 y 200 metros planos, el salto largo y el relevo 4×100 metros, imponiendo tres nuevos récords mundiales y olímpicos, ante la incredulidad de los fanáticos alemanes, tres años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Se convertía así en el primer estadounidense en alcanzar esta proeza. Además, en un contexto de entreguerras, con Hitler ya en el poder y a punto de comenzar el conflicto bélico, el ser un deportista norteamericano de color no se lo puso nada fácil a Owens, en unas justas que se celebraban en el corazón de la Alemania nazi.

Poco después de su nombramiento como el Canciller germano, el "Führer" vio en los Juegos un escaparate perfecto para presentar a Alemania en sociedad y refrendar lo que un gran acto de propaganda nazi quería demostrar, en el cual se podía exhibir ante el mundo el éxito del nazismo y su teoría de la supuesta superioridad de la raza aria por encima del espíritu olímpico.imagen-Visa-300x250

Por aquellos años, los jerarcas germanos proclamaban la superioridad de los arios sobre el resto de razas y no dudaban en incluir a los negros entre las "personas inferiores". Por eso, Owens se convirtió a inicios de agosto de 1936 en un símbolo de la lucha contra el racismo.

El Gobierno de Hitler invirtió, entonces, la suma de $30 millones para respaldar la organización y la preparación de sus atletas.

Sin embargo, "Jesse" apareció con su talento en las pruebas de pista y campo, para desbaratar todas las teorías del tirano y poner al público a sus pies al honrar sus méritos con júbilo y cánticos. Las diferencias entre negros y blancos desaparecieron por un corto tiempo, para el disgusto de los nazis.

Como si se tratara de un partido de fútbol, el mítico atleta derrotó al Hitler y al nazismo; el marcador final fue Owens 4-Hitler 0. Así lo expresó la prensa mundial al postular al que se consideraba el mejor deportista de su época y una de las grandes leyendas del atletismo universal. Por eso es necesario viajar en el tiempo, para profundizar en su logro deportivo y en el contexto en el cual lo construyó.

Así surgió el "atleta de oro"

Hijo de un granjero y nieto de esclavos, proveniente de una numerosa familia de labradores, "Jesse" Owens había venido al mundo 23 años antes a 1936, el 12 de setiembre de 1913. Su nacimiento se produjo cerca de una plantación de algodón, en una granja de Oakville, en Lawrence, Alabama.

El décimo de los 11 vástagos de Henry Owens y Emma Fitzgerald era también un hijo de la esclavitud y la segregación racial, uno de los tantos niños afroamericanos que trabajaban en la recolección de algodón en el sur de Estados Unidos, a comienzos del pasado siglo.

Mientras realizaba sus estudios primarios, aquel niño talentoso trabajó como vendedor de periódicos, empleado de una gasolinera y ascensorista. Fue a inicios de la década de 1920, cuando su familia se unió a la gran emigración negra hacia el norte, afincándose en Cleveland.

Desde pequeño lucía un cuerpo raquítico y era propenso a las enfermedades. Nadie hubiera dicho que aquel débil muchacho, que a los siete años estuvo al borde de la muerte por una neumonía, se convertiría en uno de los mejores atletas de todos los tiempos.

Sus compañeros de clase le apartaban de los juegos y él, para no aburrirse, se dedicaba a dar vueltas al campo de beisbol. Pero su profesor de gimnasia en la escuela, Charles Riley, se sintió atraído deportivamente por el joven, a quien traía el desayuno e invitaba a almorzar a su casa además de enseñarle a correr.

Casualmente, Owens tenía una capacidad innata para el atletismo, que comenzó a demostrar al matricularse en la Universidad Estatal de Ohio, donde estudió. En la secundaria, "Jesse" ganó 74 de las 79 carreras en las que compitió, batiendo el récord nacional de salto de longitud; allí obtuvo un empleo a tiempo completo, mientras practicaba atletismo.

Muy pronto llamó la atención, incluso acumuló elogios de los especialistas de este deporte en 1932, al cronometrar 10,3 segundos en los 100 metros planos. Pero su momento de gloria y consolidación se dio un año antes de los Juegos de Berlín, el 25 de mayo de 1935.

En una de las tardes más grandes que recuerda el atletismo mundial, en el marco del "Big Ten Conference", celebrado en Ann Arbor de Michigan, Owens realizó su primera proeza al pulverizar cinco récords mundiales, igualó otro y ganó cuatro eventos (salto largo, los 100 metros lisos, los 200 planos y los 200 con vallas) en solo 45 minutos.

Una de esas marcas universales fue el salto largo o de longitud. Fijó un registro de 8,13 metros, que iba a mantenerse 25 años hasta que su compatriota Ralph Boston lo rompió con 8,21 metros en agosto de 1960. En las otras pruebas completó los 100 metros en 9,4 segundos y corrió los 200 lisos en 20,3 segundos y los 200 con vallas en 22,6 segundos. Desde ese día se le conoció como "el Antílope de Ébano".

El salud de Hitler a Owens

Un año después a ese histórico 1935, "Jesse" Owens aterrizó en el Estadio Olímpico de Berlín para participar en sus primeras y únicas Olimpiadas en 1936. El día 3 de agosto se impuso a Ralph Metcalfe y Tinus Osendarp en la final de los 100 metros, adjudicándose la medalla de oro con un tiempo de 10,3 segundos.

Jesse Owens6Horas después, certificaba su clasificación en el salto largo o de longitud, gracias a la asesoría de su principal competidor, el rubio alemán Luz Long, que fue el ganador de la medalla de plata en la final del día siguiente, superado sólo por Owens. "Jesse" estuvo cerca de ser eliminado tras dos intentos nulos en plena Olimpiada.

Un atleta que, con las preseas obtenidas en los 200 metros lisos y en el 4×100 masculino, alcanzó cuatro medallas doradas, un hito que tardó casi medio siglo unos 48 años en ser emulado, cuando su compatriota Carl Lewis logró el mismo registro en Los Ángeles 1984.

Aquella tarde del 3 de agosto, más de 110.000 personas lo ovacionaron y lo veneraron. Asombrados por sus triunfos, muchos alemanes le pidieron autógrafos. Owens dijo en su autobiografía "The Jesse Owens Story" (1970) que, durante su estadía en Alemania, se le permitió viajar y hospedarse en los mismos hoteles que los blancos.

Todo sucedió ante la mirada furiosa e irritada de un Adolf Hitler que –cuenta la leyenda– prefirió abandonar el estadio antes que darle la mano al nuevo "führer" negro del atletismo. Los historiadores dieron por mucho tiempo la versión de que el déspota político siempre evitó saludar y condecorar al estadounidense, en las ceremonias de premiación, porque decía que solo trataba con arios, en pleno fragor del Tercer Reich y ante los ojos de todo el mundo.

Según recientes versiones históricas, el "Führer" quedó muy conforme con el desempeño de los germanos, que fueron claros dominadores del medallero, en un hecho sin precedentes en la Era Moderna de los Juegos. Los anfitriones sumaron 89 medallas (33 doradas, 26 de plata y 30 de bronce), mientras que el segundo, Estados Unidos, sumó 56 (24 oros, 20 platas y 12 bronces).

Lo cierto es que fue el propio atleta el que desarticuló aquel mito, que aún hoy perdura. En sus memorias, el estadounidense reconoció que recibió una felicitación oficial por escrito del gobierno alemán y que, luego de la entrega de medallas, Hitler nunca lo menospreció en absoluto y sí lo saludó al pasar frente al palco.

"Cuando pasé delante de él, el Canciller (Hitler) se levantó, me saludó con la mano y yo le devolví el saludo", relató el velocista en su libro.

Sobre el polémico tema, el periodista alemán Siegfried Mischner aseguró por su lado que, en el 2009, había tenido la oportunidad de ver una fotografía en la que el atleta norteamericano y el "Führer" se estrechaban la mano.

Víctima del racismo

Sea como fuere, la contribución del atleta estadounidense  –para muchos, el mejor del siglo XX– continúa siendo hoy, ocho décadas después, decisiva, tanto para el mundo del deporte olímpico y sus valores, como para la lucha por la igualdad racial.

Pero lo cierto del caso es que el héroe deportivo de Berlín 1936 no recibió el premio de mejor deportista aficionado de Estados Unidos y apenas fue reconocido en Estados Unidos hasta poco antes de morir.

Cuando Owens regresó a su país, tras las justas alemanas, cayó en desgracia, pues sus méritos no fueron apreciados por las instancias oficiales. El presidente estadounidense, Franklin Delano Roosevelt, no lo recibió en una ceremonia en la Casa Blanca, ni siquiera se dignó a enviarle un telegrama de felicitación, ya que consideraba más importante continuar con su campaña electoral y conseguir el voto del sur estadounidense, que era claramente segregacionista.

En su libro, el propio atleta resumió la situación que le tocó vivir en menos de un mes: "Cuando volví a mi país natal, después de todas las historias que me habían contado sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del bus de servicio público. Volví a la puerta de atrás y no pude vivir donde quería. Y si bien es cierto que no fui invitado a estrecharle la mano a Hitler, tampoco fui invitado a la Casa Blanca a saludar a mi presidente", llegó a revelar en sus memorias.

Retirado de las pistas, "Jesse" regresó en silencio a su trabajo habitual como botones en el hotel Waldorf Astoria, en Nueva York, e hizo incursiones sin éxito en el mundo de los negocios, perdiendo su fortuna y cayendo en el anonimato, hasta que el Gobierno de Estados Unidos le designó embajador de buena voluntad.

Solo a finales de los años 1950, Owens encontró un trabajo digno. Abrió una empresa de relaciones públicas y comenzó a recorrer el país, dando discursos de motivación, patrocinados por diferentes empresas, y hablando ante convenciones de negocios, grupos juveniles y organizaciones cívicas.

Hasta su muerte a los 66 años de un cáncer de pulmón, el 31 de marzo de 1980 en Tucson, Arizona, se fumó una cajetilla de cigarrillos al día. Cuatro años después, Berlín puso su nombre a una calle.

Sus hazañas de pista y campo fueron recordadas en un magnífico y elogiado documental, "Olimpiada" (1938), que rodó la actriz, fotógrafa y cineasta alemana Leni Riefenstahl sobre los Juegos de Berlín 1936, en el que le dio un tratamiento heroico a "Jesse" Owens.

Además, su historia ha sido narrada este año en la película "Carrera: El héroe de Berlín" (2016), del director Stephen Hopkins y con el actor Stephan James como "Jesse" Owens. Según la crítica, "un largometraje con poco acierto". El rodaje comenzó en Montreal el 24 de julio de 2014 y se estrenó recientemente, el 19 de febrero del 2016.

(*) Rodrigo Calvo Castro es periodista deportivo del sitio http://cronica.cr/

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Nombre: James Cleveland "Jesse" Owens.

Nacimiento: 12 de setiembre de 1913, en Oakville, de Lawrence, Alabama, Estados Unidos.

Fallecimiento: 31 de marzo de 1980 (66 años), en Tucson, de Arizona, Estados Unidos.

Familia: Casado con Minnie Ruth Solomon-Owens (nació el 27 de abril de 1915 y falleció a los 86 años, el 27 de junio del 2001) hasta la muerte de "Jesse" en 1980; padre de tres hijas, Gloria, Marlene y Beverly.

Peso: 75 kilos.

Estatura: 1,80 metros.

Equipo atlético: Universidad de Ohio, Estados Unidos.

Especialidades: Carreras de velocidad (100 y 200 metros planos), salto largo y relevo de 4×100 metros.

Medallas en Juegos Olímpicos: Cuatro de oro en Berlín 1936, en 100 y 200 metros planos, salto largo y el relevo 4×100 metros.

Algunos honores recibidos: –Atleta del año de la agencia "Associated Press" (1936). –Ingresó a los Salones de la Fama del Deporte de Alabama (1970), del Atletismo de los Estados Unidos (1974) y del Comité Olímpico Estadounidense (1983, póstumo). –Orden Olímpica por su lucha contra el racismo en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín (1976). –Medalla Presidencial de la Libertad, por parte del mandatario Gerald Ford (1976). –Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos, por parte del presidente George H. W. Bush (1990, póstumo).

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