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Fueron atribuidas al mismísimo diablo… Las ocultas maravillas de nuestros aborígenes

Los mismos españoles condenaron al olvido los logros de los indígenas

Por Patricia León-Coto | 29 de Ene. 2017 | 5:32 am
Nuestros índígenas construyeron magníficas obras hidráulicas, como las que se pueden observar en el Monumento de Guayabo.

Nuestros índígenas construyeron magníficas obras hidráulicas, como las que se pueden observar en el Monumento Guayabo.

Desde  el Cerro Zurquí.  Cortaban el hierro fácilmente como si se tratara de una barra de mantequilla y guerreaban blandiendo escudos que al reflejar los rayos del sol enceguecían a los soldados españoles, al mejor estilo del famoso Sitio de Siracusa.

Estas y otras maravillas, como las complicadas obras hidráulicas observables en el Parque Arqueológico Guayabo, Turrialba, así como la exitosa utilización de "compost" en huertos y plantaciones para mejorar cultivos, amén de las extraordinarias curaciones de todo tipo de enfermedades, sorprendieron a los primeros españoles que llegaron a Costa Rica.

Dado que esos y muchos más prodigios, como la variedad de lenguas,  no tenían explicación europea, los barbudos españoles los atribuyeron a malignos poderes sobrenaturales, dignos únicamente del… ¡diablo ! Y los condenaron al olvido eterno, para que no trascendieran hasta nuestros días.

Ni en universidades, colegios y escuelas primarias se ha enseñado a los jóvenes las maravillas de conocimientos que ya tenían nuestros indígenas al momento en que el Almirante Cristóbal Colón puso pie aquí, en 1502.

Pocos historiadores nacionales han querido indagar a fondo sobre dicha sabiduría. Para develar esos secretos, hay que investigar profusamente en los propios informes que enviaron conquistadores y frailes al Rey de España.

Don Gonzalo Fernández de Oviedo revela que, en nuestro Pacífico Central, con simples hilos de cabuya los indios cortaban el hierro. Con la boca abierta quedaron al ver que los indígenas podían escapar, tras cortar los grillos y cadenas que les ponían para aprehenderlos. Escribió:

"…como quien asierra, mueven sobre el hierro que quieren cortar, un hilo de henequén o cabuya, tirando e aflojando, yendo o viniendo de una mano hacia otra, y echando arena menuda sobre el hilo, en el lugar o parte que los mueve, ludiendo en el hierro; y como el hilo va rozando, así lo van mejorando e poniendo del hilo que está sano e por rozar, y desta forma siegan un hierro por grueso que sea, e lo cortan como si fuese una cosa tierna o muy fácil de cortar…"

Por otra parte y a semejanza del Sitio de Siracusa, en siglo 214 AC, cuando el sabio Arquímedes utilizó escudos-espejos que al reflejar los rayos solares quemaron  las naves romanas, aquí en Costa Rica, el famoso cronista fraile Benzoni, en 1549, escribió:

"Los borucas tenían un objeto, de manera de comal, hecho de oro y muy grande. Esto querían ellos para cuando estuvieran combatiendo. Entonces los borucas mostraban aquel objeto a los extranjeros para que quedaran enceguecidos por el reflejo de la luz del sol y no pudieran ver bien. Entre tanto ellos les tomaban ventaja en la lucha".

Fernández también se maravilló con los  sistemas agrícolas y huertos que aplicaban los autóctonos, con solo observar los movimientos  de la Luna;  así como  el uso de ceniza, estiércol, hojas podridas, etc. para hacer "compost".

Finalmente, fray Agustín de Cevallos no escatimó  atribuir aquellos desconocidos  portentos, incluida la variedad de lenguas que tenían a las fuerzas del mal:

"…hablan los naturales diferentes lenguas, que parece fue el artificio más mañoso quel demonio tuvo en todas estas partes para plantar discordia…".

Fue entonces cuando los españoles proclamaron a nuestros aborígenes… ¡bestias!!!

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