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Limp Bizkit convirtió el duelo por Sam Rivers en una celebración inolvidable en Costa Rica

El festival Loserville, marcado por la reciente muerte de uno de los pilares de Limp Bizkit, fue una de las noches más emotivas y catárticas que el metal ha vivido en Costa Rica. Entre gorras rojas, mosh pits con olor a Cofal y el poder de Nelson, la maratónica jornada tuvo la nota máxima.

Por Víctor Fernández G. | 3 de Dic. 2025 | 12:34 pm

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Nadie lo anticipaba. Lo que pintaba para ser un festival atravesado por la duda — por la muerte de uno de los fundadores del grupo principal apenas el 18 de octubre y salida del cartel del segundo acto en importancia a mitad de noviembre— terminó siendo, paradójicamente, una de las noches más emotivas y celebradas que el metal ha vivido en Costa Rica. El festival Loserville se convirtió en un ritual inesperado; duelo, gratitud, nostalgia y una fuerza intergeneracional que pocas veces se junta con tanta naturalidad.

En un martes en el que llegar a Parque Viva fue sinónimo de sufrimiento vial, donde las presas frente al aeropuerto castigaron hasta la paciencia más dócil y en el que un reglamento anacrónico del Ministerio de Salud obligó a terminar el  concierto a las 10 p. m., el milagro ocurrió. A pesar de todo, el anfiteatro se llenó por completo. Mucha gente llegó tarde, ni modo, pero lo que encontró fue una energía que no se compra ni se planea: una comunión de adultos jóvenes —late Gen X y millennials— que volvieron a sentir lo que vivieron a inicios de siglo, cuando MTV dictaba el pulso cultural y el metal y el hip hop se mezclaban en un híbrido agresivo y sentimental.

Esos mismos muchachos y muchachas que hace 25 años usaban gorras rojas echadas hacia atrás, con cabelleras espesas y orgullo suburbano, este 2 de diciembre las volvieron a llevar. Solo que ahora muchas tapan canas, entradas y calvicie; un recordatorio amable de que el tiempo ha pasado, sí, pero la música nunca dejó de pertenecerles. La identidad no se extinguió; simplemente maduró.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Y en lo esencial el heavy metal nunca se sintió tan humano, tan frágil y tan emotivo como esta noche, cuando la memoria de Sam Rivers se mezcló con la épica de un fan costarricense que se robó el escenario y cuando Limp Bizkit, una banda marcada por la irreverencia, convirtió su duelo en una celebración colectiva que difícilmente olvidaremos.

Repasemos todos los protagonistas de la jornada, uno a uno (acomódese, que el texto que viene es reflejo de siete horas de música en vivo).

Slay Squad

A Slay Squad no llegué a verlos; les tocó abrir a una hora tan temprana que muchos aún estábamos atorados en alguna calle de Belén o intentando escapar de la oficina. Aun así, entre los pocos que lograron escucharlos, el comentario general fue positivo. Este colectivo del sur de California mezcla metal, hardcore y rap en una propuesta que ellos mismos llaman ghetto metal. El primer mosh pit del día —aunque pequeño— fue un resultado bienvenido de su presentación. Les seguiremos la pista.

RiFF RAFF

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

El rapero RiFF RAFF —Horst Christian Simco— le hizo honor a la temática del festival: resultó un tremendo perdedor. Su notoriedad proviene más de su personaje estrafalario —inspiró parcialmente al delincuente interpretado por James Franco en Spring Breakers— que de un catálogo musical sólido. Además, ha estado rodeado de polémicas, incluyendo acusaciones de agresión sexual en Australia y Canadá.

Con ese historial a cuestas, el texano salió a escena con evidente desgano, arrastrando los pies y ofreciendo un repertorio ayuno de emociones. Tanto él como la poca audiencia apiñada frente al escenario sabían que su participación era un mal necesario, pues su música es prácticamente desconocida por estos rumbos. Para colmo, cerró confundiendo a Costa Rica con Puerto Rico. Todo mal.

Ecca Vandal

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Ecca Vandal —nombre real Rebecca Ari, surafricana hija de refugiados tamiles de Sri Lanka y criada en Australia— fue el primer gran momento de la tarde. Su presencia, pequeña en estatura pero enorme en energía, tomó por asalto el escenario con un formato directo: ella al frente, acompañada por el volcánico baterista Dan Maio y por su socio, Richard "Richie" Buxton, bajista y multinstrumentista.

Richie acompaña a Limp Bizkit en esta gira como sustituto temporal tras la súbita muerte de Sam Rivers. Más que un reemplazo técnico, su elección revela un nivel de confianza absoluto por parte de Fred Durst; fue el único músico del cartel que tocó dos sets completos —primero con Ecca y luego con Bizkit— sumando más de tres horas sobre el escenario sin mostrar una sola fisura. Inagotable.

Ecca ofreció un espectáculo vibrante. Su mezcla de punk, rock alternativo, hip hop, electrónica y matices de jazz y soul genera un lenguaje propio que destaca por su energía y por una estética cuidada.

El impulso definitivo llegó cuando Fred Durst subió a cantar con ella A dúo interpretaron "Cruising to Self Soothe", su tema más difundido este año y que, al menos en mi caso, apareció repetidamente en Facebook en los meses previos al concierto. Hoy lo cuento entre mis favoritos del 2025.

Con apenas nueve años desde su primer disco, Ecca empieza a abrirse paso ante audiencias más amplias. Lo hace con identidad feroz y el respaldo de un padrino que cree en ella sin reservas.

311

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

La presentación de los veteranos 311 fue otro de los grandes momentos de la jornada. El setlist fue un regalo para quienes crecimos con su música en los noventa: "Beautiful Disaster", "Come Original", "You're Gonna Get It", "Lovesong", "Applied Science", "Amber", "Creatures (for a While)", "Down" y "Feels So Good".

Nick Hexum, su vocalista, apareció en una forma física envidiable —entonado cuerpo de surfista y voz intacta— y desplegó un carisma que el público agradeció. Doug "SA" Martínez, segunda voz y responsable del sabor, el rap y la cadencia que distinguen el ADN de 311, fue determinante para que la banda sonara impecable, como si el tiempo no hubiera pasado.

La versión reggae de "Lovesong", de The Cure, fue un punto altísimo; uno de los mejores covers que existen a juicio de quien aquí escribe. Hexum, que la víspera había estado surfeando en Jacó, cerró la interpretación con un emotivo: "I will always love you, Costa Rica", frase que amarró perfectamente con la línea final del tema y que el público celebró con auténtico cariño.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

En celebración de sus 35 años de carrera, la banda agradeció a Fred Durst y a Limp Bizkit por la invitación, gesto que varios artistas del cartel repitieron durante la jornada.

311 pertenece a esa categoría de grupos que muchos apreciamos desde hace décadas, pero que no consideraríamos viajar a ver fuera del país y que nadie esperaría dando un concierto por su cuenta en suelo tico. Por eso su inclusión en este festival se sintió como un regalo; nunca los tuvimos en el bucket list porque simplemente no imaginábamos verlos aquí.

Bullet for My Valentine

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Confieso que no soy seguidor de Bullet for My Valentine ni tenía mayor familiaridad con su discografía, más allá de saber que arrastran un following considerable y que su incorporación de última hora fue, en buena medida, la razón por la que el festival terminó agotando entradas. Ahora lo entiendo: lo de ellos fue una descarga monumental. Hacía rato no veía una banda de metal tocar con semejante inyecte; tan encendida y sin un instante de afloje.

Saltaron al escenario a las 6:45 p. m., cuando el auditorio ya lucía bastante nutrido. Sin embargo, al fondo se veía la línea interminable de luces sobre la carretera: decenas, quizá cientos de fans seguían en las presas que rodean los caminitos rurales de acceso a Parque Viva, oyendo a lo lejos a la que quizás era la banda que habían pagado por ver.

Antes de la segunda canción, Matt Tuck explicó cómo terminaron acá:

"No se suponía que estuviéramos acá, pero hace tres semanas nos llamaron a preguntar si queríamos ir a Sudamérica con Limp Bizkit… claro que sí."

Con eso se cerró el capítulo que se abrió el 13 de noviembre, cuando se anunció que Yungblud no vendría, dejando un hueco enorme en el cartel. Lo que nadie esperaba era que el reemplazo no solo llenara ese vacío, sino que lo desbordara por completo. Bullet llegó desde Gales como un refuerzo de emergencia, pero terminó siendo el movimiento que detonó la locura. En cuanto se anunció su incorporación, las entradas se agotaron. Y visto lo visto, pudieron haber venido solos y aun así convocar a una masa metalera más que respetable.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Lo suyo fue un concierto sin pausas, imposible tomar aire; puro metal, sin misericordia, sin rodeos, sin tomar prisioneros. Al frente, Tuck manejó voz y guitarra rítmica con la seguridad de un cirujano, mientras que Michael "Padge" Paget se turnó con él los solos y los riffs principales, con una naturalidad que solo dan décadas de escenario. Donde uno termina, el otro entra, como si respiraran juntos.

En la base, Jason Bowld fue un animal desatado: su doble bombo sonó como una ametralladora. Y entre todo ese bombardeo apareció uno de los elementos más distintivos del show: el juego de voces entre Tuck —el armónico— y Jamie Mathias, el bajista encargado de los gritos. Esa tensión entre melodía limpia y ataque vocal es parte de la genética del metalcore.

El repertorio fue un viaje directo a la juventud de quienes hoy ya están lejos del rango etario de "personas jóvenes": The Poison, su álbum debut, cumple 20 años. Para toda una generación, ese disco fue la puerta de entrada a los años rabiosos del metalcore. Esta noche sonó completo o casi, con piezas como "Her Voice Resides", "4 Words (To Choke Upon)", "Tears Don't Fall", "Hit the Floor", "Hand of Blood", "Room 409", "Cries in Vain", "The End" y "Demon" cerrando con furia.

Para alguien que llegó sin expectativas, lo de Bullet terminó siendo uno de los momentos más intensos de mi jornada. Un reemplazo que no solo salvó el cartel: lo volvió más grande, pesado y memorable.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Aquí vale anotar que fue también una noche significativa para One Entertainment, productora que lleva años sembrando en el pop y la música latina, pero que en tiempos recientes se ha incursionado como un actor serio en el circuito roquero. Después de traer a Smashing Pumpkins, esta vez se echó al hombro la faena de ejecutar un festival con seis artistas, seis crews, seis managers y seis universos distintos. Y lo logró con horarios cuidados, cambios fluidos, buen sonido y una logística sin caos.

Limp Bizkit

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

El espectáculo comenzó con un silencio inusual para una banda como Limp Bizkit. Sus integrantes entraron al escenario de espaldas al público, mirando hacia la pantalla gigante donde se proyectaba un tributo a su compañero y cofundador Sam Rivers, fallecido el 18 de octubre, menos de dos meses antes de esta fecha. Fueron imágenes íntimas, cálidas, emocionales. El anfiteatro entero se unió en un aplauso largo y sentido para un músico que nunca buscó protagonismo, pero que por décadas fue el mástil que sostuvo el sonido de la banda.

Resultó encomiable ver a Limp Bizkit cumpliendo su gira aun cuando tenían la excusa más comprensible para cancelarlo todo. En vez de esconder el duelo, lo han llevado sobre el escenario, arropados por sus fans, recibiendo el amor hacia Sam en cada fecha. Mientras muchos prefieren procesar una pérdida en privado, ellos lo hacen a ojos del mundo; celebrando a su hermano caído con tanta gente como sea posible.

En el bajo estuvo Richard "Richie" Buxton, a quien ya habíamos visto tocar un set completo más temprano con Ecca Vandal. Le tocó asumir la responsabilidad de sustituir a un grande en medio de una tragedia, y lo hizo con respeto total; sin buscar focos propios y consciente de que el protagonismo estaba en los otros cuatro. Pero mantener un perfil bajo le fue imposible: Fred Durst lo reconoció una y otra vez, pidiéndole al público aplausos por estar ahí para ellos en su hora más necesitada.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Durst, el insolente por excelencia de los 2000 —el provocador incómodo que llevó al nu metal a alturas insospechadas—, es hoy un hombre maduro, con una barba canosa que delata el paso del tiempo. Nada de eso le ha quitado presencia; al contrario. Hubo un detalle que lo resumió todo: eligió usar una gorra rosada, aunque su legado de gorras rojas se volvió parte del código de vestimenta no oficial en los conciertos de la banda. Ese pequeño viraje encapsula bien su versión actual: sigue siendo él, pero ya no necesita interpretarse a sí mismo.

Luego, la formación clásica.

John Otto en la batería: cumplidor, sólido, discreto, sosteniendo todo sin necesidad de exhibirse.

Del otro lado, el explosivo DJ Lethal, leyenda del hip hop mucho antes de llegar al grupo gracias a su trabajo con House of Pain. Su pasado se notó en varios interludios; se dio gusto pinchando pedazos de Naughty by Nature, 50 Cent, George Michael… pequeños homenajes que encendieron al público entre canción y canción.

En la guitarra, imposible no fijar los ojos en Wes Borland: un músico para quien la parte visual es tan importante como lo sonoro. Han pasado décadas desde que empezó con los lentes de contacto de colores, pero la esencia sigue intacta. No existe un concierto de Limp Bizkit sin el ritual escénico de Borland: traje confeccionado especialmente para la ocasión, maquillaje extremo, y esa aura de personaje inquietante. Verlo y escucharlo sigue siendo un placer raro e intenso.

Y al frente, sosteniendo el equilibrio entre caos, humor y vulnerabilidad, Durst operó como maestro de ceremonias. Supo cuándo empujar la fiesta y cuándo detenerla. Lideró un show cargado de emoción y gratitud; un ritual de despedida y, al mismo tiempo, el arranque de un concierto que se sintió como una celebración de vida.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

El recital tomó un ritmo propio: más pausado, sin prisas, muy distinto al ritmo arrollador de Bullet. Fred habló, bromeó, pidió aplausos para sus compañeros y se mostró genuinamente agradecido con Costa Rica y con la recepción que recibieron. Quienes lo siguen en redes ya sabían que había pasado días felices en el país, y eso se notó en cada gesto. Tras bastidores se supo de encuentros privados con fans; momentos que Fred no exhibe —porque no necesita fanfarronear— pero que para esas personas significaron el mundo.

El repertorio arrancó con fuerza brutal. "Break Stuff" fue catarsis pura. La canción con la que los mayores de 40 —que eran mayoría esta noche— se abandonaron sin culpa. Ese tema, que en 1999 desencadenó algunas de las escenas más caóticas de Woodstock '99, todavía provoca un estallido visceral. La audiencia gritó cada profanidad, cada gesto de insolencia, como si por unos minutos recuperaran la irreverencia adolescente que hoy ven en sus propios hijos e hijas.

Luego llegaron "Hot Dog", "Gold Cobra", "My Generation", "Livin' It Up" y "My Way", y poco a poco el concierto ganó tracción hasta desembocar en "Rollin'". Pero ocurrió algo inesperado: la canción se cortó abruptamente y, en un golpe de humor finísimo, DJ Lethal nos recetó "Proud Mary" de Creedence Clearwater Revival, con su eterno "rollin', rollin', rollin' down the river". Un giro brillante.

La sección media mantuvo el vaivén emocional. "Re-Arranged" bajó la intensidad y "Behind Blue Eyes", el cover de The Who, adquirió un tono especialmente cargado por la ausencia de Sam. Luego vino otra sorpresa: antes de lanzarse con "Faith", Lethal nos dejó flotando en el sax más sensual de los 80 con "Careless Whisper" de George Michael. En serio escuchamos de todo.

La recta final fue pura fiesta: "Dad Vibes", "Nookie", "Boiler", y entre ellas uno de los momentos más altos del concierto: "Full Nelson".

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Nadie vio venir lo que pasó ahí. Fred Durst, juguetón como siempre, empezó a buscar entre la multitud a alguien que subiera a cantar con él. El destino —que a veces tiene sentido del humor— decidió regalarle al heavy metal costarricense una de esas coincidencias que quedan para la historia: el fan elegido se llamaba… ¡Nelson!

El ungido subió con una camiseta que dejaba claro su amor por Wes Borland y una energía que electrizó a todo el auditorio. No era un improvisado: tenía potencia, actitud, presencia y un dominio vocal que dejó al mismo Fred con una sonrisa de satisfacción. Se fue taco a taco con Durst, sin achicarse. Qué gran momento; qué grande Nelson, el tico.

Si lo conocen, díganle que le doy las gracias: me sentí orgullosamente representado en él.

El episodio tuvo incluso sus propios detalles épicos. Nelson perdió los anteojos en medio del estallido y, antes de cantar, tuvo la confianza de pedirle algo de tomar a Fred. "¿Se te ofrece algo más?", bromeó el cantante. Y luego vino lo mejor: Nelson dejó el alma sobre la tarima de La Guácima. Sabía que aquella era su noche.

Aunque "Full Nelson" dejó el listón altísimo, el verdadero cierre físico, el que detonó el último gran estallido del público, vino inmediatamente después: "Take a Look Around", la pieza inmortalizada en Misión Imposible 2 que convirtió a Limp Bizkit en fenómeno global en el 2000.

Apenas sonó el riff inicial, el ambiente cambió. Fue como si todos alcanzáramos el mismo recuerdo al mismo tiempo. Y ahí, cuando la banda apretó el acelerador, vino el último slam con olor a Cofal de la noche, ahora sí el definitivo: un remolino generacional donde mayores de 30, 40 y hasta 50 se dieron permiso de volver al torbellino una última vez. Catártico, liberador y extrañamente hermoso.

Ese fue el punto final de un concierto cargado de duelo, humor, nostalgia y celebración. Cuando cayó el último golpe de batería, la banda se sabía satisfecha, el público estaba exhausto pero pleno y el anfiteatro temblaba como en sus mejores tiempos.

Solo después llegó el epílogo dulce. DJ Lethal puso "Don't Stop Believin'", de Journey, y la banda abandonó la tarima dejándonos convertidos en un enorme coro. Ese himno —cargado de memoria desde Los Soprano— selló la noche con una nota de unión, respiro y felicidad.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Mini entrevista con Juan Carlos Campos, director de One Entertainment

(Realizada tras bastidores, entre carreras de producción y cambios de escenario.)

—Cuando falleció Sam Rivers, ¿cómo manejaron la incertidumbre sobre si el concierto seguiría?

El contacto que teníamos a lo largo de todo el proceso era directamente con Fred. Y yo no hallaba cómo molestarlo en medio del duelo para preguntarle qué iba a pasar. Tenemos un amigo y socio, muy amigo de Fred, que fue quien logró el concierto. Él me dijo: "Yo no te puedo asegurar nada, pero por lo que conozco a Fred, el show va a continuar. Así que tranquilo; lo vamos a ver y le vamos a llamar en una semana o dos".
Y yo pensaba: Una o dos semanas es demasiado tiempo; la gente está pidiendo respuestas.

Pero él insistió: "Usted tranquilo, vámonos por lo que conozco a Fred".
Así que no dijimos nada, seguimos confiados… y a las dos semanas nos avisaron: "El show va a seguir".

La confirmación nos llegó por parte de Richie Buxton, el bajista de Ecca Vandal. Él fue quien tocó con ella y con Bizkit. Fred le dijo a Ecca: "Necesito que tu bajista venga con nosotros a sustituir a Sam en esta gira. No teníamos nada planeado y no le voy a dar ese espacio tan especial absolutamente a nadie más".
Richie tomó el puesto y él mismo nos comunicó que todo seguía. Ahí sí nos quedamos completamente tranquilos.

—Se notó una cercanía especial con Ecca Vandal.

Sí, totalmente. Ella ya es parte del inner circle de la banda. Venían juntos. El lunes fuimos a cenar y Fred la invitó. Él le tiene un cariño especial y ella ha sido muy cercana en general con toda la banda.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

—Y cuando ya tenían resuelto lo de Sam, se baja Yungblud del cartel…

Yo dije: "No puede ser posible; no estoy para este género musical, a mí me pasan cosas únicas". Pero al final fue algo muy positivo. Las ventas venían sin crecer, muy pasivas: se vendía, pero siempre igual. Pasa lo de Yungblud, se confirma Bullet for My Valentine, y la venta hace así (gesto hacia arriba).

Fue una sorpresa enorme. Generó muchísimo ruido y además al público le gusta mucho. No los teníamos ni cerca del radar, y al final el cambio nos benefició. Fue un cambio positivo.

—Tu experiencia como productor ha sido mayoritariamente en otros géneros musicales. Ya sumaste a los Smashing Pumpkins y ahora este festival. ¿Cómo te estás sintiendo en el mundo del rock?

Estoy sorprendido por el perfil del público, de las bandas y de los managers. Aquí lidié con seis managers, seis tour managers, seis road managers; seis riders distintos. Nunca había visto un nivel de profesionalismo y madurez tan alto.

Y el público igual. Abrís puertas y no es ese desorden de otros géneros. Todos los públicos son bonitos, pero diferentes. Aquí veo un público más maduro, que valora lo musical por encima de otras cosas.

Para mí ha sido riquísimo. En este medio a veces hay shows tan vacíos que uno dice: "Esta carajada es puro bailarín". Esto no. Esto es música. Lo de ellos es música.

Ayer, en la prueba de sonido, vi cómo Fred, con su oído absoluto, decía: "Vos vas adelante, vos atrás; te atrasás vos, te adelantás vos". Los corregía en pleno ensayo. A estas alturas, en una banda con tanto talento, ver eso es precioso.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Por lo que se viene, yo diría que vamos a seguir intentándolo. Vamos a abrir un campito en este género. Ya tenemos un par de cositas cocinándose.

—Este festival viene diseñado por la banda, es un concepto llave en mano. Ellos lo conceptualizan, ellos buscan a los artistas, el paquete viene completo. Todo viene armado desde su lado. ¿Te queda el interés de producir un festival desde cero?

Cien por ciento. Creo que el país tiene muchas áreas de oportunidad para crear festivales y darle a la gente la posibilidad de ver bandas que no vendrían solas. Yo no me hubiera aventurado a traer a Bullet solo…

—Y pasó lo mismo con 311, por ejemplo. Tampoco hubiera venido solo.

Exactamente. Ese es el mejor ejemplo. 311 no los hubiera podido traer solos. Pero ahora ya se va abriendo ese espacio, ya lo podemos ir desarrollando, y traerlos para algo pequeño o para algo mediano. Eso es lo que logran los festivales. Así que sí, es un objetivo.

—Hablemos de recintos. El público roquero suele tener reservas con Parque Viva. ¿Dónde sería ideal hacer un show de este tipo?

Si me hubieran puesto a elegir con todos los recintos disponibles, yo hubiera escogido Pedregal. Por conveniencia, espacio y parqueo. Se presta muy bien.

El Estadio Nacional es para cosas muy grandes, y eso lo hace un poco frío.

El ideal-ideal, si todos estuvieran disponibles, sería el Saprissa. No hay mejor venue para lograr la conexión público–artista. Todos saben dónde parquear, dónde orinar, dónde comer, cómo entrar y cómo irse. Esa labor de educación la hizo la Sele cuando jugaba ahí. La gente ya sabe muy bien cómo moverse. Esa conveniencia es lo que la gente busca.

El Nacional está superbien ubicado y por eso es tan bueno. Parque Viva es un excelente espacio; los artistas dicen que está igual que Estados Unidos. Pero la ubicación, la costumbre y el tránsito lo hacen complejo. Esa parte todavía no se ha logrado desarrollar con la constancia de los años.

Fotos: Cortesía One Costa Rica.

Ficha técnica

Festival: Loserville 2025
Fecha: 2 de diciembre de 2025
Lugar: Anfiteatro Coca-Cola, Parque Viva, La Guácima, Alajuela
Productora: One Entertainment
Duración: 7 horas (aprox.)

Artistas y orden de presentación

  • Slay Squad (Estados Unidos)

  • RiFF RAFF (Estados Unidos)

  • Ecca Vandal (Australia / Sudáfrica)

  • 311 (Estados Unidos)

  • Bullet for My Valentine (Gales)

  • Limp Bizkit (Estados Unidos)

Formación de Limp Bizkit

  • Fred Durst – voz

  • Wes Borland – guitarra

  • John Otto – batería

  • DJ Lethal – tornamesas / sampling

  • Richard "Richie" Buxton – bajo (músico invitado, sustituyendo a Sam Rivers)

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