Resulta que con el tiempo, el tema del gran Tolomeo fue amainando en el Liceo. Sobre todo porque Joselito ya no era alumno del mismo y Rosita había desaparecido del radar estudiantil.
Pero entró en escena don Paco, profesor de Español. El tipo lucía la edad que tenía (sesenta), vestía siempre su traje entero y no se quitaba la chaqueta ni en los recreos cuando el calor superaba los treinta grados Celcius. "Somos pobres, pero elegantes" repetía cotidianamente.
Su manejo del idioma era impecable, se sabía al dedillo las reglas de la RAE (Real Academia de la Lengua Española, para más señas). Se decía qué para cada nueva edición del Diccionario de Dudas de la RAE, el profesor era consultado con frecuencia (Se non e vero, e ben trovato).
A los alumnos del Liceo, les parecía un viejo chapado a la antigua, pero por algún motivo que desconozco, le tenían algo de respeto y mucho de temor. Y ya sabemos que Maquiavelo decía que era mejor ser temido, que ser amado.
Quizás sea cierto, pero para don Paco eso le parecía una sentencia de muerte. Añoraba amar y ser amado, sobre todo desde que había enviudado durante las pasadas vacaciones de fin de año. Los alumnos lo sospecharon, porque en su primera lección les soltó de sopetón un consejo desmesurado: "Jóvenes, han de saber que la esposa que busquéis debe ser una dama en la calle y en la casa, pero en la cama ha de ser una puta, una verdadera puta".
Todos quedaron anonadados. ¿Cómo es posible que ese señorón, exquisito en el manejo del idioma, usara esa palabrota y con tanto énfasis? Parecía picado por la "machaca". Para los que no lo recuerdan, se decía que la machaca era una especie de avispa que cuando picaba a los hombres y a las mujeres los volvía libidinosos (calientes, cachondos, etc.).
Detrás de esa pose de Duque de Barrio que adoptaba, don Paco era un gran romántico. Aunque admiraba al Quijote de Cervantes, se entusiasmaba con la María de Jorge Issac, el Werther del Goethe o El Amor en los Tiempos del Cólera de García Márquez. Pero lo que más le gustaba, era la poesía romántica del gran Darío (Margarita, ¿está linda la mar?) o del español Gustavo Adolfo Bécquer: "Volverán las oscuras golondrinas…"
Para él, todas ellas estaban "morrocotudas". Esa parecía su palabreja preferida. Al punto que sus alumnos lo llamaron, peyorativamente, don Paco el morrocotudo.
El caso es que en medio de la soledad en que lo había sumido su viudez y desesperado por encontrar pareja, buscó la amistad del gran Tolomeo, quien le parecía un tipejo contrahecho, pero quien tenía fama de Don Juan. "Algo debe tener el agua, para que la bendigan", se decía convencido. Además, compartían condición de profesores de español y de segunda enseñanza. Aunque, la verdad sea dicha, de lo único que hablaban era de mujeres. "Cómo no van a ser mejores las mujeres que los hombres, si ellas no tienen que pasarse la vida pensando en mujeres", diría Groucho Marx. Y ello nos ocurre a todos los hombres que no negamos nuestra condición.
Pero había una gran diferencia entre Tolomeo y don Paco. El primero las pensaba en plural y el segundo en singular. Vamos, que el pobre don Paco estaba desesperado por encontrar una pareja que se atuviera a su condición (dama en la casa y lo demás en la cama).
Y así es como coordinaron para salir en parejas. Tolomeo iría con su Rosita y ésta última le presentaría una "cita a ciegas" a don Paco. Carmencita estaba descartada porque a ella no le gustaban los señores mayores (y eso que don Paco, apenas le llevaba cinco años). Pero ya ven, Lascivia, una amiga de Rosita, que estaba como un cañón de guapa a sus cuarentas, accedió a salir con él. Hay que decir que no se la había presentado antes a Tolomeo, por temor de que se lo robara. Pero con el otro profesor, estaría bien emparejarlos.
Lascivia, como su nombre lo indica, era una gran libidinosa. Ella misma admitía su admiración por Mesalina (la esposa ninfómana de Claudio, el antiguo Emperador romano), de quien se dice que compitió con las meretrices más penconas (Escila, la más famosa), por el favor masculino.
El encuentro fue en un lugar discreto. Aunque a don Paco le gustó Lascivia, lo cierto es que no le quitó el ojo a Rosita. El gran Tolomeo, por su parte, se volvió loco al ver a Lascivia. Al fin había conocido una mujer que parecía tener deseos insaciables como los suyos. A Rosita, por su parte, le cortó un poco la edad de don Paco, quien le llevaba veinticinco, pero al conversar con él empezó a interesarse en el colega de Tolomeo. Sin apenas darse cuenta, Tolomeo pasó la velada hablando con Lascivia, y Rosita con don Paco.
Este último tenía más labia que un líder religioso, y ya sabemos que las mujeres tienen "el punto G" en el oído. Le contó historias maravillosas tomadas de las Mil y Una Noches y, entre ellas, la historia de como Sherezade terminó salvando su vida cada noche, enamorando al Sultán sangriento, contándole cuentos fascinantes y prometiéndole uno para la noche siguiente. Algunos de esos cuentos eran para niños (como los de Simbad, Aladino y Alibabá), pero don Paco se concentró en los más eróticos, lo que terminó encantando a la tal Rosita.
Lascivia, aunque se cortó un poco al principio por el porte feísimo de Tolomeo, su fama de amante lujurioso, a más del aparato que no podía disimular, terminó por interesarla.
Y llegados a este punto, agregaré solamente que pocos días después, Rosita terminó con su pareja y empezó a salir y a enamorarse del viudo de don Paco. Sobra decir que Lascivia se encantó con el gran Tolomeo. Como quien dice, nunca falta un roto para una descosida.