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“El vestido rojo”

Por Agencia | 25 de Nov. 2024 | 4:18 am

Aquello fue amor a primera vista. El vestido rojo simplemente "le habló". Entró a la tienda, y aunque no hacían falta los comentarios zalameros de la vendedora, en su interior supo que se le veía bien, ¡muy bien! y lo compró. Pensó que ese vestido rojo no era para mostrar, sino para exhibir. Aunque ella no tenía el hábito de "pavonearse", supo que con ese vestido sin duda alguna concentraría la atención de muchas miradas, sea por admiración, devoción o envidia. Es necesario aclarar que, aunque aquel vestido era hermoso, la nueva dueña lo superaba con creces. La belleza de aquella joven se acompañaba además de modestia, dulzura, elegancia y buenos modales.

La ocasión perfecta para estrenar ese vestido rojo sería el próximo encuentro con aquel elegante joven que la había invitado a salir para conocerse mejor. El pretendiente en ciernes había llamado su atención por su muy buen ver y elegancia, pero sobre todo por su amabilidad. Llegado el anhelado día, la joven se engalanó con aquella obra de arte textil que tan bien se ceñía a su sinuosa figura. Ella sabía que al hombre se le entra "por los ojos" e ilusionada pensaba despertar la admiración del educado pretendiente. Al llegar él y verla bajar por las escaleras de aquel hogar familiar, donde había sido educada con mucho amor y respeto, aquella atmósfera de ensueño imaginada por ella de pronto cambió.

La joven no podía comprender cómo era posible que lugar del embeleso imaginado, el muchacho solo pudo expresar una mueca de rechazo. "Ve y cámbiate, yo con vos así, no salgo" le dijo. Ella por amor, enamoramiento o simplemente por complacer fue y cambió aquel hermoso vestido rojo por unos jeans, camiseta y tenis. ¡Cómo adivinar que aquello sería el inicio de una larga cadena de agresiones en una relación que en palabras actuales se catalogaría de "tóxica"!

Primero fue el vestido, luego los amigos, después la familia… poco a poco fue aislándola de los seres queridos, de tal manera que él se convirtió en el centro de su universo. De poco sirvieron las advertencias, consejos e incluso regaños de sus allegados. Fue la abuela quien se lo dijo de la manera más directa: "ese hombre no te conviene". La respuesta de la joven no se hizo esperar: "Tita, con mi amor lo voy a cambiar".

El cambio efectivamente se dio, pero hacia actitudes y conductas más violentas en las que los insultos y golpes fueron tomando más protagonismo. Con el tiempo y el disimulo de ambos, hacia afuera la relación parecía perfecta, pero hacia adentro, ella lo sabía bien, todo estaba mal, muy mal. ¿Enamoramiento, dependencia, apego? ¿Cómo definir esa relación? Porque amor definitivamente no era.

¿El final de esta historia? Es mejor dejarlo abierto para que en familia se pueda conversar acerca del mejor desenlace posible. La educación para la afectividad hay que gestarla en el seno de cada hogar, tal vez esa sea la mejor manera para que ningún vestido rojo se quede guardado en el armario de la indiferencia.

Docente y Psicólogo

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