El inevitable tema de la infraestructura vial
Se inicia una campaña política para elegir nuevas autoridades gubernamentales y los aspirantes analizan los diversos temas de interés nacional para definir posiciones, planificar estrategias y ofrecer alternativas satisfactorias a los votantes. En ese contexto, el tema de la infraestructura vial no es un tema menor. La congestión generalizada en las principales ciudades, casi al borde del colapso, la inmensa pérdida de tiempo sufrida a diario en el traslado hacia nuestros trabajos, estudios, diversiones o residencias ha llegado a niveles insostenibles.
Hoy sufrimos el descuido y las malas decisiones de muchos años y llama la atención que, en la administración actual, sobre la posibilidad real de inversión de unos dos mil quinientos millones de dólares (ampliación de ruta N° 1, carretera a San Carlos, ampliación de ruta 27, ampliación de ruta 32, proyecto Barranca-Limonal, entrada a la ciudad de Cartago), únicamente se han invertido doscientos cincuenta millones de dólares (finalización de la carretera de Circunvalación Norte, intersecciones La Galera y Hatillo sur, ampliación de la ruta 32). Aun así, la gente se siente agradecida, aunque lo invertido sólo sea un 10% de la necesidad real.
Esos datos nos deben llevar a la reflexión: ¿se resuelve el problema de congestión con más infraestructura vial? No, pero es necesario mejorar la que tenemos. ¿Por dónde pasa una solución sostenible? Por la combinación de la mejora de los servicios de transporte público y una adecuada infraestructura vial que la complemente. ¿Se tienen los recursos necesarios? No, no se tienen. ¿Se trabaja para obtenerlos? No, desgraciadamente. Entonces, ¿qué se puede o se debe hacer?
Es una pregunta obligada para quienes aspiren a un cargo público en las áreas relacionadas. Hay una absoluta necesidad de que el nuevo gobierno tenga, desde el primer día, una línea de trabajo definida, con un proceso de planificación adecuado y una estrategia de ejecución programada y sustentada en las posibilidades reales. No hay tiempo para esperar más. El desarrollo socioeconómico del país exige una infraestructura moderna y adecuada, que posibilite una movilidad fluida y sensata.
Hay tres prioridades lógicas y claras: la primera es terminar los proyectos con un grado de avance importante. Entre ellos están la ruta 32 (con sus intersecciones a desnivel, como corresponde), la circunvalación norte (detalles sin terminar, como rampas de salida, falta de señalamiento, inadecuada canalización de los flujos) y carretera a San Carlos (se licitó la punta sur, pero faltan definiciones importantes en el tramo central). La segunda prioridad pasa por impulsar los dos ejes viales fundamentales para la movilidad en el país: el eje que une las dos fronteras (Peñas Blancas-Paso Canoas) y el eje que une los dos puertos (Caldera-Moín). Eso implica la ampliación de la 27, el desarrollo de Barranca- Limonal, los túneles falsos de la zona del Zurquí, en la ruta 32, y la planificación y búsqueda de financiamiento de sectores como Liberia-Peñas Blancas y Palmar Norte-Paso Canoas, entre otros.
Finalmente, la tercera prioridad es la búsqueda de recursos para el financiamiento de proyectos de transporte público, como podría ser un peaje "free-flow" en Circunvalación, con un monto bajo que posibilite generar un fondo específico, gracias a los volúmenes de tránsito en la ruta 39. El estaría directamente destinado al financiamiento de la mejora de los servicios de transporte público, incluyendo un tren con manejo de volúmenes importantes entre las cuatro provincias centrales.
Si se parte de un proceso planificado, ordenado, sobre todo analizado y proyectado con rigurosidad, se podría tener, en un horizonte no muy lejano, de unos ocho años, mejoras significativas que vengan por fin a dar una respuesta a los graves problemas que hoy nos preocupan.