Educación financiera, ¿lujo o necesidad?
Hace poco leí un artículo titulado: "The effect of early entrepreneurship education: Evidence from a field experiment". El texto pretende evaluar la efectividad de los programas de emprendimiento aplicados en niños entre los once y doce años. Interesado en el tema, me pregunté: "¿tuve experiencias mercantiles en mi infancia?". Luego de una intensa búsqueda en la memoria pude recordar mis primeros negocios.
En mis tiempos de escuela, las tarjetas coleccionables formaron parte de la moda de esa generación. Alrededor de ellas surgió una economía de canje. Algunos tenían acceso a la revista Beckett y realizaban actividades comerciales con conocimiento de causa. Yo no. Mi estrategia de compra se centraba en el atractivo de la tarjeta, nada más. ¡Quién sabe cuántos malos negocios hice! Pero bueno, dejando de lado mis cuestionables decisiones de trueque, nosotros solo participamos en la comercialización del mismo.
En esa misma época un juguete llamado Creepy Crawlers fue tendencia. Contrario a las tarjetas, aquí se participaba en cada una de las fases del proceso productivo. En la primera etapa (fase de aprovisionamiento) uno adquiría los moldes y la sustancia llamada Plasti-Goop. La segunda etapa (fase de producción) se vertía la sustancia en el molde para luego introducirse en un cajón plástico.
Estando allí, un bombillo, sujeto a la base del aparato, se encendía y el calor generado permitía el endurecimiento de la sustancia. Finalizado el tiempo de exposición al calor se extraía el molde y se dejaba enfriar. Aquí empezaba la última fase, donde se comercializaba el producto.
También fuimos introducidos al concepto de ventaja competitiva. Algunos moldes no eran tan fáciles de conseguir y, como resultado, solo algunos niños los tenían. Esto se tradujo en un incremento de las ventas por la exclusividad del mismo. ¡El juguete causó furor!
—Diez de sus figuras equivalen a una de las mías.—Decía uno de los menores.
—No, le doy 6 y veinte colones.—Respondía otro.
Entre esas y otras frases similares disfrutamos de los recreos.
¿Hubo problemas? ¡Claro, como en toda actividad comercial! Muchos no tuvieron una guía para realizar estas actividades y, por ese motivo, sus negocios resultaron desventajosos. Aunque parezca difícil de creer, ya, desde esa época, algunos individuos se aprovechaban de otros. Más de uno, con mayor conocimiento sobre el valor del dinero y su manejo, convencía a los más ingenuos (por lo general de generaciones inferiores) maximizando sus ventas a costillas de su desconocimiento. Aunque no puedo hablar por otros, en mi caso, no conocer las fuentes de información como la revista Beckett fue un impedimento para realizar negocios de manera efectiva.
La falta de acceso a información para realizar negocios y un entorno que puede llegar a ser hostil, son una invitación para aprender las dinámicas comerciales desde una temprana edad. Recordemos algo, situaciones como las anteriores también acontecen en adultos. ¿Cuántas veces no escuchamos a personas caer en las famosas estafas piramidales?, ¿o gente que pierde su dinero por prestarlo sin garantía alguna a una amistad o familiar? Por estas razones vale la pena implementar programas de formación financiera desde niños, facilitando los conceptos necesarios para enfrentar, en la etapa adulta, cualquier situación relacionada al dinero.
Aquellos intercambios de tarjetas y figuras fueron más que un juego: representaron una aproximación al valor del dinero, la negociación y la competencia. Quienes fueron víctimas de negocios desventajosos hoy en día recuerdan el acontecimiento con gracia, sabiendo que solo perdieron alguna suma irrisoria mientras jugaban a ser comerciantes. Querido lector, yo le pregunto, ¿qué prefiere? ¿Ver a su hijo equivocarse con la venta de algún juguete o verlo perder sus ahorros por falta de conocimiento? Usted escoge si es un lujo o una necesidad.