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Día de la Democracia, noche de los machetes

Por Fernando Llorca Castro | 7 de Nov. 2020 | 4:31 am

A las puertas del bicentenario como pueblo independiente, es bueno reconocer que la defensa de los valores más característicos de nuestra nación ha sido una constante a lo largo de nuestra historia.

El respeto a la democracia es uno de esos valores que profesamos con rigor y no por casualidad, celebramos el Día de la Democracia Costarricense el 7 de noviembre de cada año, en conmemoración de los hechos ocurridos entre el 7 y el 8 de noviembre de 1889, hace ya 131 años.

Para muchos, la vocación democrática costarricense tiene mucho más de dos siglos de existencia y de ser especialmente característica en nuestra región. Sin embargo, la celebración quedó oficializada por la Ley No.18 en 1942, declarando Día de Fiesta Escolar el 7 de noviembre de cada año, con el nombre de Día de la Democracia Costarricense.

El expresidente Rafael Ángel Calderón Guardia (1940-44) y su Secretario de Educación Pública, Luis Demetrio Tinoco Hernández, la promovieron y el expresidente Oscar Arias Sánchez (1986-90) celebró en 1989, el Centenario de la Democracia Costarricense durante la inauguración de la Plaza del mismo nombre.

En ese año, 1889, se celebrarían las elecciones Presidenciales enfrentándose José Joaquín Rodríguez Zeledón por el Partido Constitucional Democrático y a Ascensión Esquivel Ibarra del Partido Liberal Progresista. El primero, apoyado por los sectores conservadores y la oposición y, el segundo; por el propio Presidente titular Bernardo Soto Alfaro y las élites del llamado grupo “El Olimpo”.

A pesar del amplio margen con que gana Rodríguez Zeledón, en el gobierno se rehusaron a reconocer el resultado e intentaron imponer al candidato Esquivel Ibarra. En varias oportunidades, los rodriguistas trataron de hacer entrar en razón a Bernardo Soto, con varias comisiones de negociación, que fracasaron en el intento del legítimo reconocimiento de los comicios.

Al día siguiente, el 7 de noviembre de 1889, siete mil costarricenses liderados por un joven con galillo caudillista, Rafael Yglesias Castro, y armados con palos y machetes acudieron al llamado, saliendo a las calles dispuestos a hacer valer el triunfo electoral de la oposición.

Con urgencia, se organizó un último intento por reconciliar posiciones y encontrar una salida al conflicto. Se decidió crear un grupo de notables para que defendieran la voluntad popular, ante Bernardo Soto Alfaro y fue así, que, durante la tarde y noche de ese mismo 7 de noviembre, los oficialistas para evitar un derramamiento de sangre mayor pactan un gobierno de transición para que en no más de 6 meses, estuviera asumiendo el poder el Presidente Electo.

Como lo ha documentado la historiadora de la Asamblea Legislativa, Doña Laura María Rivera Figueroa, esa comisión mediadora de 10 notables, la conformaron en su día, ocho costarricenses y dos extranjeros.

Encabezada por el Dr. Carlos Durán Cartín, médico que da nombre a la clínica metropolitana de la CCSS y en aquel entonces, tercer designado que pasaría a ser Presidente Interino de transición entre Soto Alfaro y Rodríguez Zeledón. Lo acompañaría en esa difícil tarea el Lic. Ricardo Jiménez Oreamuno, en ese momento un joven “Brujo del Irazú” que ya empezaba a desplegar “su magia” en la política costarricense y que lo llevaría tres veces a la silla presidencial y a ser presidente de los tres Poderes de la República.

Dos extranjeros se habían embarcado como si fueran nacionales, en esas aguas turbulentas de la que hoy en día conocemos como “noche de los machetes”. Ernesto Rohrmoser Von Chamier, un inmigrante alemán que posteriormente llegaría a ostentar cargos diplomáticos en nuestro país y el pedagogo, escritor y periodista español, Juan Fernández Ferraz, que con su fina pluma estaría dispuesto relatar los hechos al mundo entero.

El resto de los notables, eran nacionales que representaban la confianza de los grupos que esperaban con ansias el resultado de las negociaciones. Comerciantes del momento, como Juan Hernández Pacheco, o cafetaleros como Ricardo y Manuel Montealegre Monge o Juan Rafael Lizano Ulloa. Acompañaron también, el prestigioso notario público Joaquín Aguilar Guzmán y el héroe de la Campaña Nacional de 1856, Francisco Castro Rodríguez.

El artista José Francisco (Chisco) Salazar Quesada, inmortalizó la escena de un amanecer de Paz y Democracia de aquel 8 de noviembre de 1889 a orillas del Lago de la Sabana, en su obra “Los Quince Notables o noche de San Florencio” conocida como “Noche de los Machetes”. El óleo, se puede apreciar en la Pinacoteca Costarricense Electrónica (PINCEL) y ha sido documentado exquisitamente por la especialista Doña María Enriqueta Guardia Yglesias.

A los 10 notables mencionados le agrega 5 más, que habían participado intensamente en las fallidas negociaciones previas, sin dejar de intentarlo, sin claudicar. O también, se incluyeron participantes en los eventos tumultuosos que se propiciaron aquella noche en las calles de San José y en otros puntos de la geografía nacional. El pueblo, se había manifestado por defender su voluntad expresada en las urnas.

Dentro de esos 5 notables adicionales, en el medio de la imagen, se distingue al provocador ensayista Zenón Castro Rodríguez. También, a los abogados Lic. Felix Arcadio Montero Monge, para muchos, uno de los precursores del socialismo en Costa Rica y al que sería prominente magistrado de la Corte, el Lic. Marcelo Brenes Robles. También, se agregó a Juan Bautista Jiménez y al médico Dr. Pánfilo J. Valverde Carranza, involucrado con la Junta de Protección Social.

Probablemente el artista, quiso reflejar en su obra, que ese Día de la Democracia, Noche de los Machetes, fue uno donde múltiples sectores populares de Costa Rica reaccionaron a tiempo, para evitar el conflicto armado y la guerra civil. El día, venció a la noche con su amanecer. La luz se impuso a la oscuridad.

Muchos, gozaban de educación superior y otros con formación básica. Unos agricultores, otros políticos y siempre, todos preocupados por los asuntos públicos. Muchos hacendarios y otros sin hacienda. Muchos liberales, otros socialistas, conservadores o progresistas y siempre, todos humanistas. Ese día, la razón y el diálogo vencieron a la violencia. Un referente ejemplar de nuestros ancestros, para todas las generaciones venideras.

En esa ocasión, nuestra Costa Rica había demostrado una vez más, que el dialogo, el cabildeo y la negociación, eran la forma costarricense de resolver nuestras diferencias. En esa oportunidad, nuestros líderes supieron negociar con tolerancia, flexibilidad y disposición a sacrificar los intereses y convicciones personales, por el bienestar común respetando siempre, la opinión de la mayoría reflejada en las votaciones. La mejor forma de honrar nuestra Democracia.

Pensar y defender solo intereses individuales o particulares, no es la mejor manera de sentarse a una mesa de diálogo. Hay que estar dispuesto a ceder, e inclusive, muchas veces a sacrificar parte de lo que se defiende. De lo contrario, el acuerdo se alejará y todos sufriremos las consecuencias.

La democracia, se mejora solamente con más Democracia. La voluntad popular, manifiesta en las urnas, es sagrada. Cada voto representa la voluntad del ciudadano y cada voluntad manifiesta cuenta. En una verdadera Democracia, el que Gobierna solo puede ser legitimado por la voluntad de la mayoría y el mandato popular expresado en las elecciones, es el que debe prevalecer siempre. Esa es la categoría y calidad de la Democracia costarricense.

Dr. Fernando Llorca Castro
Embajador de Costa Rica ante los Estados Unidos de América

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