Desorden en turismo atenta contra protección del Golfo Dulce
Dilema entre aumento del trabajo y conservación del ambiente pone a la zona entre la espada y la pared
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Un manglar en el patio y como paisaje en la ventana las aguas, ausentes de las olas del Golfo Dulce, que lo hacen parecerse más a un enorme lago. El sonido de las aves que antes de las 6 am interrumpen la tranquilidad típica de Sierpe en la Península de Osa, le avisan a José Luis Vargas, que es hora de salir de su casa para hacer el primer tour por el Parque Nacional Corcovado.
Vargas tiene 43 años de vivir ahí y 20 de dedicarse a ser guía turístico. Le gusta trabajar de manera independiente para -el resto del tiempo- luchar por temas ambientales que, con la promesa de empleo, han afectado a la Península de Osa y que van desde la extracción ilegal de oro, la deforestación, la palma africana y las bananeras hasta la amenaza de las granjas de atún, las piñeras y el turismo a gran escala.
Mientras tanto, entre el Parque Nacional Piedras Blancas y el Refugio de Vida Silvestre Golfito, Doris Mora, una joven de 23 años, graduada de inglés en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) de Río Claro, vive una realidad muy diferente. Tenía la esperanza de trabajar en las marinas o en el Depósito Libre de Golfito pero lleva más de ocho meses sin encontrar una opción de tiempo completo que le asegure estabilidad económica.
Mora cree que entre más crezca el turismo, más rápido llegará la solución para ella y para los otros desempleados que hay en la región. Por otro lado, Vargas considera que un aumento del turismo, lejos de ayudar a la gente de la zona, afectaría de manera negativa la flora y la fauna.
¿Territorio protegido?
La Península de Osa se caracteriza por tener un 35,5% de su territorio bajo alguna categoría de protección así como una parte cubierta por la Zona Marítimo terrestre. Es uno de los pocos fiordos tropicales en el mundo: hábitat de manglares, lugar de 700 árboles conocidos en el país, de 12 especies de peces de agua dulce y área de cría de ballena jorobada, refugio de delfines, tiburones y tortugas.
Esta característica le da al turismo del Golfo Dulce una gran ventaja competitiva con respecto al de otras costas del país para desarrollarse mediante empresas catalogadas como ecológicas.
En el 2016, el Instituto Costarricense de Turismo registró un 9,4% de extranjeros que pasaron al menos una noche en el Pacífico Sur, mientras que en Guanacaste, esa cifra fue de 52,9%. Además, un informe de la misma institución demostró también que la zona es preferida por los turistas que buscan una experiencia rural y más cercana al ambiente.
Sin embargo, la ausencia de planes reguladores de cobertura cantonal, tanto en Osa como en Golfito, ha propiciado un crecimiento desordenado del turismo que pone en riesgo la biodiversidad de la zona y por lo tanto, su la sostenibilidad del ecoturismo
Ejemplo de esto es que hasta el momento no se tienen cifras exactas de la cantidad de empresas turísticas existentes en el Golfo y por lo tanto, se desconoce con exactitud el impacto ambiental de la totalidad del desarrollo.
Lo mismo sucede con los planes de marinas, y solo para el Golfo se proyectan cuatro en este momento: Cocodrilo Bay, Banana Bay, Golfito Village y Las Gaviotas. Cada una de ellas obtuvo los permisos ambientales de manera independiente, sin tomar en cuenta el impacto total.
De acuerdo con el Director de la Fundación Neotrópica, Bernardo Aguilar, a pesar de que es necesario que haya trabajo, la relación entre la posible cantidad de empleos que podría traer el turismo masivo, no está equilibrado con los impactos que tendría sobre toda el área costera, donde a largo plazo se dañarían las verdaderas oportunidades de crecimiento económico.
Planes a medias
Según el alcalde de Golfito, Elberth Barrantes, la municipalidad continúa con el esfuerzo para la creación de los planes y sobre todo, para hacer cumplir los que están vigentes.
Pero, la visualización de los resultados sigue siendo un tema a largo plazo mientras que el mercado del turismo crece con dinamismo.
De acuerdo con el director de planeamiento del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), Rodolfo Lizano, para hacer frente a las limitaciones municipales y obtener los permisos con rapidez, se creó la figura de planes parciales. Estas herramientas eran pagadas por los propios desarrolladores para poder permitir la creación de su hotel en las zonas marítimo terrestres.
"Se hacían muchos planes para pequeños territorios, la costumbre era que si alguien quería hacer un desarrollo, pagaba para hacerlo. Nos encontrábamos con planes por ejemplo para solo 800 metros. Desde el 2006, con el Plan Nacional de Desarrollo Turístico, el ICT ha tratado de cambiar esa situación.", afirmó Lizano.
A pesar de que los planes parciales miden los impactos de los desarrollos en pequeños espacios donde se plantean, estos continúan vigentes y su elaboración sigue estando permitida. De hecho, hasta el momento, el ICT solo tiene cinco propuestas integrales reguladoras en todo el país y ninguno en la zona Sur (Avellanas – Junquillal, Cabuya – Montezuma, Esterillos – Palo Seco, Matapalo-Barú y Playa Hermosa – El Coco – Bahía Azul).
¿Oportunidad o condena?
Más que poner límites, los planes reguladores que abarcan la totalidad del cantón, pretenden ser la clave para identificar los tipos de actividad y sus dimensiones, haciendo crecer la zona, de manera lenta pero sostenida, y sin dañar al ambiente, que al final termina siendo la única fuente de empleo, mencionó el Director de Planeamiento del ICT.
Hasta el momento, en Osa, Vargas continuará luchando por la conservación de las áreas protegidas y oponiéndose a los desarrollos, mientras que en Golfito, Mora, seguirá a la espera de más empresas para poder encontrar trabajo estable.
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