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Desde la verdad y las cicatrices

Por Giovanni Delgado Castro | 27 de Jun. 2025 | 10:37 am

 

Hoy quiero hablarles desde la verdad, desde las cicatrices, desde las luchas, pero también desde la esperanza.

Hace muchos años, la vida me enseñó —de la forma más dura— lo que significan el dolor, la discriminación y la soledad. Vi a amigos morir en hospitales, solos, abandonados por sus familias, despojados de todo lo que habían construido, como si su dignidad se extinguiera con su último aliento.

Aprendí entonces que el pasado no se olvida, porque es la raíz que sostiene nuestro presente y el cimiento de nuestro futuro.

Comprendí que si quería un cambio, no podía quedarme callado ni soportar las injusticias en silencio. Que había que salir a luchar. Y en ese camino sufrimos derrotas, nos arrebataron vidas, nos negaron derechos. Porque aunque nacimos ciudadanos, no éramos iguales.

Sin embargo, también aprendí que cada pequeño paso, cada conquista, cada espacio ganado, era motivo de orgullo y alegría. En los últimos años creímos que estábamos entrando en una era de igualdad real, que habíamos logrado que se entendiera algo tan sencillo como que nunca pedimos más que nadie, solo exigimos ser tratados como iguales.

Pero la historia se repite. Y mientras más derechos alcanzamos, más alto se alzaron los discursos de odio. Nos volvieron moneda de cambio político.

Y no, nada de lo que ha pasado estos últimos dos años en Costa Rica es casualidad.

La primera vez, cuando se nos arrebató la declaratoria de interés cultural para la Marcha de la Diversidad, no fue un olvido. Fue una jugada calculada para congraciarse con sectores conservadores y facilitar proyectos de poder económico como la Ley Jaguar y la venta del BCR. Y ahora, el mismo día en que la Fiscalía General solicitó el levantamiento de inmunidad del presidente y su círculo cercano, casualmente ese mismo día, sin razón técnica ni fundamento válido, la Comisión de Control y Calificación de Espectáculos Públicos recalificó el evento de cierre de nuestra Marcha.

No nos engañemos: fue más fácil generar un escándalo con la comunidad LGBTIQ+ y desviar la atención que enfrentar la responsabilidad de un gobierno incapaz, violento y manipulador.

Hoy, como comunidad y como personas que creemos en la democracia y los derechos humanos, tenemos que recapacitar. Tenemos que perder el miedo, levantar la voz y entender que una gran parte de la responsabilidad de quién llega a Casa Presidencial está en nuestras manos.

No podemos permitir que quienes desprecian la diversidad, que quienes ven nuestras vidas como herramienta de negociación política, sigan accediendo al poder.

Porque en este país, antes que nosotros, hubo personas valientes que se cansaron de la injusticia, de la desigualdad y de la doble moral. Que lucharon para que hoy podamos amar con libertad, decir “sí, acepto”, acompañar a quien amamos en los momentos difíciles, construir una familia elegida y defender nuestra dignidad.

Y no podemos olvidar de dónde venimos ni a dónde vamos. Hoy más que nunca debemos ser fuertes, tener claro que el Orgullo nos une para luchar, para resistir y para conquistar. Para crear un mañana donde todos tengamos las mismas garantías sociales. Y eso se construye no solo marchando este domingo, sino —y aún más importante— ejerciendo nuestro derecho y deber de votar en las próximas elecciones.

Debemos tener muy claro que Costa Rica necesita liderazgos que no nos dividan como sociedad, que no se alimenten del odio ni usen nuestros derechos como excusa para polarizar y manipular al país.

Que sepamos diferenciar entre la legítima necesidad de cambio que sentimos como ciudadanía y aquellos que se aprovechan de esa frustración para manipularla y alcanzar el poder, sembrando miedo, violencia y exclusión.

La comunidad LGBTIQ+ no puede seguir siendo observadora de esa escena política. Debemos involucrarnos, participar, incidir. No solo en la defensa de nuestros derechos, sino en la construcción de una Costa Rica más justa, plural, solidaria y democrática. Porque este país también es nuestro y somos una parte valiosa, activa y necesaria de esta sociedad.

Es hora de que cada persona sienta orgullo de quien es, que defienda sus derechos, su esencia, su voz propia. Que haga valer su dignidad y se atreva a escribir la historia que merecemos.

Porque juntos somos más fuertes. Y porque Costa Rica también es nuestra

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