Logo

Del debate de Zeus y Hera sobre el adulterio, al Divorcio Incausado

Por Agencia | 6 de Sep. 2023 | 4:26 am

Al parecer, el debate teórico empezó en Grecia y no en cualquier lugar, sino en el Olimpo, la sede de los dioses mitológicos. A juzgar por el Código de Hammurabi y las costumbres legales de los pueblos antiguos, el debate sobre las diferencias en el adulterio de machos y féminas, viene de más lejos, puesto que aquellas sancionaban y tipificaban como delito el de las mujeres y santificaban o perdonaban el de los hombres.

Pero en el Olimpo, el debate se planteó en términos diferentes y las explicaciones tuvieron más miga. Hera (Juno para los romanos), la esposa de Zeus (Júpiter para aquellos), le plantó cara al mismísimo "dios" y le reprochó alguna vez sus múltiples infidelidades. Él las defendió sosteniendo que, de todos modos, cuando compartía la cama con ella, ella pasaba un rato muchísimo más agradable, pues obtenía infinitamente más placer del acto sexual que él, de manera que él tenía que compensar con otras féminas (diosas o mortales, según sabemos).

El caso es que, obviamente, ante el argumento de Zeus, Hera probablemente exclamó: ¡qué tontería! ¡Qué excusa más pobre! Pero como quiera que el argumento no se podía probar (ni tampoco desmentir), acudieron ambos a dilucidar el punto con un experto de primera mano: Tiresias, el sabio. Él fue llamado a poner fin a la discusión, basándose en su experiencia personal.

Tiresias, como se sabe, fue el más célebre adivino de Grecia en aquellos tiempos y, por si fuera poco, aunque era hombre en ese momento y lo fue buena parte de su vida, el destino lo había convertido en mujer por algunos años, de manera que había experimentado las dos condiciones, aunque en distintos momentos históricos. Al parecer, años atrás, en el monte Cilene, había visto a dos serpientes copulando. Al atacarle las dos serpientes, las golpeó con su bastón, matando a la hembra. Inmediatamente Tiresias fue transformado en mujer y llegó a ser una famosa ramera. Siete años más tarde, acertó a ver la misma escena en el mismo lugar, y "en esta ocasión recobró su virilidad dando muerte a la serpiente macho". Al menos, así lo contó Robert Graves en sus célebres "Mitos Griegos". Las otras versiones son un poco diferentes, pero no difieren en lo sustantivo.

Ante la pregunta de Zeus y de Hera, Tiresias contestó lapidariamente: "Si el placer del amor en diez partes dividía. Tres por tres a las mujeres, una a los hombres daría". Zeus, entonces, asomó su sonrisa triunfal y Hera quedó tan exasperada, que cegó al mismo Tiresias, como si el mensajero fuera el culpable del mensaje que trasmitía. En compensación, Zeus le otorgó visión interna o lo que llamamos ahora "sabiduría": con "una visión extendida a siete generaciones".

La historia, por lo pronto, nos deja cuatro enseñanzas: la primera, es no meterse con dos serpientes cuando están copulando, porque se arriesga a perder la condición de género. La segunda, no meterse en disputas de pareja porque se arriesga a perder hasta la vista. La tercera, puestos a dilucidar una disputa de pareja, no conviene darle la razón al hombre, porque aunque la tuviera (y no digo que la tengamos), ellas no soportarían reconocerlo. Y en cuarto lugar, que aunque disfrutemos menos, no nos van a perdonar ni siquiera un desliz veraniego.

Por lo demás, desde el punto científico, no podremos probar el argumento de Zeus, aunque todos supongamos que algo de verdad encierra. William Hartmann, del Centro de Problemas Maritales y Sexuales de California, sin embargo, monitoreó en su Laboratorio los orgasmos de 469 mujeres y 289 hombres voluntarios. El número mayor de orgasmos registrado fue de 134 en una hora para una mujer y apenas de 16 para un hombre. Tal parece que los números de Tiresias (9 contra 1) no andaban tan descaminados. Ya ven, hasta en eso nos superan las mujeres. El argumento de Zeus, en cualquier caso, se las traía y no era el de un "machista" cualquiera.

Según nuestro Código de Familia, vigente desde 1973, tanto vale el adulterio de los hombres como el de las mujeres, como causal de divorcio. Esa igualdad de trato es consecuencia necesaria del derecho de toda persona a la igualdad y a la no discriminación del artículo 33 de la Constitución. Sin embargo, estando vigente la Constitución de 1949, esa igualdad no se predicaba en materia de adulterio, pues fue hasta el año de 1973 que se derogó la exigencia del "concubinato escandaloso" para el adulterio masculino.

Es probable, de todas maneras, que conforme se extienda el concepto de "divorcio incausado" (sin necesidad de que exista una causa que lo sustente), por voluntad unilateral de cualquiera de los cónyuges, las diversas causales del Código de Familia terminarán perdiendo fuelle. Ya no tendrían sentido las clásicas admoniciones de las telenovelas, donde la protagonista amenaza a su marido diciéndole: "Carlos Fernando, no te daré el divorcio". O al revés: "María Luisa, no te daré el divorcio". Bajo la fórmula del divorcio incausado, ni Carlos Fernando ni María Luisa tendrían que pedir la venía de sus cónyuges para obtener el divorcio.

Mucho se ahorrarían los procesos de familia con esa fórmula (no necesitándose una causal, no se necesitaría tampoco probarla en juicio). Los procesos de familia quedarían básicamente para resolver los temas de guarda, crianza y educación de los hijos, las pensiones alimenticias y la resolución sobre los bienes gananciales.

Con esos cambios, nuestro derecho avanzaría y el debate de Hera con Zeus sobre el adulterio, probablemente quedaría únicamente para la anécdota.

Comentarios
0 comentarios