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Crucitas, el pueblo minero que nunca fue

Fallido proyecto evaporó esperanzas de desarrollo

Por Pablo Rojas | 31 de Mar. 2017 | 12:03 am

(Crucitas, San Carlos) Si los pueblos fantasmas en las películas generan una sensación de miedo y extrañeza, en la vida real son aún más impresionantes. 

Crucitas, en Cutris de San Carlos, es uno de esos lugares donde el silencio es capaz de ensordecer.

Cuesta creer que hasta hace poco esta localidad, tan recóndita y desierta, acaparara portadas en periódicos y titulares en noticiarios por un proyecto minero que nunca se materializó, ante la masiva protesta de los ambientalistas. 

En noviembre de 2010 una resolución del Tribunal Contencioso Administrativo anuló la concesión que tenía la empresa canadiense Industrias Infinito para desarrollar el proyecto minero en la comunidad. Fue una larga pugna judicial, vista como un triunfo para los amantes de la naturaleza.

Esa decisión borró de cuajo las escasas esperanzas de desarrollo de los vecinos. La mayoría de las familias abandonaron la zona en los últimos años y emigraron a otros sitios en busca de oportunidades de trabajo. 

Los valientes que se quedaron son pocos.

Llegar a la nada

Son las 2:00 p.m., es martes y el sol calienta el camino empolvado. Uno no se topa a nadie y nadie se lo topa a uno.

Se pueden recorrer kilómetros y kilómetros. Parece que no hay fin. No hay rastro de seres humanos. Solo árboles caídos  y el sonido de las chicharras. Solo se puede llegar en un carro doble tracción o motocicleta.

Dos casas de madera, una capilla abandonada y una plaza con marcos de fútbol herrumbrados avisan que se llegó a Crucitas. Nadie da fe de que estamos en Crucitas. Pero sí, es aquí

Al fondo, una escuela de cemento, con 2 banderas y puertas abiertas es el único rastro de actividad. Ahí está Yuliana Rodríguez Parra, la única funcionaria de una escuela unidocente con 2 alumnos en segundo y quinto grados. Ni la sombra de los recreos bulliciosos del pasado.

Oriunda de San Ramón de Alajuela, ella tiene poco más de un mes aquí. En la escuela no hay agua. Tuvo que aprender a bañarse con baldes, rendir el líquido al máximo y dormir en colchones apilados.

Aprendió a no tener vecinos, a escuchar el silencio y a ser valiente, con la convicción de que hace lo correcto.

Los otros maestros que llegaron aquí se fueron a los pocos días. No aguantaron. Yuliana, de momento, no tira la toalla y cree que soportará el reto. "Quiero ayudar a estos niños a que se superen, es la única manera de salir adelante aquí", dice.

"Es difícil vivir aquí"

La docente conoce la zona porque dio lecciones en la vecina localidad de Chamorro de Cutris y cree que el proyecto minero habría cambiado las cosas.

"No hay trabajo. Es muy difícil vivir aquí. No entra la señal celular, no hay Internet, no hay pulperías, no hay bancos y no hay nada. Es como un pueblo fantasma", señala Rodríguez.

En la escuela aún cuelga la Bandera Azul Ecológica que ganó años atrás. Es solo un recuerdo. Las condiciones actuales, lejos de ameritar un premio, podrían provocar su cierre.

Así conocimos y dejamos Crucitas. Tal vez nadie se dio cuenta que estuvimos allí.

Atrás quedó un paisaje inhóspito, las pocas casas, el escaso rastro humano y la huella de un proyecto que nunca fue.

Solo está pendiente un pleito millonario entre Industrias Infinito y Costa Rica por la fallidas mina de oro. De eso, aquí en Crucitas, ni el viento se dará cuenta.

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