Del estadounidense Frederick Carlton Lewis, más conocido como “Carl” Lewis, se puede afirmar con certeza que es uno de los atletas más completos de pista y campo de todos los tiempos. Su nombre es sinónimo de Juegos Olímpicos y puede estar ligado a perpetuidad con la mayor cita de cada cuatro años en el mundo del deporte.
Era conocido como “El Hijo del Viento”, por su velocidad en la prueba reina del atletismo, los 100 metros planos, y por su imponente salto largo. Un hombre que puso esta disciplina en lo más alto que se pueda imaginar, con un increíble reinado atlético que se extendió por un largo período de 18 años, producto de una exigente competencia mundial y olímpica, que se forjó a partir de 1979 hasta su retiro en 1997.
La leyenda viviente conquistó 10 medallas olímpicas, de las cuales nueve fueron de oro conquistadas en cuatro Juegos (Los Ángeles 1984, Seúl 1988, Barcelona 1992 y Atlanta 1996), una hazaña dorada que impuso primero el finlandés Paavo Nurmi, en Amberes 1920, París 1924 y Amsterdam 1928; y ahora fue igualada por el jamaiquino Usain Bolt, luego de Pekín 2008, Londres 2012 y Rio 2016.
Cuatro de dichas preseas de oro las conquistó en sus primeras Olimpiadas, en Los Ángeles 1984, al emular la proeza de su compatriota Jesse Owens en Berlín 1936. Fue el comienzo de una carrera exitosa que el Comité Olímpico Internacional (COI) la calificó 15 años después como el "Deportista del Siglo" y luego la revista estadounidense “Sports Illustrated” lo llamó "el Olímpico del Siglo".
Su talento deportivo pasó de generación en generación, en una familia de deportistas. Mientras su padre William destacó como jugador de polo y luego como entrenador en la secundaria de Nueva Jersey, su madre Evelyn fue sexta en los 80 metros con vallas, en los primeros Juegos Panamericanos de 1951, en Buenos Aires, Argentina, y luego intervino sin suceso en esta prueba en las Olimpiadas Helsinki 1952.
Su hermana, Carol Le Grant, ganó 18 torneos nacionales de Estados Unidos en varios tipos de carrera con obstáculos y en salto largo, y fue olímpico como Carl, pero fue novena en esta prueba en Los Ángeles 1984. Y su hermano mayor, Cleveland, jugó cuatro años en el balompié, primero en la Universidad de Brandeis, Massachusetts, y luego como profesional en el Cosmos de Nueva York.
Pero ninguno de ellos llegó a pisarle los talones al “Rey Carl”, quien fue el velocista más rápido del mundo y se mantuvo en la élite hasta que se retiró. Durante casi 20 años, nadie pudo ignorar su glorioso “sprint” y su técnica de salto, así como su voluntad de victoria.
Momentos gloriosos en pista y campo
Nacido el 1º de julio de 1961 en Birmingham (Alabama), Carl Lewis mostró desde muy pequeño aptitudes musicales y artísticas, pero al final se decantó por el atletismo para orgullo de su madre, Evelyn, y padre, William, quien fue su primer entrenador en este deporte.
Empezó a exhibir sus cualidades desde que era adolescente en un club de atletismo local y era denominado la nueva esperanza del atletismo estadounidense. Con 13 años brilló primero en el salto largo, pero sus entrenadores descubrieron muy pronto que también valía para la velocidad. Y no defraudó en su primera gran cita.
A inicios de los años 80 era como un dios joven en la pista: elegante, afortunado e inalcanzable. Pero no cautivó la chispa de sus compatriotas, ni logró grandes patrocinios que creía que le tocaban y fracasó en una carrera mal emprendida como cantante.
El boicot de su país a las justas de Moscú en 1980, decretado por el presidente norteamericano Jimmy Carter tras la invasión soviética de Afganistán en 1979, obligó al “Hijo del Viento” retrasar su debut en unos Juegos Olímpicos hasta la edición de Los Ángeles en 1984. Tenía, entonces, sólo 19 años y ya formaba parte con todos los honores en el equipo olímpico estadounidense de atletismo.
Nada le pudo venir mejor, pues a sus 23 años ganó el oro en las cuatro competencias que compitió: 100 y 200 metros plano, el relevo 4×100 y el salto largo, un logro que ningún atleta pudo igualar hasta la fecha. Fue el rey de los juegos angelinos, tal y como se preveía.
En los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, repitió en salto largo, siendo el primero en la historia en revalidar el título, y logró la plata en los 200 metros lisos, su único metal olímpico que no fue de oro. Un metal que también recogió en los 100 m, pero que luego sustituyó por el de oro después de que se descubriera el canadiense, Ben Johnson, se dopó para ganarle por utilizar esteroides anabolizantes.
Según documentos del 2003 del Comité Olímpico de Estados Unidos, Lewis dio tres veces positivo por estimulantes y fue expulsado del equipo olímpico de su país, en el período previo a los Juegos de Seúl 1988. Sin embargo, las autoridades olímpicas norteamericanas decidieron revocar la polémica decisión después de que Lewis fue perdonado cuando dijo que había tomado la droga sin darse cuenta.
Se convirtió en el Mundial de Tokio 1991 en el primer hombre en bajar de los 9,90 con una marca de 9,86 y batió el récord del mundo de longitud de su compatriota Bob Beamon, vigente desde México 1968.
Un veterano superatleta
En los Juegos de Barcelona 1992, su gloria fue grande con 31 años, una edad avanzada para la velocidad. Por eso no pudo competir en los 100m al no clasificarse en la pruebas de selección de su país, y menos aún en 200m. Donde sí le seleccionaron fue para el relevo 4×100, donde volvió a alcanzar el oro, como ya ocurriera ocho años antes en Los Ángeles. Y, por supuesto, ganó en salto de longitud.
Tras Barcelona ‘92, empezó el ocaso de la leyenda, quien todavía pudo demostrar al mundo que era un atleta especial. Con 35 años y contra todo pronóstico, ganó por cuarta vez consecutiva el oro en salto largo. Solo el lanzador de disco estadounidense, Al Oerter, y el regatista danés, Paul Elvstrom, lo habían logrado en sus respectivas disciplinas, lo que habla de la grandeza de la hazaña.
Para los Juegos de Atlanta 1996, no logró clasificó por tiempos en las pruebas de velocidad, ni pudo formar parte del equipo de relevos estadounidense, en una polémica decisión. Pero, volvió a vencer por cuarta vez en el salto largo y en su noveno oro olímpico. Así finalizó su carrera como la empezó: en su país y con un metal colgado al cuello.
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Nombre: Frederick Carlton "Carl” Lewis.
Edad: 55 años.
Nacimiento: 1º de julio de 1961, en Birmingham, Alabama (Estados Unidos). Residencia: Houston, Texas (Estados Unidos).
Peso y estatura: 80 kilos y 1,88 metros.
Estado civil: Casado con María Lewis.
Disciplina: Atletismo, por 18 años, entre 1979 y 1997.
Especialidades: 100 y 200 metros planos, salto largo y el relevo 4×100 metros.
Juegos Olímpicos: 10 medallas (9 de oro, 1 de plata), en Los Ángeles 1984, Seúl 1988, Barcelona 1992 y Atlanta 1996.
Campeonatos Mundiales: 10 medallas (8 de oro, 1 de plata, 1 de bronce), en Helsinki 1983, Roma 1987, Tokyo 1991 y Stuttgart 1993.
Juegos Panamericanos: 3 medallas (2 de oro, 1 de bronce), en Indianápolis 1987 y San Juan 1979.
Juegos de la Voluntad: 5 medallas (3 de oro, 1 de plata, 1 de bronce), en Moscú 1986, Seattle 1990 y San Petersburgo 1994. Total de medallas: 28 (22 de oro, 3 de plata y 3 de bronce).
Reconocimientos: Premio Príncipe de Asturias de los Deportes; “Deportista del Siglo”, según el COI (1999); y “Atleta Mundial del Siglo”, según la IAAF (1999).
Entre sus hitos históricos está haber ganado 65 veces seguidas el salto largo, entre 1981 y 1991, incluidos cuatro cetros olímpicos consecutivos, antes de perder con su compatriota, Mike Powell. Y recorrió 15 veces los 100 metros en menos de 10 segundos.
Nueve veces hizo los 200 metros planos en menos de 20 segundos. En 71 ocasiones superó los 8,53 m, en el salto largo. Fue el principal relevo de Estados Unidos en 4×100 m, cuando se logró el registro universal, y dos veces en 4×200 m. ¡Qué superatleta!
Fuera de atletismo, apareció en numerosos filmes, documentales y programas de televisión, tras estudiar canto, baile y actuación en Nueva York. Además, presentó su candidatura demócrata para el Senado de Nueva Jersey, en abril de 2011, pero fue descalificado al no cumplir con el requisito de residencia y Lewis retiró su nombre.
Este vegetariano, que sufre de artritis, enseña el atletismo a los niños, participa en charlas y carreras de exhibición por el país y entrena en la Universidad de Houston. Es la cara principal de la Fundación Infantil “la Casa de Ronald McDonald” y embajador de buena voluntad de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación.
No hay duda de que Carl Lewis dejó una huella imborrable en la historia del olimpismo y en el atletismo en general por sus logros, que lo catapultaron a la categoría de mito. Pero también cautivó por su simpatía y forma de ser, que enganchó al público de todo el planeta.
(*) Rodrigo Calvo Castro es periodista deportivo del sitio http://cronica.cr/