La figura de la madre ocupa un lugar preponderante en la vida de cada persona. Su presencia o ausencia marca la personalidad de sus hijos e hijas. Buena o no, la mamá es la mamá, y los hijos siempre reclamaremos su cercanía. La historia de la fe no tiene por qué ser distinta a la experiencia de vida: la madre espiritual es tan necesaria como la madre natural. Ambas nos engendran y nos encaminan al encuentro con el Padre Común a través de Jesús por el Espíritu Santo.
La Sagrada Escritura nos ofrece pocas, pero significativas verbalizaciones de la Virgen María. Son los evangelistas Lucas y Juan quienes recogen algunas de sus palabras en los siguientes episodios: la anunciación, la visitación, la pérdida y el hallazgo del niño en el templo y las bodas de Caná. A la luz de estos cuatro momentos quisiera proponer varias actitudes que podríamos emular de María como maestra de la esperanza.
Primero: En la Anunciación, María nos enseña la pedagogía de la pregunta. Ella no comprende cómo sucederá la encarnación, por eso pregunta. Igual nosotros. Muchas veces no comprendemos los designios de Dios en nuestras vidas y planteamos las preguntas erróneas: ¿Por qué Dios? ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Por esa falta de comprensión de lo trascendente, más que preguntas planteamos reclamos. La pregunta de María es por iluminación y no de reclamo. Para cumplir la voluntad de Dios necesitamos claridad para llevarla a cabo. María nos enseña a preguntar. También nos enseña a estar disponibles a esa Voluntad con una actitud de "servicio" más que de "servilismo". Obedecer a Dios es obedecer nuestra más íntima naturaleza.
Segundo: En la Visitación, María nos enseña actitudes de gratitud y de alabanza. Hoy se ha perdido el sentido del agradecimiento en la humanidad por creerse esta merecedora de todo y ensoberbecida de sí misma. Dios ofrece, da y retribuye, por lo que el creyente agradece y alaba. María lo tiene claro y así lo hace y nos lo enseña. Agradezcamos y alabemos a Dios por los dones con que nos beneficia día con día. El trabajo, el estudio, el pan sobre la mesa, la familia y muchas otras cosas que son motivos para agradecer y alabar a nuestro Padre Común, Quién hace caer la lluvia y hace salir el sol para todos nosotros. Dios actúa en nuestras vidas y en de bien nacidos el ser agradecidos.
Tercero: En el pasaje de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo, María nos enseña la solicitud por los hijos. Hoy son muchos hijos e hijas que sufren el abandono de sus padres. Muchos otros padecen su desamor. Y también están aquellos padres y madres que niegan a sus hijos e hijas el don de la vida antes del alumbramiento. María nos llama a ser solícitos para satisfacer las necesidades materiales y afectivas de nuestros hijos e hijas, quienes las necesitan y reclaman. El no hacerlo sería crearles vacíos existenciales difíciles de superar, aún con la mejor terapia. A Jesús lo buscaban su padre y su madre, dándonos a entender que el cuidado de la prole es una tarea de ambos progenitores. El texto bíblico dice "Tu padre y yo te buscábamos angustiados". Esa angustia y solicitud por los hijos muchos padres y madres la han perdido. Hoy son muchos los progenitores que no saben dónde están sus hijos e hijas: a lo mejor drogándose, delinquiendo, prostituyéndose o echando a perder su vida de muchas otras maneras. María educadora nos enseña a no renunciar a ser solícitos por el bienestar de nuestros hijos e hijas, empezando con la oración a la Divina Providencia por su cuidado y protección.
Cuarto: En las bodas de Caná, María nos enseña a ser sensibles a las necesidades del otro y a estar prestos a atenderlas según nuestras posibilidades. María observa y se compadece: "No tienen vino" dice. De inmediato intercede para que su Hijo actúe y ordena a los criados "Hagan lo que Él les diga". La bendición del Padre no se hace esperar y el agua se transforma en vino, señal de que el Reino de Dios ha llegado a nosotros. La sensibilidad y la acción de María hace presente el Reino de Dios en medio del banquete de bodas. Por nuestra parte, la sensibilidad y la acción ante el dolor y el sufrimiento ajeno hacen presente en medio de nuestros prójimos el Reino de Dios inaugurado por Jesucristo.
En la celebración de estos doscientos años de Patronazgo de la Virgen de los Ángeles en Costa Rica, hagamos nuestras las enseñanzas de la "Señora Bonita" que es "Madre y Maestra" de esperanza en nuestras vidas, sobre todo en este tiempo tan convulso en que bastantes padres y madres han renunciado a su tarea como los primeros educadores y formadores de valores humanos y cristianos de sus hijos e hijas.