Aprender a convivir con el riesgo a los desastres en Costa Rica
A propósito del estudio que realizó la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias (CNE) sobre Aguas Zarcas, se abre un tema que requiere ser discutido desde varias aristas: la convivencia con el riesgo a los desastres en nuestro país.
En temas prácticos, surge la pregunta de cuándo es certero solicitar un desalojo de los habitantes de una infraestructura en riesgo y la certeza que se pueda tener de un peligro inminente. Además, qué pasa con esos afectados por el desalojo, qué hace el Estado por ellos. Y bueno, qué pasa con la zona que se declara en condición de peligro inminente después del desalojo y la demolición de las obras de infraestructura, no días, ni semanas, ni meses, sino años o décadas después de la declaratoria sin que ocurra ningún evento de desastre.
Analizaremos todo este tema a la luz de los nuevos enfoques internacionales sobre la gestión preventiva del riesgo, la convivencia con el riesgo y el aumento de la resiliencia humana y de la infraestructura.
Fuentes de amenaza a los desastres: las fuentes de amenaza pueden ser naturales o antrópicas (generadas por los mismos seres humanos). Las amenazas naturales tienes dos orígenes principales: los GeoRiesgos y los efectos del Cambio Climático.
Los GeoRiesgos tienen que ver con la naturaleza geológica del territorio en cuestión. En el caso de Costa Rica, como casi todo el resto de Centroamérica, presenta una condición de alta vulnerabilidad los GeoRiesgos de todo tipo: sismicidad (temblores fuertes y terremotos originados por choque de placas o fallas geológicas locales), actividad volcánica (flujos de lava, erupciones piroclásticas, flujos volcánicos, flujos de lodo volcánicos -lahares-), laderas inestables y deslizamientos, inundaciones y paso de flujos y avalanchas, ruptura en superficie por fallas geológicas activas, subsidencia diferencial asociada a licuefacción, tsunamis en zonas costeras, entre otros.
Los efectos del Cambio Climático se vinculan a grandes precipitaciones lluviosas en periodos de tiempo corto, que pueden producir erosión, deslaves y deslizamientos, así como inundaciones y paso de flujos. También pueden asociarse a sequías y olas de calor que pueden crear las condiciones para el desarrollo de grandes incendios forestales y afectaciones a la vida por condiciones de exposición a altas temperaturas. También pueden ser efectos de largo periodo como la desertificación y los cambios relativos del nivel del mar. En zonas de latitudes más altas estos efectos también se asocian a olas de frío y grandes tormentas boreales que también pueden provocar grandes daños en grandes áreas.
La ciencia nos muestra que cerca del 90 % de todas estas fuentes de amenazas se pueden identificar de forma preventiva y las zonas de mayor susceptibilidad se pueden marcar en mapas de amenazas. Así, desde la perspectiva de la gestión preventiva del riesgo y del ordenamiento y la planificación territorial, esas zonas se delimitan en los mapas como zonas de no construcción a futuro o en su defecto con serias limitaciones y condicionamientos para el desarrollo de construcciones.
Cabe aclarar que dichos mapas de amenazas deben ser elaborados según una correcta metodología científica que cumpla una serie de pasos que deben documentarse y por tanto estar sujetos a revisión y aprobación. No es correcto que provengan de criterios técnicos sin el debido fundamento metodológico y científico y menos si son elaborados de forma discrecional.
Aquí podemos identificar un primer elemento que causa "cierta incomodidad" a los propietarios de los terrenos, en particular si se trata de desarrolladores inmobiliarios que tienen visualizado hacer un buen negocio con esos terrenos. Se tratará, por tanto, que no se hagan esos mapas de amenazas para que los terrenos no "queden marcados".
Construcciones en condiciones de riesgo: con la elaboración de los mapas de amenazas, es posible identificar cuáles de las construcciones existentes se encuentran en condiciones de alto y muy alto riesgo; es decir, que se encuentran en zonas vulnerables o susceptibles a que ocurra un evento de desastre por GeoRiesgos o efectos del Cambio Climático.
Es importante recalcar que el hecho de que una construcción se localice en una zona de alto o muy alto riesgo, no significa que se encuentre en condición de peligro inminente, es decir, que está en una condición de muy alta probabilidad de que en un tiempo limitado y predictible pueda ser sujeta a un desastre o daño.
Nuestra Ley Nacional de Emergencias y Prevención del Riesgo (Ley Nº 8488 publicada en la Gaceta 8 del: 11/01/2006) define el peligro inminente así: "Probabilidad irrefutable, por evidencia comprobada por una inspección de campo o por observaciones y estudios técnicos y científicos, de que ocurrirá una emergencia en un plazo predecible, de no tomarse medidas correctivas de control o mitigación".
Como se puede ver, salvo muy pocas excepciones, el peligro inminente es muy difícil de establecer en gestión del riesgo. La explicación es clara: la geología no es una ciencia exacta y por eso es muy difícil predecir cuándo ocurrirá un desastre. Hay muchos factores involucrados y algunos de ellos no pueden ser determinados predictivamente.
Existe la tendencia lógica de establecer como una zona de peligro inminente, el espacio geográfico donde acaba de ocurrir un desastre. No obstante, por un asunto de probabilidad, en una gran cantidad de casos, esa zona se convierte en la zona menos probable para que ocurra otro evento de desastre de forma inmediata. Existen muchos ejemplos de esta situación, incluso en nuestro país: la zona de desastre del río Reventazón en Cartago, después de 60 años sigue si registrar otro evento de desastre; así como la zona del deslizamiento de Puriscal después del terremoto de Piedras Negras de hace más de 30 años, entre otros muchos.
Aclaramos que no estamos diciendo que las zonas de recientes desastres sean urbanizadas de inmediato por esa causa. Lo que deseamos recalcar es que se reacciona de forma muy improvisada, sin que las decisiones de fundamenten en correctos y detallados estudios técnicos.
Convivir con el riesgo y el enfoque del aumento de Resiliencia: en el caso de construcciones y actividades productivas en sitios de alto y muy alto riesgo, creemos que el enfoque debe ser diferente a aquel que implica el desalojo y la demolición de obras. Son muchos los ejemplos que en que se demuelen construcciones y luego pasan decenas de años sin que ocurra el evento de desastre.
En muchos casos las autoridades señalan que su actuar se fundamenta en el principio de salvar la vida de las personas a las que desalojan. Creo que todos estamos de acuerdo con eso, solo que tiene que tenerse la correcta certeza de que efectivamente se encuentran en peligro inminente, lo cual significa que en determinado plazo previsible de tiempo se va a dar un evento de desastre.
Y cuando esa certeza no se tiene clara, es que procede otro accionar que, en países como el nuestro, con presencia de muchas fuentes de amenaza, resultan más acertados. Se trata de enseñar a la población a convivir con el riesgo y, además, a aumentar la Resiliencia humana y de infraestructura ante los eventuales desastres.
Señalamos que es un enfoque más acertado, debido a que, según nuestros estudios técnicos de cartografiado de amenazas y análisis de riesgo en Centroamérica y el Caribe, entre el 30 y 40 % de la población de estas regiones se vive en condiciones de alto y muy alto riesgo a diferentes tipos de amenazas.
Dada esta población, es claro entonces que en materia de nuevas construcciones es posible establecer regulaciones que las limiten o las impidan; empero, cuando se trata de construcciones existentes, optar por el desalojo y demolición de obras, no es el camino correcto, dado que gran parte del territorio es de alta y muy alta amenaza. El enfoque tiene que ser diferente.
Convivir con el riesgo o el aumento de la resiliencia implica que las personas que viven en condiciones de alto o muy alto riesgo deben aprender sobre la fuente de la amenaza, cómo se detona y que implicaciones tiene para ellos. Esto es fundamental para que se tomen medidas preventivas, como el desarrollo de sistemas de monitorio, alertas tempranas y planes de emergencia local. También, los estudios técnicos detallados de la fuente de la amenaza sirven para establecer medidas preventivas sobre la infraestructura expuesta, tales como obras de reforzamiento estructural o en su defecto el desarrollo de obras de protección, entre otras muchas acciones más. A esto se une el desarrollo de seguros paramétricos contra desastres.
Como se puede ver, hay muchas acciones que se pueden tomar, con la debida incorporación de la comunidad y el gobierno local en el proceso de gestión preventiva del riesgo. Esto, como alternativa al desalojo y la demolición cuando no se tiene la certeza científica de que hay un peligro inminente.
Acciones a tomar: con lo señalado se hace evidente lo que hemos recalcado por años, la importancia de realizar gestión preventiva del riesgo, por medio del ordenamiento ambiental del territorio, particularmente el cartografiado detallado de las amenazas y la correcta planificación del territorio insertado dentro del tema de convivir con el riesgo y el aumento de la resiliencia.
También es claro que necesitamos modernizar nuestra legislación en materia de desastres. Esto para actuar de forma más acertada en materia de gestión preventiva del riesgo. Es claro, como hemos señalado, que requerimos una ley de resiliencia contra desastres que permita contar con un fondo especial que sirva de base para apoyar a los damnificados por un evento de desastre. Requerimos incorporarnos en un sistema internacional de reaseguros para la atención a los desastres.
Es mucho lo que nos falta por hacer, pero este es el tiempo correcto para hacerlo. No debemos esperar que un gran evento de desastre como un terremoto urbano, una gran erupción volcánica o un fuerte evento hidrometereológico nos recuerde que debemos actuar de forma preventiva.
(*) El autor es Geólogo Ambiental. Licenciado en Geología de la Universidad de Costa Rica. Doctor en Ciencias Naturales de la Universidad de Stuttgart de Alemania. Ex Catedrático de Sedimentología y Geología ambiental de la escuela Centroamericana de Geología. Ex secretario general de SETENA, consultor de amplia experiencia en evaluación ambiental, ordenamiento ambiental del territorio, hidrogeología ambiental y gestión preventiva del riesgo.