Los jóvenes -de 29 años o menos- manifiestan su decepción con la democracia mediante el menosprecio. Muchos, cada vez más, ni siquiera se dignan asistir a las urnas. En los dos gráficos siguientes, veremos cómo los datos confirman el grave desencanto de los jóvenes con las elecciones, cuya temperatura se mide por el abstencionismo. Se observa, además, cómo la frustración, aunque afecta también a las mujeres, la padecen sobre todo los hombres más jóvenes.
Desde hace tres elecciones presidenciales, comenzando en el 2014, la cantidad de votos de jóvenes recibidos por el TSE ha disminuido en forma continua; en la última elección, en el 2022, solo 476,000 menores de 30 años fueron a votar, menos que 4 años antes y aun menos que los 605 mil que sí votaron en el 2014.
En el 2022 votó una cantidad de menores de 30 años muy similar la de dos décadas atrás (2002) pese al aumento de la población hasta el 2018. En el 2022, no votó el 46.2% de ese grupo. O no les importa o desprecian las opciones ofrecidas por los partidos políticos. La tendencia, creo yo, no nos augura un futuro prometedor. Cómo si la disminución demográfica nacional fuera poco (del 2018 al 2022 los votantes inscritos de ese grupo disminuyeron en 27,000) la creciente apatía de los jóvenes agrava la amenaza; un sistema democrático donde solo participa una minoría deja de serlo.
En este gráfico, vemos cómo, en términos absolutos, desde el 2014 menos jóvenes participaron en las elecciones. Hace 11 años, en febrero de 2014, participaron 605,000 personas menores de 30 años; hace 3 años, en las últimas elecciones sólo 476,000 asistieron a las urnas. ¿Creen ustedes que dentro de 7 meses la participación de este grupo crecerá o disminuirá?
Nos toca a los más viejos, a aquellos que aún nos acordamos de las elecciones como fiesta nacional, convencerlos de asistir (o arrastrarlos) para que los nietos puedan disfrutar en libertad de los mismos privilegios que todavía enorgullecen a sus abuelos.
Pero la apatía electoral no se limita solo a los jóvenes. Como evidencia el segundo gráfico, el grupo de menor civismo y con mayor displicencia democrática lo conforman los hombres de todas las edades. En este caso, para lograr comparar grupos etarios equivalentes, agrupé los votos recibidos por el TSE en segmentos de 10 años cado uno (de 18 a 27 años, de 28 a 37, etc.).
Las cifras consignadas afuera de cada barra representan a los votantes inscritos: a la izquierda los hombres y a la derecha las mujeres en cada grupo. Por ejemplo, en el 2022 éramos 220,000 hombres de 58 a 67 años inscritos para votar y 231,000 mujeres; 11,000 más. En la barra, también consigno cuántas de esas personas votaron en cada segmento. En mi grupo, votamos solo 139 mil de los 220 mil hombres inscritos; 37% se abstuvieron.
Sin embargo, en ese mismo grupo, más mujeres, 157 mil, ejercieron su derecho; estas señoras de 58 a 67 años, mostraron la menor abstención de todos los segmentos de cualquier grupo etario de ambos géneros.
La mayor participación femenina se evidencia en todos los segmentos independientemente de la edad. Pero el mayor civismo relativo al de los hombres lo manifestaron las mujeres menores de 47 años. Las mujeres del grupo de 38 a 47 años, así como las de 28 a 37 y aún las de 18 a 27 acudieron a las urnas en mayor número que los hombres de esa misma edad, pese a que un mayor número de estos señores estaba inscrito para votar. En el grupo de menor edad (18 a 27) votaron 205,000 mujeres, 21,000 más que los hombres, pese a que había inscritas 13,000 menos, 358,000 frente a 371,000. Los guarismos electorales de este grupo comprueban cuan peligrosa es ya la indiferencia. En la última elección, más de la mitad de los hombres menores de 30 años decidió quedarse en casa y no se dignó a ir a votar.
Quizá deberíamos aceptar como inevitable el manifiesto desinterés masculino por la democracia y reformar la Constitución para que sólo las mujeres tengan derecho a votar. Ya que estamos en éstas, podríamos aumentar la mayoría de edad -y el derecho al voto– de 18 a 30 años (hoy existe requisito para algunos puestos de elección popular), edad en la que tal vez muestren mayor interés por la democracia. Ojalá estas tendencias se reversen el próximo febrero y no llegue a ser necesaria semejante ocurrencia.